Tiempo

El tiempo es mi mejor amigo y mi peor enemigo. El tiempo ambiguo del esquizofrénico, el tiempo que fumas, el tiempo que soñamos, el tiempo viajado, el tiempo obsesivo felizmente vivido por un servidor y otros más; el tiempo otorga el valor… valor para hablar de comics, de ideas, de “absurdos delirantes”, de parodia, de cine, de intentos, de música, del fin del mundo, de playas vírgenes ochenteras suicidas. En fin, el tiempo es quien definirá este rollo que hoy mismo inicia e incita a la banda a que lo visite, lo juzgue, lo ame, lo odie o las dos cosas. La pertenencia digital me quitaba el sueño.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Notidisparate existencial:



Iniciando con algo tan cotidiano, vamos que lo cotidiano es lo que se vuelve rutina en consecuencia “normal”. Lo normal tiene ese efecto, atiéndase que no es pasajero, se va afianzando en el sentir sin sentir, te irá –sin que des cuenta- definiendo la regla, la forma de vivir y entender lo posible en lo que en su momento fue discutible; inaceptable pero simplemente lo enterraste tanto que olvidaste que era importante cuestionarlo, discutirlo. 
En plena comida-diseño de cena de maestros en la que compartí con amigos, sí, aunque difícil sea creer dos de tres, dos son amigos que me permito incluir en esa lista tan difícil –y exquisita- de mis entrañables; mis amigos por lo regular llevan, llevamos una trozo de vida compartido. Ahí compartimos ese desdén hecho placer de sopesar nuestra edad, nuestra (s) aventura (s) en recuerdo de lugares y hechos que se hacen el respiro entre tanta costra (la cicatriz ojalá fuese la conducción del recordatorio). En ese seguir de discursos que me arrancan la ansiedad, la risa y la estufa que me saqué (odia mis epifanías analista. La vida te habla de extrañas y absurdas formas), que me calló mis designios de poca fortuna, sí, soy reduccionista como tú, aquél y tú también. Entre palabras y piernas cruzadas, cigarros en lugares no consumibles en lo que vale madres, en los que pedimos ser escuchados. Por el humo llegamos entre tantas benevolencias a Víctor Trujillo y su primer silencio con la Madow, en la que su cuerpo hablaba y la boca era silenciada; el día que se le ocurre hablar sus sonidos le hicieron puta, insolente. Trujillo lo sabía, lo presagió, tan es así que la segunda al ruedo del payaso comprado debió usar máscara, sin bozal forzado, ahora habla en acento español de conquista y con tetas y nalgas que se vuelven su expresión en una máscara que, si no das cuenta mujer –y sé que te vale madres- te quita el rostro, o sea, tú no importas, importa tu carne de la cual tanto te preocupas, nos preocupamos. Nos vamos juntos. Podrías ser cualquiera volviéndote cualquiera.
… Esos y otros delirios, entre un pendejo yucateco de las seis de la mañana se vuelve, le concedes ser tu líder de opinión.
Tu consumo, ahora no pensado en género se hace del versus de dos lords: el que se quitó la camisa para hacerte sentir que es pueblo, que es real, que es apasionado de tus pasiones trasnochadas de un águila amarilla patriotera y de un león verde que te muerde despacio y del que crees que no hace daño; ambos te arrancan la atención y más (todos aquí somos permisivos). Porque tu atención no atiende a la ola de reformas (y a muchas cosas), a tu seguridad que estúpidos izquierdosos “defienden” en trusa mientras que los trajeados ya firmaron con el diablo más pinche que puede haber, es como el diablo de la lotería, es decir, estaba cantado ¿Qué pensabas? ¿De qué iba tu revolución?
Si de verdad acordonas, no sólo obstruyas, haz que arda, quema el lugar (me enteró del árbol de Reforma y me siento tan profético como la ciencia ficción). Quema las naves, pero literal, de cenizas –literal otra vez- arma, armemos el cuerpo imperfecto para dentro de 200, 300, 500 años en los que posiblemente podamos REFORMAR este colosal desmadre. Ahora que quemas, arde en esa molestia que algún día tuvo el difunto Mandela, sí el viejito de Sudáfrica que pasó en su funeral a segundo plano por las pizperetas maniobras del coqueteo marital y gubernamental. México no sólo es novela, el mundo es la novela grandota, el bestseller chafa de la humanidad.
Y volvemos, cerramos en el origen de la doble moral, hechos que en pruebas expreso: un caza- recompensas huye del gabacho después de secuestrar y torturar a los familiares de un convicto. Llega a Veracruz, de nombre latino pero de apariencia extranjera (no es que el latino no sea extranjero, digamos que esa apariencia no es del todo estimada), se hace pasar por pastor de iglesia y las ovejas le dan su fe ¿Qué habrán sentido estas personas cuando se enteraron de que su guía no era más que un hambriento no de la palabra de Dios, sino de las jugosas recompensas? ¿Qué se siente vivir entre una galaxia, en un planeta, en un continente, en un país, en un Estado, en una ciudad, en una colonia, en una casa, en uno mismo?
Yo siento esto.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Borrador (3)




Ese viaje a Asia fue prolongado por años, tres, seis, nueve, toda una vida; sólo fue necesario quedarme viendo directo el chorro de la fuente; como el día había sido bastante caluroso nadie se tomó la molestia de apagar el suministro de agua. La hora en que veía este chorro pasaba de las seis de la tarde, además la temperatura bajó y la neblina se filtró entre el agua. El mismo elemento en dos estados distintos: condensación y líquido.
Entregué mi boleto, cargaba una maleta ligera. Parecía en realidad haberme encontrado y en consecuencia cualquier objeto me era una carga innecesaria, cuan equivocado podía estar, de cuántos objetos no he podido desprenderme, mi cuerpo como objeto mismo, le rindo tanto tributo como tanto castigo. El punto es que al final me es tan necesario, pinche cuerpo, pinche transición, pinche espiritualidad, pinche ascender, puto mantra (que no hallo). Fui el tercero en abordar el vagón. Nada tenía que ver con los únicos vagones en los que me hallé alguna vez. Me refiero a esos de pisos de mica blanca, esos en los que pueden verse las pisadas tanto del descalzo como el de la bota o el mocasín que minutos antes tumbó algunos dientes (llegué a ver manchitas de sangre que mi mamá decía eran colorante de alguna paleta de grosella). Los asientos de piel sintética, el acero de los tubos oxidados que te dejaban las manos amarillentas y con olor a fierro. Ese olor le reconozco como el olor que abre un apetito inapetente, es decir, se me antojaba morder el acero, tragarlo, caso similar pasó con el jabón y otros productos de aseo personal; en múltiples ocasiones me vi tentado a llevarme al esófago acondicionadores, shampoos azul turquesa o verde gelatina, tratamientos para la pérdida de cabello y alguna que otra barra, sobre todo aquellas que derraman espuma a montones (Barthes no estaba equivocado).
Este tren no pretendía tener un piso, le tenía dado que me sentía seguro cada vez que me acercaba a mi asiento, a mi lugar; me tocó junto a la ventanilla. En cualquier caso, siempre que pretenda viajar busco la ventanilla, la rendija que le haga saberse en movimiento no por el remover de sus tripas, sino por los árboles que van quedando atrás, por las casitas que se arrojan al trasiego, si quieren al olvido. Aquí fue que le pedí a mi acompañante me permitiese pasar a mi lugar. Un hombre oriundo de cualquier pueblo de allá, no lo digo a fuerza de estereotipar, no, en dado caso el estereotipo era yo con esa amabilidad occidentalizada, tan falsa, tan en búsqueda de dejar clara cierta superioridad a sabiendas que vengo de México o peor, de un rancho tan grande que busca ser ciudad en los acomodos de urbanidad. Es ridículo y necesario.
-Permiso señor (en un inglés, español, hindú, en alguna lengua muerta) le dije.
El hombre de bigotes extremos, extremo derecho, extremo izquierdo. Le dio por contarme que no hace mucho su hermana menor cayó de un puente. Pensé ¿Cayó o se arrojó? Si bien no me atreví a ser directo sí para sacarme de esta duda le dije: “oiga cómo puede caer alguien tan joven de tan alto sin haber ni siquiera subido al cuerpo de los retos, de lo venidero”. Mi respuesta vino en la última de estas palabras, el que se llevara la mano con un pañuelo para limpiar un sudor inexistente me permitió reconocer que fue un suicidio. Las siguientes tres horas de viaje no cruzamos palabra alguna. El afuera no invitaba a nada. Mi desagrado en ver tierras áridas lo interpuse en aquella formulación venida de un curso, capacitación, diplomado de Salud mental (…) en la que se nos dijo: “Si en algún momento durante el trayecto de un viaje ya sea éste en auto particular, de servicio, autobús de pasajeros o algo símil comienza a sentir la tremenda necesidad de ir contando el número de árboles, de señalamientos, de postes, de casetas, de vacas, etc. Preocúpese y ocúpese podría usted tener algún tipo de conducta atípica, anomalía mental que desde el DSM IV nos dirá que usted sufre un desorden obsesivo compulsivo, comprobado. Esta certeza le encontrara en los criterios que son sus síntomas. Preocúpese más si sólo le da por contar postes o vacas, pues de los primeros es indicativo de que usted es un individuo muy parco, que se le dificulta establecer relaciones con otros seres humanos, en tanto, da una atribución al poste (objeto inanimado que usted anima) como si fueran todas aquellas personas de las cuales usted espera o esperó algún tipo de afecto; y que decir de las vacas, esto nos indica que usted tiende a ser un individuo instintivo, ve a las personas como animales a la par que también usted actúa como uno. Pretende obtener de las personas sólo ventajas de índole sexual, atenuadas a posibles parafilias, zoofilia como rasgo inmediato”.
La neblina que entró por mis fosas nasales se acompañaba ahora de bióxido de carbono, los camiones y sus cláxones y el agua de la fuente que me alcanzaba los pies me devolvieron. Al final todos somos agua confinada a la suciedad, a la claridad, a la condensación, a la solidificación, a la evaporización, a la cristalización.
Eso era: ¡Cristalizar la neblina significa cristalizar mi aura!

