Tiempo

El tiempo es mi mejor amigo y mi peor enemigo. El tiempo ambiguo del esquizofrénico, el tiempo que fumas, el tiempo que soñamos, el tiempo viajado, el tiempo obsesivo felizmente vivido por un servidor y otros más; el tiempo otorga el valor… valor para hablar de comics, de ideas, de “absurdos delirantes”, de parodia, de cine, de intentos, de música, del fin del mundo, de playas vírgenes ochenteras suicidas. En fin, el tiempo es quien definirá este rollo que hoy mismo inicia e incita a la banda a que lo visite, lo juzgue, lo ame, lo odie o las dos cosas. La pertenencia digital me quitaba el sueño.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Bestiario del ego


Ego mercadológico: aquél dotado por la significación de un objeto; brinda al sujeto cierta seguridad en el hecho de tener una propiedad que le incita a saberse mejor que el resto. Aunque existe una variabilidad de dichos objetos prevalecen aquellos que definen la causa de “avance, tecnología, modernidad” , causa misma que le connota entenderse en diferencia, "superioridad" sobre los otros, y así mismo plena identificación de una “avanzada materializada” que suscribe una ilusoria idea de “desarrollo”, “éxito” y poder adquisitivo.

Ego superfluo: si bien podría determinarse “sanidad” en el mismo, entendiendo su innata razón de mecanismo de defensa, es menester marcar su diferencia entre lo que podría ser en principio simple circunstancia de resistencias o grosa suerte de negación, y es en este último punto donde se define su “inutilidad” y riesgo, puesto que el individuo que recurre o vive de éste será recurrente al alardeo de eventos, acciones, discursos (previamente evaluados, aceptados: aforismos), en resumidas cuentas un camaleón en el mundito de “lo valorado”.

Ego estético-erógeno: quizá uno de los más “frívolos” de la lista (compitiendo directamente con el mercadológico puesto que es muy libidinal por aquello del fetiche, el poseer o ser poseído) y de la misma forma el más reverenciado y útil en un mundo que en composición sirve más a la carne que a la tierra ¿Pues de dónde parte la pulsión de vida?; alardeo desmedido de belleza (estipulada y moldeante, de canon) y de jugo –literal- de reafirmación que ya para estos tiempos no distingue singularidad alguna de preferencia y género; el objetivo está en el agrado, en el despertar violentamente el deseo en el otro, en los otros suele ser mejor. Objeto –de cirugía- del deseo que vuela como pluma delicada erecta y escotada, pluma que sólo escribe una sola palabra: reafirmación. Tentador y delicioso estado, a riesgo certero del vacío.

Ego desinflado-nostálgico: el aposentado, el trono de las viejas glorias que inciden en regresar una y otra vez en las leyendas del inconsciente individual que exige ser substancia del inconsciente colectivo. Demandan ser escuchadas, piden que no olviden ese pasado que ya no tiene cabida alguna, que no permite entrar un uniforme en un cuerpo, igual, uniforme. Los sujetos suelen aferrarse a esos días como paliativo de un descontento con su presente.
¿Quién no lo tiene?

Ego intelectualizado: si bien todos (es preciso decirlo) son un mecanismo de defensa, éste representa tanto un gozo como un desmoronamiento: el gozo inscrito en la “ilusión” de saberse en territorio de superioridad, en la idea del desmejoramiento -y desventaja- de los otros, en su susodicha utilidad; la desgracia acontecida en “conocer más” y sentirse con mucho mayor miedo en la praxis de lo cantado como vida, ¿De qué sirve saber más si de dolor y angustia me llenará?… Pero como en todo hay tipos, clasificados y encontraremos ese intelectualizado que está tan sumergido en su soberbia que pone una muralla entre lo racional y lo congruente, se instala entonces la ley única de “lógica”… o aquel otro que al flotar en insurrectos juró –jura- ser el rey del barrio.
¿Cómo dices que dijiste?

Carta abierta al triunfo de Márquez


                                                    Eduardo Arroyo 


La pelea del día de ayer fue una lección esencial de vida, sobre todo para despertar nuestra vena de escepticismo y por supuesto para sembrarnos un incesante chorro de publicidad, tal cual manguera de policía anti manifestantes (aunque esto se hace con frecuencia, regularidad que se hace cotidiana. No lo del manguerazo, eso llegará a ser frecuente, me refiero al bombardeo publicitario).
Sé que muchos me acusaran de insidioso, de ir contra corriente, es más, los conservadores podrían llamarme “¿anti patriota?” (sí, hay individuos que pueden llegar a ese nivel en tan sólo un fin semana); el detalle es que ese triunfo me sabe a medias, medias usadas, montadas (no fue mi intención que tomará dirección cortesana), una escenificación óptima para estos días que emulan –y nos llevan, nos tienen- en el ojo del huracán: nuevo presidente, nuevas reformas, represión que parece provocación, Tijuana campeón, narco en no asomo, cátedra en Harvard, la enfermera suicida ¿o asesinada?, fin de año, fin del mundo (me persigue la idea de si en realidad fuese cierto…) y una larga fila de eventos que van de lo más burdo a lo más burdo; la nota actual exige ser inverosímil, burda, sus desenlaces son asunto de quién lo analice o lo trague, y aquí es precisamente en donde bajamos, veamos:
Como sociedad sofocada que recorre el sinuoso camino necesitamos un tanque- una máscara (ja)- de oxígeno, algo que no nos permita pensar que al final la cabeza y el resto del cuerpo nos van a reventar. De tal forma nos hacemos de una buena vez de un campeón, y que mejor si éste es púgil (la fascinación sobre el héroe pugilista es que sirve a todas las clases sociales, a todos los géneros y a todos los partidismos (PRI de calzoncillos), ah y a todo el mercado. Fíjense, ayer por quisquilloso y para pasar mejor los espacios entre round y round me clavé en los comerciales. Busqué saber de qué iban, qué podrían ofrecer al público en medio de una pelea que nos podía inflar o desinflar el ego colectivo, curioso, lo ofrecido fue lo siguiente: autos (sin uno no eres nada, además el automóvil es una capsula literal de comodidad, de hedonismo), Shampoo (debes preocuparte más por lo que está afuera de tu cabeza que por lo que está adentro. A nadie le importa qué estás pensando, bueno sí, a Facebook; películas (estrenos irrelevantes y palomeros), desodorantes (porque el valor, la voluntad y la gallardía no se llevan con el mal olor), pegamentos (…), celulares (el producto por excelencia, cobijo y gasolina del estatus, la comunicación y el entretenimiento), cervezas (compañero eterno) , bancos (no somos tus enemigos, te libramos de nosotros mismos haciéndote esclavo de nuestras tasas) y Gobierno de la República (legitimar a partir del buen gusto, un gobierno sofisticado que esconde su ya conocida deformidad).
Pero volvamos a lo nuestro, lo anterior es intrascendente, se vuelve trascendente cuando te lo repiten más de cinco veces en menos de treinta minutos… un tabique partido, una caída en la lona del ególatra campeón en el round 3, después un juego de piernas y un volado que pone en el suelo al retador, la emoción se desborda, tan cerca y tan lejos. Un regreso furtivo del filipino pone en aprietos a los coros latinos en Las Vegas, “Si se puede, si se puede” y se pudo. Sexto round, derechazo a la cara del político campeón, “fulminado”, la reacción del presente es el aplauso sincero, la algarabía y el “agüevo”, “vales madre pendejo”, “tenemos campeón”… La cámara apunta una vez más (lo hizo desde el principio) a la botox esposa del ahora ex campeón; sus lágrimas son peores que las de un estudiante de actuación de Televisa, es incrédula ante el hecho, su esposo “inconsciente” desfallecido en la lona. Alguien que le pase por favor a la señora unas lágrimas de utilería. El discurso del nuevo campeón es en principio el agradecimiento a su gente, a su país, al pueblo. Se siente programado, la excitación no revienta sus pupilas, el corazón no habla; parece que todos están a gusto con el papel desempeñado, quiero decir: la derrota no huele a derrota, no aparenta pérdida, mientras tanto el triunfo parece vaticinado, en tanto que lo espontáneo se aparta.
Pero qué diablos, qué mierda ¡Tenemos campeón! ¡Somos campeones! ¡Somos chingones! Además viene la navidad, la rosca y después el carnaval. Mis propósitos de fin de año serán hacerme de un carro, un cel, me sacaré una cuenta bancaria al fin que este gobierno parece que si quiere hacer las cosas bien, por tanto verá por nuestro beneficio, nuestros intereses; incluiré de igual forma un pegamento, uno nunca sabe ¿Un pegamento? Esto en verdad pega de locura, es nocáut de fin de año.