Previo

El previo a las enseñanzas de cómo hacerse un hombre de conocimiento: no superar al padre, superarse así mismo; no erradicar a la sombra, hacer de la sombra parte de uno mismo; no vanagloriar el triunfo, los errores permanentes serán el triunfo inacabado; comienza por ver y aprender de los que desprecias, tú mismo estás depositado en ese desprecio y en tanto en la enseñanza venidera; no subestimes a la cotidianidad, en ella se encuentran todos los actos de la existencia que se envuelven en delicadas pesadillas o sórdidas fantasías.
Al final el inconsciente es la respuesta de todo, es el conocimiento oculto.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Las platónicas: Brittany Murphy





Brittany, la difunta Brittany. Mi primer encuentro con ella fue en ese infumable producto cinematográfico en donde la protagonista es amiga de la hija de un Tyler, ella se convirtió en la amiga íntima del adolescente de los 90, ¡Amazing!... ella es otra historia. Murphy era aquí una chica regordeta, desempeñada en el estereotipo de la no chica curvilínea, la no chica tonta pero que desea serlo, yo creo que eso me atrapó, me gustan las negadas; y esos ojos grandes, profundos que profetizaban una triste despedida. Me suelo enganchar con tristesreiterativahistorias.
El café siempre ha sido un color que se lleva bien con el pálido sentir, Brittany lo supo bien y para el caso lo vimos en la elección de sus siguientes trabajos: comiendo pollos rostizados en la inocencia interrumpida de labios Jolie y del corto y sensual cabello de Ryder (su cleptomanía y belleza será efecto de otro día), de adicta hiphopera (seguiré con la firme idea de que las mejores actuaciones son el derivado de transferencias en los papeles, roles. Sí, hasta que un día se materializan); en realidad esta chica me siguió marcando terreno, se agradecía a la novia en turno ver películas cursis en las que como protagonista iba la Murphy ¿Te acuerdas que comenzábamos a tener cierto aprecio por la comida japonesa? Ahí siempre seguro, viéndola con el corazón derritiéndosele en las manos llenas de sangre y ocultas y a la par, dándonos su mejor sonrisa. Ni el marido y el mejor amigo de éste pudieron resistirse a la tentación de esas piernas delgadas, a la esquizofrenia quizá fingida que en besos convencía. Brittany en blanco y negro, de tu sangre en blanco, de tu adicción en blanco, en mis negros recuerdos te tengo como novela gráfica.

lunes, 14 de octubre de 2013

La insurgencia de mecha corta


Y parece que una vez más el levantamiento, la insurgencia, el estallido social sólo fue una llamarada (sin ánimo de convertirse en un incendio. El que debería hacer arder a lo impropio) de días, no trascendió como otras tantas veces, quizá la diferencia en esta ocasión fue que se le reprimió enérgicamente, una gran parte de los participantes han sido amedrentados. La postura del Estado ha sido clara: no inclusión al diálogo, anular las demandas, no tolerar la disidencia y enfrentarles con todas “las leyes” bajo el brazo. Días antes de que las catástrofes nos alcanzaran vía Golfo de México, vía Océano Pacífico ciertas responsabilidades volvían a caer en nuestras manos. Una tormenta se hizo presente, la imposición que en menos de un año de gobierno se hizo ver en sus multitudinarias Reformas. El Estado me parece que juega mal sus cartas, descarta el atributo (herencia que siguió al pie de letra sus antecesores, sus maestros) de ir dosificando las imposiciones, de ir maquilando los escenarios; ahora arremete impulsivamente, no considerando su propia disfuncionalidad, es como si lo que en realidad quisieran mostrarnos fuera su dominio, el control sobre nosotros, la subyugación que no debe recibir queja alguna. Hacernos ver que carecemos de la propiedad para decidir qué nos conviene ¿Y cómo vamos a tenerla? Si tenemos un gravísimo atraso respecto a la información que recibimos y sobre todo en la información que buscamos, desinformarnos ha sido nuestra tarea regular. Aquí sí nosotros lo decidimos quizá, por negación, por temor, pero sobre todo por no querer tomar las responsabilidades más básicas de cualquier conciudadano, de cualquiera que diga vivir en un espacio democrático: acción social. Nuestra limitación más fuerte es el desconocimiento de la política social, de la economía y de todas aquellas leyes que nos rigen y que, invitan a la participación social, aterrizándoles en responsabilidades compartidas: observatorios ciudadanos, propuestas, evaluación de nuestros funcionarios, de programas, autoevaluación, prevención, análisis, promoción, capacitación, etc.
No tengo nada en contra de las marchas, yo mismo he sido parte de algunos aglomerados y manifestaciones, y sí como todo individuo comparto mi indignación, grito consignas, arremeto contra quienes creo que nos han aporreado, humillado ¿Pero en qué instante tales demandas recaen en nosotros mismos? ¿Hasta qué momento estamos proponiendo un desarrollo social sin saber qué significa eso?
Las dos figuras que se contraponen -lo he dicho hasta el cansancio- están equivocadas. Retomemos la Reforma educativa, ésta puramente ha apuntado a intereses financieros, descolocar para acomodos de mejores postores (sindicatos, privativos); pánico a no tener una certidumbre financiera. Hasta el día de hoy NADIE abordó el tema de la educación como un tema menester para salir de este lodazal mental en el que nos encontramos. Al final sólo las mentadas de madre, la gente enfurecida por llegar tarde a sus trabajos, los padres hasta la madre de llevar a los hijos a sus espacios laborales y el millar de hijos cada vez más desvinculados del quehacer escolar; la televisión y otros distractores se encargaran de educarlos. Algunos dirán: pinches maestros que no lograron convocar e integrar a la ciudadanía, güevones ¿Era sólo asunto de ellos?, cómo lo harían si dimos cuenta que –desde el inicio- era tiro cantado; y volvemos a poner el dedo sobre la llaga: ¿Dónde estaban maestros cuando se les solicitó apoyo? Y no el de ser parte de las previas manifestaciones, no, el apoyo para formar gente pensante ¿Cuándo se preocuparon por informarse? ¿Hasta que sus propios intereses fueron violentados? ¿En realidad qué es la educación para ustedes? Es lógica maltrecha esa en donde el gobierno se sienta a “dialogar” con los propósitos de un movimiento social. Gran mentira, es una negociación en donde el padre gobierno le dice que olvidará todo, incluyendo (convenientemente) las golpizas que le arremetió, el otro (frágil de memoria) se siente ya no tan adverso con la figura que tanto desprecia pero de la que tanto –cree- que necesita. La lección ha sido aprendida, ahora es el momento en donde el padre otorga una recompensa al rebelde que ahora comprende que todo es por su bien, se enmienda en dirección a las aulas. Claro, no hay inasistencias, ningún sueldo caído, ningún reporte, nada de nada. Nadie es culpable, volvamos a lo mismo. Estrechemos nuestras manos y en el apretón te dejará una bonificación y uno que otro arrumaco financiero. En el caso de aplicar una Reforma será en varios años ¿De qué preocuparse?
Además queda claro que no entendemos nada, queda claro que el país no está listo para despertar pues no comprende en dónde está parado, no comprende que va cayendo en el precipicio, queriéndose ver de pie sin tener piernas, hablando de revoluciones y siendo tan dependiente. Concretamente creo que ese acto no se volvió a dar desde la primera década del siglo XX, y se dio porque un pueblo estaba jodidamente fastidiado, indignado de que se le ocupase como la peor de la putas, bueno ni eso, a una puta se le llega a tener ciertas consideraciones… Calles se enamoró de esa puta –y viceversa- y después todo lo que conocemos PRI (sic), partidismo, bla, bla. El pueblo era el fango atorado entre la carnosidad de las herraduras de sus bestias flacas y de ojos hundidos. En el presente, el mundo tiene sendas dificultades para indignarse ¿Cómo indignarse de lo indigno que propiamente soy yo? ¿Cómo ofenderme de lo que me alienta? ¿Cómo no lucrar con mi propia miseria? Que de algo sirva. Dirían los más cínicos “es mi derecho partirme la madre cómo quiera”. Y así ha sido partirse la madre consumiendo tanto estiércol mediático, siempre y cuando lo queramos.
Ahora que el lunes regresas a las aulas maestro espero que no regreses con la misma actitud, con las mismas limitaciones, con el mismo desdén, con el mismo “método”, desecha todos tus vicios. Piénsalo de esta forma: sí, efectivamente poco pudiste hacer al manifestarte, sí, el temor te paralizó dado que nunca habías estado tan fuera de tu área de confort. Sin lugar a dudas te sensibilizaste, al menos un par de días te hiciste escuchar; tuviste (si así lo quisiste) que informarte, tuviste que organizarte, tuviste que reconocer tus derechos y en tanto tus obligaciones, rompiste ciertos cordones umbilicales que te tenían atado. En realidad podemos decir que conociste una identidad colegiada sí, pero que al final te puso en los zapatos, te identificó como alguien que también pierde en este tortuoso territorio. Si deseas proseguir, si quieres seguir en la lucha, perfílate con tus alumnos, hazles saber que el mundo no sólo es trabajo, ganancias y descanso. Comienza por enseñarles a sentir, invítalos a ver esas partes del mundo que tú también ignorabas, ahórrales tiempo. Diles que no todo lo que ven y sientan es real, diles que se conozcan ellos mismos, diles que pueden opinar, diles que si leen, que si se preparan será muy difícil que cualquier individuo, gobierno (legitimo o no) les controlé. Diles que desde ese momento ellos tienen una gran responsabilidad cívica y en tanto que el ejecutarle les dará bases, sentido de vida. Y piensa que tal vez uno de esos estudiantes será el quien encabece esa lucha que a ti te correspondió siempre luchar desde el aula.
Cada uno desde su trinchera tiene la propiedad de revolucionar el pensamiento. Eso algún día será la única arma que derroque a lo impropio.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Independencia




No es el día ni el mes en donde no debe celebrarse nada, son el resto de los meses y los días en donde no hay cabida para la celebración. El no dar cuenta de esto no es mera casualidad, es el escape a tanta decepción, a tanta insensatez, a tanta injusticia, a tanta desfachatez, a tanto nacionalismo. A tanto patriotismo.
Ver el México de ahora, saber del mismo sin identidad alguna; sin playera ni gol que cantar, si con el rostro moreteado que siente la gloria entre números que no le dan en las cuentas de la vida, si con la voluntad amedrentada, trastocada. Ese miedo arcaico del mexicano en el que se repliega y el cual convierte en uno de sus mayores complejos, el miedo de sí mismo, el miedo de notar que su gobierno y su tejido social son reflejo puro de su propia deshonestidad e ingobernabilidad. Masoquismo es el “valor” más preciado y sincero del mexicano, dolor en la muerte y en su celebración de todos los días; celebrar la emancipación de un pensamiento ideado para sentirse “libres”, independientes de nuestras propias responsabilidades. Resultó sencillo y eficaz el que nos dijeran y nos sigan diciendo en qué creer. La Independencia es la sublimación que otorga el escenario de una oficialista idea que da significado al mestizaje, originando la concepción de identidad, siempre y cuando ésta se conforme por esos complejos, por culpas (intensificación de las mismas) que encadenan la protesta; le hacen en tantas veces insincera, tan frágil. Revolución sería la otra sublimación, el segundo renacimiento para equiparar un descontento ante el padre, querer derrocarle, asesinarle. Cada revolución tiene su propio espíritu, no es símil en cada nación ahí estriba el hecho de no romantizarle; el compromiso para con la tierra y el pueblo puede ser entendido desde lo más narcisista (fatídico), hasta los propósitos indistintos (guerras civiles), aunque sí hay una energía particular que le arrienda, es la energía que otorga el desgaste, la frustración, la impotencia que se convierte en furia, la furia que moviliza. La revolución más sincera es la instintiva, la que contagia la indignación, la que te permite sentirte indignado de ti mismo por ser tan permisivo, por ser tan egoísta, por creer que todo iba a estar ahí sin que nada pasara, sin que estallara. Debemos ser precavidos pues las revoluciones tienden –como mal necesario- a autoderrotarse.
Independízate México de esa falsedad de suave patria, de esa idea que no tienes nada más que tus pertenencias, tu trabajo y tu quincena. Comprende que el único yugo del cual debes liberarte es el de tu concepción. Da el golpe de Estado, a tu estado como espectador que eterniza su nihilismo, que está indeciso por no saber a qué bando apoyar. Por el increíble miedo de no saber qué hacer después de derrocar. La respuesta es romper la supresión de nuestros instintos, de nuestras propias inhibiciones como pueblo, llevar a un nivel mayor nuestra escénica y quizá más sincero rasgo, la muerte. El mexicano se concibe como vida en muerte. Muramos entonces y nazcamos en algo completamente desconocido, en un valle en donde la ausencia de la dominación no sea la ausencia del pensamiento.
De la sangre del caído llena tus palabras, del verde entiende que ha estado antes que tú y tienes que respetarle y estar comunión con él, y del blanco como el lienzo en donde comenzarás a escribir una nueva historia, la historia del país que se pensaba jamás despertaría.

sábado, 10 de agosto de 2013

Borrador (2)