Sábado –de gloria- presidencial


Le decimos una vez más adiós a un presidente, de él millones de juicios luz se pueden –se deben hacer-, de sangre batidas no sólo las manos lleva, el cuerpo mismo y sus entrañas ya son uno con el dolor de este país (de muchos años atrás acumulado, nación adicta al drama, a la tragedia). País das la “bienvenida” dividida a un nuevo presidente, su carencia significa reflejo de un todo, de nosotros mismos; si del otro proyección de instinto, de guerra y carnicería, no fue más que los deseos mismos de este pueblo, no el distintivo de estar hasta la madre, de la queja o la justicia (ya vimos que de ello mucho oasis, mucho anhelo de sentido de pertenencia), lo colocaría mas en el distintivo de aniquilamiento: quebrarse desde el fondo, decapitarse y dejar la cabeza en un lado y el cuerpo a KM. Este nuevo presidente es el síntoma, más no enfermedad de una inhibición del pensamiento, carente de lógica, de sentido común, ¿Que así mismo no direccionan sus pasos la gran mayoría de habitantes de este país? Sería agresivo decir que tenemos lo que merecemos, me parece que en términos más objetivos es: lo que tenemos, lo que somos.
Seis años para evaluar no a éstos, sino para evaluar a estos otros, los que estamos en montones atorados en la carriola global, esperando permanentemente que venga una nana protectora que nos dé el empujoncito, que más que sabido es al arrecife.
El presidencialismo es símbolo, nosotros somos la substancia.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Maggie Gyllenhaal



Las platónicas (musas a mí): Maggie Gyllenhaal
La primera vez que la vi fue en Donnie Darko: la hermana mayor trepidante y sensual que al final no era tan fatal como parecía; de esto se faculta la belleza de Maggie Gyllenhaal, un cuerpo tan
delicado y un rostro de niña que invita a la tentación. Sus papeles –y ojos- siempre han tentado fibras perversas y no por ello ajenas al amor, tenemos ahí el magnífico caso de La Secretaria, moriría porque colocara una cucaracha en mi edredón.
Capacidad histriónica (dos veces nominada), hija de director de cine y escritora dieron como resultado este encanto de retoño. No sólo Bruce te llora, nosotros también te lloramos Rachel, mi Sherrybaby.

Aromas de la “A” a la” Z”


Alcoba: olor a gato, aroma a shampoo, esencia de cobijo.
Bossa: aroma de espuma, de cocina de ayeres.
Cosmos: olor a infinito e incienso de estrellas. Oler la nada.
Dedos: aroma variante, un tanto penetrante.
Elote: olor a tamal, humo de hoja.
Fisuras: aroma en fuga.
Gendarme: tufo que disfraza el miedo en uniforme.
Huesos: olor a tierra. Si del frío pudiese oler. 
Imán:
 esencia de atracción. Reciprocidad de aromas.
Júbilo: aroma minúsculo de fe.
Kilowatt: electrificación nasal (aroma sináptico).
Libro: aroma de letra húmeda permanente. De otros ojos, de otras manos en cada página.
Lluvia: frescura, espejo amable. (sic) Eré
Música: olor anímico, fragancia inyectada en vena de por vida.
Nombres: el nombre se puede “leer “y oler, cuestión de tiempo.
Ñengo: olores subestimados.
Opio: aroma interno del alma enclavada.
Pezón: esencia fémina, perfume que alimenta y enciende.
Queta: olor a Johnson, la esencia de su falda.
Rocambole: aroma a instinto, tufo de redención.
Saliva: depende (hedor, amor, rabia, desprecio) olor, sabor de pasión que acomode.
Tijeras: aroma cortado, a veces no del todo inhalado.
Ummagumma: olor a jardines del pandemónium.
Vanguardia: olores que siempre van por delante, dejan estela y atrapa a quien merezca.
Who: olor cualquiera ¿Pero de qué o quién?
Xalapa: olor a vida.
Yavhé: aroma idealizado.
Zeta: tufo de atribución maliciosa. Son ellos no yo.

Cómprame un boleto a Vietnam


“Si escribiera poemas, escribiría en primer lugar poemas con descripciones de medicamentos. Sólo los grandes novelistas japoneses manejan bien la voluptuosidad estética de las medicinas de patente. Tanizaki Junichiro, por ejemplo, es muy cuidadoso con estas descripciones. La ley poética exige que pasemos la receta al lector y especifiquemos claramente y sin lugar a dud
a o error nombre comercial, fórmula, laboratorio, dosificación, horarios y vía de administración, así como efectos, tanto buscados como laterales, y, con menos precisión, diagnóstico, pronóstico y etiología de la enfermedad. Los caminos del realismo son inagotables y hay que evitar a toda costa, no sólo en los poemas, sino en todo, eso que es puro excipiente c.b.p. , neutro, pardo, sin sustancia alguna actuante y redentora.


Exploremos el esplendor verbal de la farmacopea. Voces suntuosas, las terminadas, por ejemplo en “pina”, como Carbamazepina, ingrediente básico del Tegretol, que es específico para la epilepsia y la neuralgia del trigémino y tiene como efecto secundario causar cierta somnolencia. Lo producen los laboratorios Geigy y puede usarse en poemas sobre Julio César, Flaubert y Dostoyevski, que sufrían la enfermedad sagrada…”
Discutibles Fantasmas, Hugo Hiriart
-¡Salud! Hugo Hiriart de mis autores favoritos. Este señor siempre debe estar fumando marihuana, picando mezcalina ¿No lo crees?
No hay respuesta.
-O la otra opción: debe estar loco. ¿Tú qué crees?
-¿Que si tus funciones son mejores bajo el efecto de la mezcalina o alguna otra sustancia? ¿O que si luces mejor como loco que intoxicado?
-¿Eh?, sí… ¿Me ubicas más como loco o como sustancia?
-Yo creo que quieres ser parte de todas ¿No?
-No sé, las mieles de la locura casi nunca tocan la puerta. No tienden a presentarse. Así que nunca puedes saber si en realidad has perdido la razón.
Por ejemplo, un día te despiertas y el primer pensamiento que te viene a la cabeza es que te has vuelto loco. Esto sería discutible, ¿cómo podrías ser consciente de que enloqueciste? el saberlo es antítesis de la locura, no podrías por tanto estar loco; lo supondrías, lo inferirías, pero en realidad no lo estarías. La locura llega al trono, se sienta y te “reina” sin saberlo.

-De acuerdo. Pero ahora yo te cuestiono, primero te describo la premisa: Si alguien se pregunta y se responde así mismo, es más da pausa, tiene paciencia para la anhelada respuesta, ojo, ese alguien está solo, es emisor y receptor al mismo tiempo ¿Cómo definirás entonces su estado mental? Y te lo digo porque es precisamente lo que en este instante estás, estamos haciendo.

No hay respuesta.