Mi inexactitud de tener las cartas –de respuestas- sobre el piso, la dificultad de decidir de las dos seleccionadas cuál sería la conveniente. Ambas me convenían, ambas no podían estar en el mismo sitio en el mismo instante, son la cabeza o el total en permanente supervisión. Me giraba en la cama, no conciliaba el sueño ¿Qué debo hacer? ¿Por qué no se va la sensación al campo de las indecisiones? ¿Es el campo de las indecisiones el lote que no ya no renta espacios, que es ahora tan ficticio como su uso?  En las dos primeras horas de madrugada hice a un lado la sabana, fui al muro de mis recordatorios y ahí escribí con lápiz Dixon Métrico 1910-2 “No es tan fuerte el conflicto como fuerte debe ser la solución”. Regresé, dormí y entré: Mi abuela me esperaba en la terminal de aquellos recuerdos soñados. Tengo la certeza de que es la misma central, tan seguro como la “tangibilidad” de los vagones y del número de la linea de autobuses en donde atrás de un cristal aguarda la abuela fallecida hace más de 8 años a la espera de su nieto para ir a no sé dónde. Salgo de casa, veo el reloj, queda una hora cuarenta y cinco minutos para partir. Hasta en sueños me doy el irresponsable lujo de saciar mis inquietudes, mis cándidas reafirmaciones en los momentos menos adecuados. Giro en la tercera avenida. Me recibe mi amigo el cual reparaba un mini-moto. Me pide que la aborde, quiere tener la seguridad de que su arreglo está completo. Temo sin decírselo, no que sea una trampa, desarticulo trampas y me quedo atrapadas en ellas por simple gusto, temo no poder conducirla. Mi cuerpo está sobre la pequeña motocicleta roja, como si de una mujer pequeña y ronroneante se tratara; le hablo al tanque de gasolina diciéndole que yo sé hacer esto que no hay de qué preocuparse. Mis manos aprietan en el manubrio, aceleramos. Tengo la entera confianza de que no me estamparé, de que  no nos haremos daño. Y así es. Entre aceleradas y frenadas logro avanzar, voy metiéndome entre los autos, olvido que alguien me espera. Veo el reloj, falta una hora y me imagino a mi abuela volteando en todas direcciones esperándome verme llegar. Regreso con la moto hasta donde mi amigo se limpia las manos de restos de aceite, una sonrisa en su boca me dice que está más que satisfecho con su trabajo. Bajo de la motocicleta y le digo que está perfecta. Nos despedimos, quedamos para otro día y comienzo a correr en dirección a la terminal. En el trayecto y deseoso de prolongar mi llegada me detengo y toco el timbre de una casa de un muro color melón sin ventanas. La chica dulce joven no adulta me recibe. Trae el pijama que ajusta sus caderas y muslos, de las rodillas hacia abajo la prenda ha perdido ajuste, cuelga la tela sobre los dedos de los pies que se asoman. Me invita a pasar. No tengo tiempo (no lo he tenido, sólo lo he “organizado”) para reclamarle, tendría que hacerlo, pero entonces en qué momento me acercaría a sus caderas, a la boca que ahora sólo arrastra las palabras como una caña de pescar  en donde yo he mordido el señuelo de su  ropa interior que se asoma del resorte de su pantalón. La maldigo y la deseo. La compañera de habitación interrumpe justo cuando estaba a punto de convérsele que no era necesario que me comiese –ahora- con sus reclamos. Me despido de ambas, mientras en un piso arriba la música Rap se hace escuchar. Las rimas se hacen el estímulo de mis piernas bajando a toda prisa las escaleras, tengo 15 min para llegar con mi abuela. Jalo el mango de la puerta, tiene seguro, le grito, baja con las llaves, le digo que abra rápido. Por fin estoy afuera. Avenidas desconocidas sin banquetas me llevan a colocarme entre líneas que dividen los carriles, ningún taxi se detiene, diez minutos me separan del compromiso. Suena mi alarma, despierto.
Son las diez de la mañana; decía un protagonista de una película de ciencia ficción medianamente efectiva que vi por segunda vez en repetición por TV: “En un día puedes hacer muchas cosas”, me retumba esa frase y me empuja la culpa del tiempo desperdiciado. Es sábado no tengo responsabilidades predeterminadas, así que la Mea Culpa aminora, aunque la frase retumba como la preocupación de la noche anterior. La angustia es un bien común que constantemente no se comprende y se le da marcha forzada, impulsiva del hacer en el resolver sin resolver. Al final es presta a la revolución de los pensamientos en la energía que acongoja la imposibilidad de la solución, pero que inspira a toda idea que incluye los infinitos escenarios desastrosos.  Ay este mundo que así nos instruye para continuar ansiosos en proyectos –amontonados- que alguna vez habrán de hacerse. La lucha se obstina a quedarse en el plano mental, viéndose en ventaja el escenario lúgubre de nuestra necesidad del auto saboteo mucho antes de actuar. Es la instrucción y el sistema de pertenencia existencial: preocuparte por la preocupación que se hace imperio indestructible. Encuentro su talón de Aquiles en la frase del protagonista de aquella película que ahora me sabe mejor. Desayuno huevos, tres tortillas y un vaso con juego de uva.
Ese día visité a una amiga que para sobrellevar su personalidad obsesiva-compulsiva -me contó- había solicitado en un supermercado trabajo, dejando claro que no quería remuneración alguna por su labor, es más, que ella les determinaría cuáles serían sus horarios de jornada. La tomaron por loca, aún insistiendo de las ventajas que les traería tener a una persona como ella dentro de su empresa: “A ver señor, imagine, quién le cedería su tiempo -gratis- con tanta pasión y compromiso como yo para el acomodo de los pasillos de productos lácteos, de limpieza, el departamento de blancos, el departamento de juguetería, carnes frías, salchichonería, telas, Juniors, enlatados  por mencionarle algunos. Haré un acomodo inimaginable para cualquier experto  de mercado, en donde la distribución y organización de sus productos harán que sus clientes queden estupefactos, impregnados no tan sólo de la necesidad del producto, de eso ya se hacen cargo sus comerciales y el indiscutible efecto mediático (igual si me permite, encuentro algunas ambigüedades. Le comentaría de éstas en el caso de que me acepte). Mi tarea es propiciar, crear un mundo maravilloso de orden en donde sus insaciables e incontables clientes… podemos hacer estratégicamente un listado de consumidores sustentando en el género, la edad, el nivel de estudios de sus clientes. Sí, lo  sé, me dirá que tales manuales y estudios ya existen. Pero señor no como los míos, se lo aseguro. Colores, formas, olores, productos ordenados en orden alfabético según sean las letras, verbos, palabras  regulares de nuestro idioma y de los distintos argots. Cremas y pastas delantales que podrían vincularse con estudios meteorológicos, del clima en donde conoceríamos el humor de nuestros clientes en tres semanas antes de que ellos mismos los experimenten; quiero decirle que hay productos de aseo bucal que se asocian con las estaciones del año, solemos sonreír más en verano y en invierno, sí, hay un porcentaje de melancólicos en dicha estación sin embargo también se  abarrotan millones de sonrisas en los aparadores que ven en el maniquí y en la sonrisa blanca, perfecta de la modelo de las marcas de pastas dentales más prestigiosas del mundo, la felicidad. A ver ¿Sabe usted cuándo se consume el mayor número de carnes blancas y rojas? ¿Conoce las ventajas que nos dan los pseudo-vegetarianos que buscan en su productos la reivindicación del desmedido descontrol de sus propias carnes? Una más, los tintes de cabello, uff, señor ahí tenemos la gloria de saber cuántas veces nuestros clientes no quieren ser ellos mismos por la simple teoría y psicología del color. Rubias expectantes pero seguras, apiñonadas de libido sobrio aunque flexibles en su sexualidad. Pelirrojas determinantes en el rizo ondeante de su ondulado ser. Como verá puedo hacer de ustedes la tienda de supermercados número uno, y gratis señor. ¿Qué le parece? “
El hombre del departamento de Recursos Humanos le vio incrédulo mientras pegaba compulsivamente con el dedo indice el plástico de un costado del tablero de su computadora. Tomó aire y articuló un claro “Haga el favor de irse”.

Después vendría una antología de insultos que mi amiga tuvo para el responsable de Recursos Humanos de aquella tienda. Le dije que no se lo tomara tan apecho, que desgraciadamente hay personas que no pueden ver más allá de sus títulos y cursos que engalanan el muro tras sus espaldas. Quiso seguir contándome de sus métodos infalibles de acomodos y mercado, le di veinte minutos. Nos despedimos con un beso y me encaminé a la tienda más cercana a comprar tres tubos de pasta dental.

domingo, 28 de julio de 2013

Notidisparates informa:


Vaya que Xalapa ha sido nota nacional e internacional (en menos de un mes, un  verano de escándalo para algunos);  y en esta ocasión no se debe a la gobernabilidad defectuosa, provechosa, vergonzosa, endeudada, o a la inundación, al desastre natural.  Tampoco a la criminalidad (ésa nos llega de manera individual y la comentamos entre pasillos y amigos). No omitimos, ni negamos notas relevantes asociadas a estos temas que se han dado –ahora con cierta naturalidad-  durante el transcurso del año, dicen algunos “este año va pasando muy rápido”.  No, nosotros vamos muy rápido. Se nos escurre, esfuma el tiempo entre las ganas,  no sólo en el Estado ni en la Capital, el mundo mismo y la materia de la que cuelga  seguirá  otorgándonos sacudidas.  
Bien, debemos detenernos en dos eventos en los que se ven involucradas dos capitalinas, dos jóvenes, dos hijas, dos mujeres, dos vidas.  La primera de ellas acusada de tráfico de cocaína, después se hablaría de un malentendido; no es nuestro papel hacer juicios, creo que el de nadie, quien toma la batuta son las leyes (prudente es verles como organismos, mayormente infectados)  y en ocasiones éstas se desentienden de sí mismas, vamos, que lo que aporta esta nota es que siempre  exista un evento que faculte la milagrosidad. El objetivo de la chica, ahora de muchos mexicanos, quizá en uno que otro extranjero,  es el acto milagroso; al final ella es liberada  ahora su peregrinaje  ha culminado: Brasil. El Papa latino en su primera visita a Latinoamérica y en el país de mayor “progreso”, el país que se “resuelve”; el acto milagroso de Latinoamérica nace, al llegar a pensarse  convertido en  ese otro, en esa otra nación ajena a la falta, ahora de una tierra prometida.
El otro caso nos lleva a España. Una joven mexicana estudiante, desafortunadamente  es una de las varias víctimas (ajá, igual es xalapeña)  del descarrilamiento de un tren en Santiago de Compostela.  La responsabilidad, la de un sujeto que vivía apresuradamente (vivirá ahora lentamente), rebasando lo  irrebasable.  Ambos casos invitan a dos actos puntuales en los que actualmente vivimos: pensar que en el mejor lugar las cosas no son precisamente un jardín, dándonos un respiro, ante el ya casi aforismo “Otros están peor, además de que se engañan…”. Y  efectivamente, se hace en la forma en la que se presentan los eventos, la iglesia se atribuye sin decirlo, sin construirlo de una idea compartida, la del milagro. El otro por desgracia se construye de la pérdida, de  la muerte,  de las víctimas, de lo que pudo evitarse. El responsable, una víctima de su realidad en la que es mejor ir apresurado para no sentir el derrumbe que, al final siempre te alcanza. Tendrá la oportunidad de reflexionar, ahora, sin premuras aunque para su desdicha serán sólo posibilidades imposibles. Para nosotros aún no.

Pero el mundo gira y otros eventos habrían de salpicarnos: la incredulidad de una baja en la criminalidad nacional ha pasado a ser desde hace algún tiempo  acto milagroso, olvidado o negado como la mayor parte de ocasiones se hace. Michoacán “tierra caliente” arde literalmente y sus llamas, sus humos alcanzan a otros, Guerrero tiene sus propias formas y que decir del resto de la nación que se consume. Acto negado, transferido si quieren, la Selección Nacional de futbol, negados como su patria al triunfo. Varios dan cuenta que ni ahí pueden situar sus anhelos, mucho menos en las de su seguridad social, energética, laboral. Sus hijos  enfrentarán verdaderos retos en conseguir empleos, vidas, y nosotros junto con éstos a privatizaciones que no negamos, podrían traer cambios y en efecto los traerán, algunos serán los que disfrutarán sus ganancias, el resto nos enfrentaremos a nuestras propias responsabilidades; tanto de lo que pasa afuera como lo que pasa adentro -de nosotros-.
En la Z finaliza nuestro abecedario, pero reinicia, en cualquier lugar y forma. Todo puede crecer en cualquier lugar. Definamos qué es lo que crecerá entre la podredumbre, más podredumbre u otra (s) vida (s).



domingo, 21 de julio de 2013

Histriónico




Y el lugar estaba repleto de mujeres, niñas, féminas. Todas ellas en largos vestidos de gala. Parecía que celebraban nuestra llegada; nuestros pasos firmes sobre lo que parecía una alfombra que no llevaba a ningún lugar. Las manos de las chicas querían alcanzarnos, sus manos que al verlas más de cerca eran pálidas, muertas hubiera llegado a considerarles si no fuera porque les veía agitadas,  habidas de tocarnos, llevarnos. Algunas de las mujeres nos reverenciaban, pensé que no era para tanto, sin embargo me gustó la sensación de saberme deseado, pensado como un objeto del deseo. Y tal fue mi vanidad que me quise ver en sus ojos; me acerqué a una de las niñas que corrían presurosas a nuestro encuentro, sus vestimentas del preclásico me inquietaban. Los pequeños tirantes ponían al descubierto unos hombros huesudos, sus carcajaditas combinaban   con la fragilidad de sus huesos. Regresé a los ojos, me busqué en ese rostro verdoso, su parpadeo apresurado no me dejó verme.

El negro, sólo pude verme en el negro.

33




Ella representa el arquetipo de la Madre que da origen a las constelaciones en tanto, a la esencia de lo que somos; cuatro arcanos resguardan la superficie de la vida psíquica: la devoción, el amor, el calor y el deleite. El león es el impulso reprimido de todos, responde al mero instinto, vive en nosotros en resguardo, mas siempre libre a salir cuándo le plazca. No tiene reglas, ocasionalmente puede crear las propias –si así lo quiere- y lentamente convertirlas en tolerancia, temple y fuerza.
La mano derecha de la Madre sostiene la máscara eterna de los que habitan la superficie. Le ves, puedes llegar a ella por el origen de la vida y llegar –quizá- al corazón y al espíritu. Ese ojo derrama lágrimas sobre la celebración del hedonismo, el ego disidente que debe permanecer abajo, fluyendo como recordatorio de lo irrepetible. Los cubos, el de abajo encuadra la rigidez y el encierro del tiempo, no permitiéndole correr, se estanca en deberes, en números que castigan en lugar de incrementarse (asimilándose) y abrir posibilidades; además es la bestia a la que encierra, y como dije ésta puede liberarse cuantas veces quiera. El otro cubo mantiene en cautiverio –auto infligido- el prisma de los afectos, del amor comprendido en rededor, libre cuando lo decida. Las cuatro líneas verticales no pretenden un encierro, son los elementos que dan sentido a la fe. 
La línea que corta el cuello derrumba cualquier posibilidad de encontrarse en equilibrio. Las flechas y su dirección llaman si quieren a la autoconciencia, me gusta más el Sí mismo; la corona y las cinco estrellas nos hab
itan, habrán de hallarse en lo etéreo. 


martes, 18 de junio de 2013

Vincent Black Shadow




Y en una Vincent Black Shadow te llevaría al pueblo ese del que me hablaste, el de los muros débiles, el de la gente que poco se deja ver, aquél que me obligaste a imaginar.

viernes, 29 de marzo de 2013

Borrador (1)