Watchmen mediático




Anexo VIII “El honor es como el halcón… A veces debe usar capucha”
Es un artículo escrito por el editor del New Frontiersman (Godfrey); en él se describe la relevancia del héroe enmascarado para con el pueblo estadunidense, haciendo algunas
 analogías bruscas, y sí porqué no, inverosímiles (el Álamo, el té de Boston, el Llanero solitario por mencionar algunas) para entender-comprender la presencia de éstos como símbolos de la identidad nacional.
Crítica la postura del Nova Express, describiéndolo como un periódico comunista, ya que éste desacredita la “resurrección” de las figuras heroicas. Godfrey culpa directamente al editor del Nova (Roth) sobre su responsabilidad directa en el exilio de Manhattan (el caso del cáncer y la difamación venidera), le relaciona también con el gobierno de la U.R.S.S.
Godfrey defiende –textualmente y ferozmente- la presencia de los enmascarados, ya que determina en ellos el compromiso de la justicia verdadera, aquella que no es ejecutada por los que crearon las leyes lánguidas e inútiles, sino por los hombres puros que apelan por la libertad. Toma una mención atrasada del Nova en donde comparan a los enmascarados con el Ku Klux Kan; Godfrey la desacredita defendiendo la postura de éstos, les justifica mencionando que ellos defendieron cierto territorio norteamericano del insulso mestizaje, llamando a las otras culturas: “culturas menos avanzadas moralmente”. Describe en totalidad al Nova como anti norteamericano.
Demanda al gobierno que investigue quién patrocina al Nova, acusando directamente a los “rojos” de dicho patrocinio. Cierra diciendo que lo que describe y dicta el Nova va en contra de las tradiciones y valores de su país.
Hay un cartón en donde se presenta a la figura del héroe en una emulación muy cercana del superhéroe anglosajón (Superman) el cual va uniformado con la bandera de Estados Unidos, el mismo se encuentra sobre un ring. A su espalda una figura satirizada de Roth le dice: “¡Vamos, quiero una pelea limpia! Le rodean una mujer negra exuberante que le acecha con drogas diversas, un mafioso regocijante de capital, una figura gansteril, atrás de ellos puede verse a un soviético con una bomba (en la que está dibujada la insignia de la hoz y el martillo) en la mano; un vándalo le apunta con una resortera, lleva puesto un mandil en el que se puede leer: Delincuencia Juvenil. Entre el público se ve a un hombre calvo dormitando, a su espalda puede leerse “público en general”, alguien más lleva un banderín el cual dice “Keene” haciendo referencia a la ley que censura a los héroes de cualquier actividad; una mujer con sus hijos miran con horror la escena mientras la estatua de la Libertad llora.
Todo lo mencionado nos da un claro punto de la presencia de los medios gráficos y la influencia directa que tienen sobre el pueblo estadunidense en su postura al respecto de la figura del héroe. Por un lado el New Frontiersman nos describe una visión ultraconservadora, xenofóbica y paranoica, determina en los enmascarados el símbolo más puro de su nación, la pone como el defensor neto de sus derechos; estigmatiza toda condición y atribución del mal asumiendo así la descomposición social a los comunistas, socialistas, a los drogadictos, a los atípicos, todos aquellos que manchan la identidad nacional, incluyendo otras razas; la sátira es más que clara, hace evidente en figuras estereotipadas dicho ataque y atribución maliciosa.
Por otro lado la postura del Nova Express vacía toda esa descomposición en la figura de los héroes, pues traslada su función y tarea en mero hecho gubernamental, héroes al servicio del gobierno que violentan los derechos civiles. Podemos entender que ambas posturas son equivocas y que sólo responden al miedo eminente de una posible guerra nuclear en puerta, dando pie –realmente- a una “guerra de medios y civil de una nación”. Queda entre dicho la verdadera intención de los enmascarados, en la que hasta ahora podemos dar cuenta que es relativa y sí, muy particular, dado que cada uno de los Watchmen responden dicha función a sus propios intereses particulares, son exclamación de sus propios miedos, reafirmaciones, lucubraciones , complejos e interpretaciones de una sociedad que ha perdido su identidad y rumbo, misma sociedad que en algún momento respondió a las hazañas de éstos, pero que ahora en un “mundo moderno” en descomposición no tienen ya cabida. Héroes “que no son necesarios”, pero que son requeridos como figuras mesiánicas, alejadas si del ideal –utópico- del consenso, más necesarias para salvarles no de una guerra sino de sí mismos. La intención de proyectar las responsabilidades que les han llevado al error tan grave ante el cual sucumben.
Cualquier similitud es –y no es- mera coincidencia… Porque la Guerra Fría se traspoló a nuestros corazones.

Presidente



Un “ídolo” observa una foto-lamina pegada en el que fue su salón de clases durante la primaria.
-Sí, estoy seguro, ese del “poster” es el Presidente Díaz.
-No. No es él. Es Ricardo Flores Magón.
-¿El de la independencia?
-Ah… eh, más o menos.
-… ¿Sabes cómo se dice Presidente Díaz en inglés?
-No, me atemoriza saber cómo.
-Se dice: President Wayne. Ignorante.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Suspiro