Estábamos atrás de la puerta blanca, esa de madera que deja ver al otro lado las escaleritas que te llevan a la discusión del hombre ese con bigote despeinado, lamentando, discutiendo; las ganas de salir corriendo, el riesgo es que nos vea él o sus sobrinos, hijos, lo que sean se ven igual de desequilibrados. Luego vinieron los gritos, chillidos del niño ese que no se callaba. Pude ver al niño en los brazos –de quien imagino es su madre- meciéndole, no se le veían ganas de callarse, menos con los gritos enfurecidos del tipo ese bigotón. Al fin, un momento de distracción, pudimos salir sin ser advertidos. Sigue lloviendo y la calle en donde estaba ubicada la casa es puro lodo y piedra, los riachuelos bajan. Podemos dar cuenta que abajo hay una calle pavimentada: pasa el urbano, el camión de la basura, el tráfico nocturno (me es tan familiar esa calle, esa sensación recurrente de creer, pensar que eso ya lo viviste). No sé quién lo decidió, al parecer yo, respondí a la intuición del reconocimiento sólo que parece que mi decisión no fue la mejor, dado que volvimos de nuevo al camino sinuoso de piedritas y agua deslavando terracería. Me paraba en alguna de las posibles esquinas, intentaba ubicarme “¿Por dónde será?” “Es que aquí ya estuve, pero cuándo…”, entre disertación y cuestionamiento mi acompañante me dejó. Mejor, comenzaba a desconfiar de él. De pronto bajaban un grupo de maleantes (sí así lo vi, de malas intenciones. Dar demasiada acreditación, legitimidad a mi intuición ha sido un arma de dos filos, aquel día no erré). Hice el disimulo de hacerles-hacerme creer que no pasaban a mi lado, que de nada –y mucho menos- de mí murmuraban. Siguieron su trayecto mientras yo subía; la lluvia aminoró, algunas casas veía, las últimas de la calle con la luz prendida, otras tantas con la TV encendida. Seguí hasta que llegué aquella zona que igual era mi punto de ubicación (¿En realidad reconocía aquel lugar o daba soltura a creer que le conocía para no estallar en pánico?). Sí, es el lugar, allí están la pineras, hasta reconozco dos o tres árboles y los recuerdo porque en alguno de aquellos árboles un día lamenté una pérdida ¿Pero cuál de todos? ¿Cuál de todas las pérdidas? Las de memoria son mi cáncer. A alguien se le había ocurrido montar un parque allí, aquellos programas del Gobierno Federal que restauran zonas que antes fueron punto de reunión de disidentes, lugar verde en el que se planean cosas negras. Esos ambientes suelen combinar bien, bien en el sentido práctico-individual del bien que espera o esperan los allí reunidos: el bien de un atraco, el bien de un abuso, el bien de un dolor. Un bien común-denominador). El hecho es que me sentía certero, el parque restaurado me invitó al columpio, de tres que entre los árboles abrían paso a una vista en donde se podía ver desde lo alto… era una cima (cima no cisma). Cismado me sentí al remembrar aquel lugar: edificios, cuarterías abandonadas de un pasado que no era tan seguro de ser parte de mis recuerdos; qué más me dije y comencé a columpiarme. El acto de columpiarse da paso al olvido, en verdad no quería recordar lo antes acontecido, a estas alturas lo que significara recordar no era menester. Tomaba velocidad, mis idas y venidas estrepitosas me hacían sentir ser parte de un evento, el hecho mismo de columpiarme, los distractores sólo me llevan a la asociación y cansado –al menos ese día estaba de ello- . Mis dedos se soltaron de la cadena, de una sola mano me sostenía mientras seguía el columpiar. Me incliné mientras iba y regresaba las yemas de mis dedos rosaban la tierra, sentí una diferencia del acto en mi tacto, tocaba ahora no tierra parecían ser hojas, las hojas secas que tanto atesoro; pude tomar una, su consistencia cambiaba, no es… (Caray que difícil se vuelve describir una hoja seca, acostumbrado a describir las cosas antecedido (s) siempre por la vista. Fue un reto de tangibilidad) delicada, rompible, es dura, como si de un pequeño hueso se tratara; paró mi actividad lúdica de olvidos y me dirigí a ver lo que- literal- traía entre manos. Una muela, es una muela, una muelita ¿De un niño? ¿El niño llorón de aquella casa? No podía separar mis ojos de aquel pequeño molar, vino la asociación, la naturaleza humana de buscar la naturaleza de los eventos y su lógica. Volteé a la izquierda sentado aun en el columpio, una montañita un aglomerado número indefinido de dientes (no sólo muelas) junto a mí. Me acordé (que insistencia tan incontrolable) entonces de la casa de mi amigo, él recibiéndome en la puerta de su casa sin decir nada, pude haber pensado que carecía de boca pues ni un palabra salió de ésta, la puerta que celaba destellaba un blanco esplendoroso, como el blanco papel hecho bolita que me ofrecía que me entregó, en su interior un diente. De lado a lado de mi columpio montañas de dientes; la razón buscó presurosamente una salida de emergencia, aquí sus razones: quedaba claro que no estaba libre del recuerdo, de la asociación, de la memoria, partí de lo más inocente, niños que recogen piedritas, conchitas si están en la playa, hacen de éstas conjuntos, parte de su mente plástica, parte de su desarrollo en el reconocimiento e integración de objetos símiles ¿Pero dientes? Es insostenible desarrollar un esquema mental de tal recolección. Además, de haber sido ¿De dónde sacaron tantos dientes? Ni veinte niños con dientes de leche en próximos días a caérseles podrían haber juntado el número que me rodeaba y luego, ¿Cómo sabían que esos dientes podría llegar a asociarles a la visita de ese amigo que años antes había muerto? Me rindo, la muerte es aquí y en todas partes. Lo que no muere es el pensamiento, la idea, los cruces y las casualidades. Los sueños no mueren ¿Será posible entonces pensar en el hecho de que existe un lugar en donde se les almacena y que éstos repercuten en el día de cualquiera, en sus eventos, en sus encuentros o desencuentros? ¿Será posible viajar en el tiempo por medio de los sueños, sí de ser posible que haya sentido del tiempo en los sueños?
“Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiro…” cantaba en el camión una señora que creía reconocer de algún lado, no sé si el pensar que le recordaba o la última estrofa que escuché de ella (no en el sentido de conversión es más que claro…) me sacó del sueño lucido, de la memoria onírica que hoy (cualquier día que sea) estaría dispuesto a integrar…

martes, 19 de febrero de 2013

Notidisparates informa:





Diversos acontecimientos ocurridos en últimas fechas encajan perfectamente con señales apocalípticas no sólo inscritas en el Nuevo Testamento, sino así mismo en profecías, “premoniciones” inscritas y señaladas por pueblos prehispánicos, genios excéntricos, filósofos occidentales (tanto de la escuela griega como alemana) u otras culturas.

El desistir de Benedicto XVI en el continuar como líder de la Iglesia católica: si bien hay una aglomerada lista de razones del porqué lo hizo: pérdida masiva de feligreses por todo el globo, rigidez a modificar actitudes morales y éticas instituidas por la Iglesia que no tienen cabida en este nuevo mundo, cloaca destapada del miles de casos de paidofilia dentro de la institución eclesiástica, incremento de nuevos grupos y sectas religiosas ante las cuales la competencia se torna cada vez más difícil, anomalías financieras puestas en evidencia, información reveladora en la manos de un súbdito, mayordomo, cuestión de imagen y empatía, etc. Sea cual sea la razón alguien tendrá que ocupar la silla papal y sacar avante el desastroso momento que vive la política del Vaticano; entre los posibles candidatos se mencionan dos continentes como fuertes potenciales: África y América, el primero como signo de “tolerancia racial” (domino de un pueblo a partir de su fe. Funcionó satisfactoriamente en otras épocas porqué ahora no) y con América respondiendo al mayor número de adeptos en el mundo (México desbordado aún en esta fe y uno de los ejemplos iniciales de dominio). Llegará entonces el Papa Negro, el falso profeta, renovará las reformas internas de la Iglesia vistas en un catolicismo moderno, “distinto”. Mucha gente volverá a los templos, confianza y devoción al nuevo Papa. Nadie dará cuenta de sus oscuras intenciones que tendrán como propósito preparar los terrenos mentales, espirituales de los hombres ante una nueva era, la era de las tinieblas.
El descubrimiento de piezas, esculturas arqueológicas (perteneciente a la deidad del fuego) en la Pirámide del Sol: Teotihuacán subdivide al mundo en el día y la noche, en la luz y las tinieblas (la pirámide del sol y de la luna); pueblo sustentado en fuertes conocimientos astronómicos casi a la par de otra gran cultura: los mayas. Los aztecas serían consumidos por el poder y, si bien el sentido sacerdotal era de significación para este pueblo al final desestimaron mucho de sus creencias (dominación, conquista) sin que éstas hayan dejado de ser exactas y precisas, sobre todo en el carácter de holocausto o del fin de determinadas eras. Las deidades de fuego en sus diferentes representaciones alrededor del mundo tienen un designio primordial para con sus adoradores, este es la purificación: el fuego quemará, liberará para un nuevo resurgir (portador de vida), una nueva era. El Huehuetéotl ha vuelto desde el fondo de la tierra, desde el fuego purificador.
Asteroides y meteoritos: un rasgo que caracteriza a la humanidad a pesar de sus vastas diferencias determinadas en cada una de sus civilizaciones y grupos sociales es su arrogancia; su desbordada autoconfianza y su ego sobrestimado siempre le han puesto (por designio propio) muy por encima de todo ser viviente, muy por encima de su vulnerabilidad –HUMANA- . De vez en cuando esto se pone en prueba, quedando claro que no habrá poder humano, intelecto divino que pueda enfrentar la caída a millones de kilómetros por hora de un objeto de una masa colosal capaz de destruir un país, un continente o a la Tierra misma. En este año y en sus primeros meses uno pasó muy cerca del globo terrestre, otro más impacto en Rusia sin víctimas afortunadamente pero sí muchos lesionados.
Las estrellas, los cuerpos celestes caerán sobre nuestra existencia. Aplastaran nuestro improbable futuro.
Ídolo caído: es adorable cuando se –secuestran- toman fechas significativas para las masas y se hacen de ellas un escupitajo, se les marca con la hoja caliente de un cuchillo, dejando una cicatriz imborrable. Y es todavía más “glorioso” cuando el crimen se hace presente en la acción –las manos- de un ideal, de un ejemplo humano, de vida; deja claro la ambigüedad humana, su debilidad y su instinto animal (somos más de eso último que hombres). No somos dioses, jamás seremos perfectos. El tánatos, la destrucción comienza en nuestro interior, en los terrenos más oscuros de un corazón en tinieblas, en el corazón de un hombre de acero, de piernas de acero.