-¿Pero esta vez no comenzaba a voltearse lentamente el vaso que flotaba sobre ti mientras pensabas que estabas despierto, la sensación aquella de que algo  te derramaría? Eso fue muy inquietante.
-Esta ocasión no podía despertar… Espera, alguien tocó la puerta. Deben ser ellos ¿Tienes lista el arma? Les dije que tú la conseguirías.
-La tengo, ve abrirles.
-Pasen, no se queden allí pasmados.
Caminaron el largo pasillo de la sala, parecía que se negaban a llegar a su destino. Adentro les espera él, el de los dientes amarillos. En la mesa el arma, una botella de ron a la mitad y ni un solo vaso. Cinco sillas alrededor, los tres hombres adentraron a una atmósfera de humo; justo en ese momento se llevaba otro cigarro a la boca el tipo de los dientes. Uno de los hombres se quitó la chaqueta colgándola en lo que parecía un busto de una medusa, tenía las cuencas vacías. Alguien no temió a preguntar que si en verdad lo harían: “Pudimos llegar a hacerlo, aquí estamos, nos lo hemos demostrado. Fin de la historia, celebremos”.  Todos miraron primero el arma, un acuerdo sin palabras en el que decidirían quién lo mataría por cobarde. Las miradas pasaron del arma al rostro del osado, el invadido por las miradas fue el primero en sentarse y más adelante el primero en turno. Por supuesto nadie pidió un  vaso, comenzaron a beber directo de la botella; el anfitrión les veía desde el centro, llevaba otro cigarro a su boca (un tumulto de colillas invadían su rededor). Sonríe –malicioso- se notaba muy extasiado. Los hombres bebían repetidas veces de la botella,  en fracción de minutos la botella estaba vacía, murmuraban pero en realidad no decían nada, se olvidaron hasta de saludarse. Quien les había recibido tomaba el arma, abría el cilindro; el anfitrión sacaba la única bala de su bolsillo y la colocaba en la mesa: desde ese momento hasta que cargaron el arma los hombres no dejaron de ver la bala. La ruleta y el giro comenzaban. El que parecía menos ansioso recordó que en ese mismo lugar un globo entró por la puerta una noche, y de la misma forma se fue, sin sentido, sin disimulo. Hubo muchos testigos ese día, se aterró.  Sabía disimular muy bien, siempre lo hizo,  en si impetuosamente giro el arma en la mesa, el cañón señaló en dirección al cobarde. Lo hizo muy rápido, al instante vieron como tenía el arma en la boca y jalaba el gatillo. Nada, sólo el rebote del gatillo y el sonido del girar del cilindro. Una sonrisa de supervivencia fortuita le invadía el rostro, les mentó la madre a todos. Quien cargó el arma pidió ser el siguiente, defendió el derecho argumentando que al había sido el primero en apoyar la idea de hacer esto, prosiguió su defensa, derecho: sin él nadie estaría sentado en esta mesa. Nadie omitió, se colocó el arma a la garganta, 15 segundos pasaron y decidió jalar el gatillo: estalló y desperté.  Me quedé dormido en la silla cerca del busto de medusa, enfrente tenía al anfitrión de la casa , un gordo  blanco, pálido de cabellos amarillos como sus dientes, sonrisa  sellada con la misma excitación. El cañón apuntaba a mí, era mi turno, rogué que fuera un sueño, un globo salía por debajo de la mesa, tenía forma de corazón. Tomé el arma y me la llevé al pecho, disparé, no hubo detonación, una oportunidad. Al instante me mareé. El hombre se acercaba mientras yo estaba acostado en el piso, su sonrisa amarilla que entre dientes escupía muy cerca de mí una bala.
Despertó en su  cama, todo en su lugar. Se llevó las manos al rostro comenzando a palparse, quería empezar a convencerse por saber que él era real. Así fue. Alguien dormía a lado, estaba completamente cubierto por las sabanas, el cuerpo estaba encogido. Respiró profundamente, abandonó el pánico al instante. Comenzaba a remembrar, a ser lógico, “debe ser mi novia” se dijo. Levantó las sabanas para ver no un cuerpo ahí sino la necesaria consecuencia de sus circunstancias: un arma y una bala. Respiró de nueva cuenta aliviado.

jueves, 1 de noviembre de 2012

¿Por qué ver Cosmopolis?