domingo, 10 de febrero de 2013

Los perros salvajes

Hace años tuve la posibilidad de leer a Clement en su famosa Operación Bolívar, ahora disfruté de sus Perros Salvajes. Edgar Clement es exponencial ejemplo del folclor, el truco –su truco- está en cómo presentar dicho folclor, cómo hablar del antepasado (prehispánico) sin caer en “cursilerías” históricas o comerciales, cómo hablar de lo que nos desgarra, cómo purgarse de tanta mierda, violencia y corruptela, cómo dar cuenta de manera atractiva, entretenida, contundente de que vamos patrás y que confundimos progreso por industrialización, homogeneizando identidad. Cabría decir que uno de los engranes mayormente logrados de este autor es el manejo simbólico, allí reproduce toda función mitopoyética, incluida la fervencia de la religiosidad y la imprudencia política y gubernamental (no es sólo nacional, jala parejo, es global a más no poder sin caer el rapto de fórmulas, cosa que se agradece bastante); tenemos entonces en sus Perros Salvajes el mito del Nahual (recurrente en Clement) que encara directamente; es canal para hablar de un sinfín de complejos de identidad, es canal de reclamo sin ánimo de contestarío, por mucho Clement se aleja de eso más no lo excluye: no excluye al narco, no excluye la pobreza, no excluye al “sistema”, no excluye la inconformidad, no excluye lo teológico, no excluye la herencia social, no excluye la distopía. Y allí nos lleva Clement en la consecuencia de sus símbolos (de sus expresionistas viñetas) que son nuestros símbolos, a veces poéticamente, en otras tantas muy drásticamente, trágicamente nos reconocemos en esos Perros, en sus nahuales, en una lucha que va cambiando de matices, de sentido eso sí siempre místico.
En cada página de esta obra vemos a Castaneda, vemos la nota roja. Los Perros Salvajes son como colocar un gran espejo en lo alto del cielo, el cielo de nuestra tierra, de nuestro pueblo. No siempre lo que vemos o reflejamos es agradable pero al final somos nosotros.

lunes, 21 de enero de 2013

No puedo fingir todos los días…




Salir de un lugar del que no te sientes parte; los rostros jóvenes, el movimiento de las cabezas de los chicos –despreocupados- al ritmo de sus tiempos, de sus momentos. Una chica de ojos delineados en negro le dice a otra que no quisiera que "él" se entere de las ganas de ella por su amigo. Entran cuerpos cubiertos del frío, otros salen cubiertos de mezcal. Mujeres de cabellos atrapados en el listón verde que roció mi atención; algo contundente tuvo que haberle dicho el acompañante de overol, ella le besa las manos  como sí las palabras de éste hubiesen sido lo más maravilloso que le han dicho en su su vida. Las sonrisas de ambos les vi en el espejo, en la parte ocre. Y entre tanto ni los tragos, ni cualquier otro estimulante me arranca la idea de que estoy envejeciendo; la idea misma no tendría afronta, el problema se suscita al verme esperanzado en los rostros de aquellos que, hasta ese ruidoso –penumbroso- instante dejan de darme fe. El lugar no es la iglesia ni recinto alguno de ese tipo, aunque no deja de ser ilusorio y choqueante encontrarme lleno de santos, de fervor (lástima que la música no se ve inmiscuida en la fe, en la devoción). ¿Hay ilusiones en todos los allí presentes? Al menos por esta noche sí. A mis amigos, a mí, se nos acaban las expectativas, se nos ve en las frentes más amplías a falta de cabello, en nuestro uso del léxico el cual se impide decir tantas barbaridades y groserías; en su lugar la saliva da cuerda a la “experiencia”, al sentirse próximo a lo que signifique vida. En nuestra forma de agarrar el cigarro, en las copas tras copas de Whisky (cuestión de estrato etílico), en la formalidad del vestir o en su desfachatez que ruge en sentimientos de ardid juvenil (mis prendas). Perdidos entre el tumulto, en ocasiones como si estuviésemos separados del resto, tomo como analogía una panera, su tapa nos libra del ambiente, de su inclemencia. Nos sentimos “protegidos” y “ajenos” a la contaminación; tontos, ni siquiera les importamos. Nos gusta vernos en los looks de ellos, compararlos con el pasado, hablar de éste como si hubiese sido el mejor: mejor ambiente, mejor música, mejores charlas (nadie se atreve a hablar de mejores mujeres, siempre son mejores, se reinventan en toda época).  Es mala costumbre, empacho de interacción, eso es: la comparación. Sin ella no habría posibilidad alguna de entenderse, de empatarse (sucede en mayor frecuencia), de delimitarse, verse en los lugares, en los pasillos, en los ojos de la chica al fondo que te observa e imaginas que fue aquella que no te vio durante… Forzar las sensaciones y  los recuerdos, darle la elocuencia al espacio, tiempo y forma, hacerle parecer lo que no es. Es asfixiante, decidimos partir. El pasado a veces se encapsula y en esas cápsulas venden tragos, esperanza; al menos ves el futuro no en hordas sudadas, si en minúsculos grupos enfundados en abrigos, en fragancias, en tintes (castaños, rojos, rubios proliferan)  y en cuerpos a los cuales puedes aún beberles el jugo. El efecto de sentirme en un rotativo juego de atracciones, mi paseo es lento, observo: parejas, un sujeto con dos mujeres (de chamarra de piel blanca, roja. En verdad es como estar en el pasado). Busco la posibilidad de que alguien me cimbre, que también rote, de buena gana que me arrebate lo “interesante”. La forma del lugar es interesante ¿un trapecio? Una figura irregular, el paso de los años es así, irregular (que encantadora analogía arquitectónica). Asientos negros, cómodos, poca luz que permite no ver la cercanía del otro vista en las mesas rodeadas por un asiento –largo- que se pega a los muros perpendiculares, la intención de acercarnos, sentirnos fraternos ¿Por qué los somos? ¿No? ¿Por eso estamos allí? El escándalo es menor, se puede hablar, seducir –si quieres-  en términos remotos de sofisticación. Hay tiempo para el alarde musical, regocijo de saber que aquella banda perdió a su primer vocalista pues le olvidaron en la cajuela del carro mientras su vomito lo arrebató; en cantar correctamente las melodías mientras el resto sólo mueve la boca; en saber que esa canción es del soundtrack de tal película, que fue dirigida por tal, que ha dirigido tales y en que tal año se estrenó (el año de tu primer encuentro sexual, el año del accidente). No falta el que reconoce la canción de moda –pasajera- de la ciudad y para su fortuna el dueño del local es el vocalista de aquella banda que sólo existe en este acotado imaginario (afuera saben de su existencia, pero es negado, nadie quiere ser integro engrane del pasado, al menos en estos menesteres). Y llegan los conocidos, los contemporáneos: afortunadamente el encuentro se limita al cordial saludo de manos (nada de chocarlas, ni hacer rituales desfiguros, eso sólo se describe no se ejecuta), igual se cuelan las preguntas-afirmaciones arquetípicas:” ¿Cómo estás?” “Tanto tiempo sin verte”, oraciones de ese calibre común; la sobremesa de contemporáneos de dos grupos distintos se distinguen por preguntas como: ¿Y qué has hecho de tu vida? “¿Casado, hijos?” “¿Dónde trabajas?” “¿Has visto a fulano, a sultanito Pérez? “, en instantes se vuelve una salvaje competencia en la que saldrán sólo victoriosos aquellos hacedores, ahora arquitectos de su vida que pueden hablar a diestra y siniestra (sí, a veces muy siniestra) de lo bien que les ha tratado, ajá, la vida, de lo bien que han quedado con sus antecesores al forjar y materializar sus sueños (favor de no confundirse, es un sueño compartido, un sueño frustrado del otro, una expectativa de la vida en promedio occidental, un fin a veces insípido (un final tiene como regla interna jamás ser parco), en motivos más sociológicos ¿antropológicos? la consolidación del eje de las civilizaciones: la familia.
Y entonces recuerdo otra vez mi circunstancia, mi realidad, mis ganancias, “mi ahora”. Pretendo, pretenden aquí los reunidos darle la vuelta, verle en otro lente (más cerca, más lejos, borroso, enfermo, “exitoso”, superficial,  en el mañana. La lista sería inacabable). El recordatorio no vino de las ideas en las que estaba más que enclaustrado, vinieron de mis intestinos, viajaron por mis conductos trepando mi esófago hecho reflujo. Traté de olvidar las demandas de mi factura, de mi “abuso” en el pasar de los años; las voces de mis amigos, los videos en cinco, seis pantallas, los Cranberries no se equivocan soy un zombi y siento que las tripas se me están saliendo y no sé si tendré el valor para tragármelas. Un puente y un árbol seco son mi salvación; la sal en mi lengua del cacahuate 47 me hacen ver ese puente no existente en ayeres, este lugar, este espacio que estuvo atrás, nosotros, los aquí reunidos estuvimos antes, antes de que nuestros gustos se hicieran nostalgia sin el puente que ahora cruza la anterior y lo presente. Pero previamente estuvo el árbol seco sin hojas (no siempre luce así), es testigo avejentado del pasar, del trayecto, de la llegada y la despedida. La urbanización, la industrialización no  le arrasó, no le influyó, parece ser el mismo; los que hemos cambiado somos todos los que estamos aquí adentro, los que caminan allí afuera para llegar o irse. Somos perfectos indecisos, perfectos viajeros de la añoranza. Me animo a seguir bebiendo cerveza y me aferro a mi locución, a mi lógica “privilegiada” y le pregunto al amigo de a lado que tan feliz es, responde que no sabe pero que desde hace mucho no ha dejado de ir domingo a domingo a escuchar las enseñanzas de un sacerdote que da misa cerca de un campo de fútbol… ¿Te hace feliz? Le pregunté “Sí, me gusta como  desdeña el sentido bíblico” responde, entonces no me quiero quedar atrás y le digo que “ésta bien…” pero que eso sólo responde el sentido figurado, la clave está en la asombro que siembres en la gente, en hacerles creer que no saben cosas que por sentido común conocen, otorgarles cierto encanto (a ellos y a la idea misma). Y entonces yo también quiero fungir en ese momento de sacerdote, hacer de estos comensales mis feligreses y comienzo a decir cosas como: "el arte es mainstream, podrías llenar de respetadas obras tu casa pero qué caso tiene sino te causan nada más que orgullo de tenerles, orgullo llano de poseer la réplica 1000.02; la filosofía se trastornó, su tarea continúa pero no se nos presenta en una epifanía, en un desgarre de sensibilidad , no, se nos hace presente en manuales, en estrategias para hacerse de todo recurso posible (me aburré escucharme para este momento, no me importa). Para ser precisos, la superación personal es la vulgarización de la filosofía occidental, y también la oriental, a esa podemos (vaya que sobrepasa, me rebasa y a fuerza quería entrar en el sobrentendido) llamarle New Age… y la religión regresa al sentido mismo de su propósito, porque fíjense que ahora no cumple -solamente- la tarea de arrear únicamente el designio de la existencia (pronto terminaría gracias a todos los dioses), sino que ahora es –siempre lo ha sido- una institución por demás remunerable, un cuerno de la abundancia de una res flaca."
Vinieron algunas discrepancias ligeras, un silencio en el no silencio (es puramente el grito sordo) , vendría la estocada, le reservo. Pagan y salimos de la cortina de humo, me despido en silencio del árbol, el puente es aviva certeza de longevidad, allí nos ve a nosotros y verá a otros, por tanto no tiene caso el despedirme de su presencia  ¿Y la estocada? A vuelta de esquina viene el predicamento, cierre de una noche de invierno madre de los primeros días del año 13: Mi vida no ha sido mejor, peor, está que me brinca del cuerpo, se me sale por los ojos y en gritos nada más creo existir. Mi aullido es mi evidencia, me pone en la disyuntiva del fingir o el no fingir todos los días.