En primer lugar es Cronenberg, hace unos días hablaba con un buen amigo de él, me explicaba algunas condiciones un tanto determinadas en su cine: fórmulas, técnicas, narrativa, Cuál sea: desde las tomas, las luces y su uso de sombras, sus cáusticos y eróticos viajes internos. Su primera etapa subyace entre el terror  y la descomposición eventual venidera después en las transformaciones; yo le pensaría como la larva que se hace mariposa, aunque que con Cronenberg a veces la transformación se da al reverso: mariposas que se convierten en larvas, larvas que se convierten en hombres, instintos que se convierten en acciones, y en esta última película farsas que se convierten en sociedades y futuros que se mosquean mucho antes de estar podridos.
Además es la adaptación de una novela del mismo nombre que se antoja muchísimo leer, ¿y por qué lo digo? Su autor Don DeLillo  en conjunto con Cronenberg hicieron de la imagen y el contenido un serial de situaciones que más allá de la reflexión te proporcionan la lamentosa premonición de que nuestra aldea global está cada vez menos inacabada, es pintura en lienzo de dolor de realidad navegable. Aquí las frases, citas que más hacen ruido:
·         Una rata se convirtió en la unidad monetaria.
·         Una persona puede ascender con una palabra y caer con una silaba.
·         Creo que estás dedicado a conocer. Creo que adquieres información y la conviertes en algo estupendo y horroroso.
·         No confíes en los modelos estándares, piensa libremente.
·         Siempre fui más joven que todos a mí alrededor,  y un día eso comenzó a cambiar.
·         ¿Quiénes mueren los fines de semana? La gente.
·         -Huelo sexo por todo tu cuerpo.
               -Es sólo… es hambre lo que hueles.
·         El tiempo es lo que nos asusta todos los días, ¿no sabes eso?
·         Eres uno de esos niños susurradores pegados a los sombras.
·         Tanta ciencia y ego combinado.
·         La ciudad es una máquina de ruidos, se le añaden en cada siglo.
·         Porque hay un tipo de sexo que purifica, es al antídoto de la solución, es un contrario al veneno.
·         El dinero ha perdido la cualidad narrativa, lo mismo le pasó a la pintura en su momento.  
·         Si supieras cuan desvergonzada soy frente a cualquier cosa que se llame una idea.
·         Los números corren, el dinero crea tiempo. Solía ser al revés, el tiempo aceleró el triunfo del capitalismo. La gente empezó a pensar en la eternidad, y comenzaron a concentrarse en horas, horas medibles, horas humano usando el trabajo más eficientemente. El capital Cyborg crea el futuro.
·         Porque el tiempo es un bien corporativo. Pertenece al mercado del sistema libre. El presente es más difícil de encontrar, ha sido sacado del mundo para abrirle camino al futuro, el mercado sin control es un gran potencial para invertir. El futuro se hace inexistente y por eso algunas personas han sido demandadas, quizás hoy para corregir la aceleración del tiempo. Para regresar la normalidad a la naturaleza.
·         ¿Cuál es la falla de la racionalidad humana? Finge no ver el horror y la muerte al final del camino.
·         El futuro siempre es distante, un lugar donde somos felices y altos. Esa es la razón por la que el futuro falla. Nunca puede ser el lugar cruel e infeliz que queremos hacerlo.
·         La voluntad de destruir es una energía creadora.
·         La genialidad altera los términos de su hábitat. La tecnología es crucial para la civilización, ¿por qué? Porque nos ayuda a construir nuestra fe. No necesitamos a Dios o milagros,
·         Te diré lo qué pasa, no sé cómo ser indiferente, No puedo hacerlo, me hace susceptible al dolor.
·         Hay suficiente dolor para todos.
·         Soy el Secretario de Asuntos Foráneos en mi vida anterior.
·         Me he vuelto un enigma para mí mismo… como San Agustín, aquí yace mi enfermedad.
·         Tu forma de vida es contradictoria por eso creaste tu propia caída.
·         Las cosas que creo se vuelven hechos, tienen  el tiempo y espacio de hechos reales. 