sábado, 12 de enero de 2013

Helena Rojo




Esta señora tiene todos los "criterios" para convertirse en una idealización: es atractiva (invita al atractivo de sus ideas (…), igual es mera solicitud, fantasía, pero bah…), tiene un par –más- de películas aceptables (papeles que alimentan más esa idea de la mujer de los sueños que se filtra entre novelas de nobeles peruanos y novios castrados (73), en los finales de fiesta (72) vestidos azules que se dejan caer en un apetitivo cuerpo delgado ; se hace una favorita de ojos (no tan negros como la noche 76), cuencas y pómulos dignos de un papel teatral en la Caja, en un foro en donde la veas por primera y última vez.
No pretendo hacer de Helena una Milf estilizada, pretendería de Helena haberle conocido algún día en el pasado.

viernes, 11 de enero de 2013

Invención improbable


Como perseverante consumidor de ciencia ficción en repetidas ocasiones me da la gana imaginar qué de tanto de lo leído, de lo visto se ha hecho efecto cumplido. Excitante y un tanto envidiable deber ser para el analista de diván el saber cuánto del material mental–no sólo de un pensamiento- de infinidad de pensamientos fecundados (en ideas) es la realidad sobre la cual hoy caminamos y en la que nos aprisionamos. Vamos, que las fantasías son el soma de nuestros desperfectos existenciales. En un tema básico del tratado los viajes en el tiempo son una jauría: la inquietante solicitud y demanda representada no en máquinas imposibles o en agujeros sino en “Tubos” que nos hacen “viajar”, abandonar este presente que por mucho alarde de él nos angustia, nos atemoriza. Será entonces prudente tener el resguardo de un ser omnipotente que nos proteja, que nos resguarde de tanta desazón; éste debe cumplir criterios primarios de las –reinterpretadas- necesidades básicas humanas. En principio la necesidad de ser escuchados, sujetados al nudo de críticas no severas, complacencias de un futuro que no se deja interiorizar más sí nos rebasa en cada despertar: en el monitor las redes intangibles de la vida social nos presentan a esos benefactores consumados. El choque entre la era de la digitalización y la intangibilidad, poderosa paradoja de un delgado objeto que nos hace “existir” en el hemisferio imaginativo de nuestra permisividad a los espías, los vigilantes voyeurs que sabrán de nuestro estado, lugar, espacio y afectividad. Círculo perfecto del azar, del destino y de la domesticación de nuestra neurosis social; jugamos entonces a tener el control, nos vemos instalados en la comodidad de nuestros aposentos (gloriosa y bien aventurada dependencia) al frente de un inmenso tablero: da click y tendrás amor, da click y tendrás sexo, da click y tendrás lo siempre anhelado (nada se escapa), pucha y tendrás estatus.
El futuro es una y otra vez imaginado (deconstruido), se ve prendido a un constante desfase, una transformación de símbolos que son en realidad el mundo, el mundo dentro de la bolsa de otros mundos: cajas de metal, orgánicas otra veces, virtuales en demasía, robotizadas (desde tiempos muy remotos), mundos invadidos, conquistados , hibridizados (terrestre-extraterrestre-dimensionalmente- culturalmente-estelarmente-ancestralmente ). Ingenieros de los imaginarios de trasto social a veces contestarios y otras tantas de soporosa banalidad. La luna es la opción, Marte es la continuación, los caudales secos de su tierra roja no serán más venas vacías, veleros modernos llenos de chicas-verdes- repletas de bloqueador anti-erosión pasearan en ellos; otros tantos ejecutaran finanzas en lado oscuro de la luna; nuevos elementos se descubrirán sin embargo estarán prestos a los mismos usos: el placer y la satisfacción no razonable (¿existe esto?).Y aunque la caja sea distinta en forma y materia quién le habite responderá a la lógica del siglo XVII o del siglo XXI (el siglo de su elección siempre y cuando parta de la colonización), la lógica de la acumulación, de la dispersión. No hay mejor ciencia que aquella dedicada enteramente a darle vida a las ficciones. Máquina voladora, máquina capaz de llegar a las profundidades de la tierra, de los mares, de las estrellas (no subestimes la profundidad de las estrellas, del cosmos. La profundidad y la altura varían en perspectivas). Máquina capaz de crear almas, reto, pronto se superará. La idea percé parte peyorativamente en la intención de borrar la enfermedad, el desperfecto, la putrefacción de los sistemas; en el limpio y brillante reflejo de un metal frío en el que se vacía la lucubración misma de la inmortalidad, la perfección, la inalcanzable utopía.
Dimensionar: credulidad forzada, quisquillosa. Tener la certidumbre del saber del qué hubiese sido de haber decidido esto, aquello, lo otro ¿Por qué sólo direccionar a la vida en una sola línea? ¿Por qué individualizarla pudiéndola dispersarla? Me parece que es justo aquí en donde el pensamiento corre (y no a marcha forzada); es analgésico del espíritu crear matices escénicos, incitar e invitarnos a salir de nuestro caparazón vivencial acumulado –más vale decirlo- en arrepentimientos, en decisiones equivocas y en la frustración que se ve arrancada de sí misma ante la férrea idea del paralelismo. El lugar en donde la posibilidad no es sólo un concepto, es desfragmentación del sueño, de los sueños de muchos. Esos mundos son posibles y lo serán eternamente porque habitan en el invento más ficcional de todos: la mente.

Stairway to Heaven (sic)


Ozymandias



Mi nombre es
Ozymandias,
rey de reyes:
¡Contemplen mis obras,
ustedes, los poderosos,
y pierdan la esperanza!

-Ozymandias
Percy
Bysshe
Shelley