miércoles, 31 de octubre de 2012

Difuntas promesas




Tú no quieres volar entre cisnes deseas hacerlo entre cuervos, volando a la idea misma de lo que explicas y narras como noche. Volar a tu garaje y estacionarte en reversa; parte de tu plan es meterme a la cajuela, arrancar (me) y volver a subir quemando neumático. Escuchando tus cintas estupendas, manejas antes de nacer sentada en forma de niña que va creciendo, yo aquí atrás como un niño envejeciendo a fuerza de ir.
Escucho que te detienes, no sé en qué nube o lugar estamos. Tus zapatillas se escuchan andar, le dices a alguien que traes un hombre en la cajuela, que le cazaste en una cocina entre una colección de cuchillos y frascos de especieros: “le atrapé mientras estornudaba”. Escuché risas al terminar tú esa frase. Subiste al auto, pegaste tres veces con tu puño sobre el tablero, fue tu forma perversa de saludarme. Escuché  la llave girar. Las rocosas calles que tomaste hicieron que mi cuerpo saltara y pegara repetidas veces ¿Hasta dónde iríamos? ¿No puedes escucharme? Cómo vas a hacerlo con la radio tan alta. Fantaseo, juego en la idea de ver amarrase al auto, pierdes el control y el auto se derrapa, no tiene estabilidad, emprendemos al aire ahora deliberado; tu zapatilla sale disparada mientras tu cuerpo es jalado por el cinturón de seguridad. El auto gira. Mis giros son claustrofóbicos, giro en un espacio pequeño. No puedo ver cómo estás girando pero por los ruidos y los choques en la lámina sé donde podrías estar golpeándote ¿Te preguntarás entonces cómo supe lo de la zapatilla? Recuerda cariño que conozco muy bien el sonido de tus pasos, eso fue fácil. Al final el auto deja de girar.
Parece que no tengo ninguna fractura, no hay lesión considerable. Contigo las lesiones siempre deben ser consideradas. La portezuela se abre, comienzas a caminar, puedo escuchar que tambaleas y que llevas un pie descalzo. El tacón truena los vidrios sueltos en el asfalto, otros tantos se clavan en la planta de tu pie (parece que el dolor ya no significa nada para ti).  Paras, al fin abres la cajuela. Estás despeinada, parece que se te cayeron dos dientes y tienes la frente abierta, aún así sonríes. Me das la mano invitándome a salir, impulsivamente iba ha cederte la mía, me detengo, mejor te pido que vengas aquí, que entres conmigo, hay suficiente espacio para los dos; hay que descansar las heridas, hay que dormir. Al final te convencí, te zafaste la zapatilla y te metiste, te acomodaste, tu cuerpo cerquita de mí. Podría asegurarte que mis brazos y mis manos se hicieron para abrazarte, acariciarte,  jamás podría hacerte daño ¿Me escuchas? ¿Contéstame por favor?...
Te lo juro que no quería golpearte, bueno al menos no tan fuerte… ¿Verdad que estás fingiendo? ¿Verdad que estás dormida? Júrame que mañana iremos al panteón sólo de visita, en plan de vivos.
Prométemelo.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Desertor



En aquel, este momento en el que me encuentro parado en la cima de mi comunidad, que es mi vida allá abajo. Estoy en tangente, soy vulnerable a mi propia crítica, me avergüenza pensar que muchas veces supe claramente de todos mis allanamientos, de mis violaciones, de mis injurias personales;  si de citar una de muchas justificaciones -que ahora ni en conjunto se hacen una sola- podría haber dicho, dije allá abajo cosas como: “qué importa matar, qué importa esperar, qué importa escucharme”. El viento comienza a hablarme, me solicita que observe antes de bajar la vereda y alejarme: “Tienes que ver, despedirte, entender” no es solicitud, es demanda. Ahí parado me quedo mirando fijamente a los niveles de mi minúsculo e inmenso mundo, mi reino fracturado, agotado y en consecuencia muy gastado.
Lo primero es la casa enorme, el fantasmagórico de sus cimientos que me hizo repelerle con mi espectral imaginación, le saqué partida y le gané el paso. Mientras más fuertes eran sus golpeteos mayor fue mi solvencia de meterme en mis pensamientos, no tuvo posibilidad de presentarme una abstracción, ya tenía un amigo imaginario antes de que lo intentara. Amigo de historias, de preguntas con respuestas –siempre a conveniencia- incluida (s), amigo sin límites y restricciones. El amigo que sobrelleva en varías líneas y causas, el que me permitió reconocer una libertad no ajena de rencores, de envidias disfrazadas en causa de poder y control, maestro de sombras fuiste tú. Como olvidar cuando subimos el vestido y entre piernas hallamos el delirio, allá en aquella casa  que todavía arde, fuego de motivos no redentores. Desde acá es imposible apagarlo, le solicité al viento que lo hiciera, este viento se niega a escuchar sólo habla, direcciona. “Contempla” dijo en forma de ráfaga fría a mis ojos y la casa ardía sin posibilidad de jamás apagarse. Cerca de la casa en fuego estaban los espacios de los otros, sus calles que defendí con revolvers de plástico, de balas expansivas de persuasión; prometiendo a la gente de aquellos lugares imaginerías que creyeron al pie de la letra, que yo me creí; cómo evitarlo si mis logros punteaban en la conquista de haber trepado una barda –de grandes piedras que ahora lucen como gravas- y del escape de un puñado de hermanos salvajes mientras les veía seguir  trepado en lo alto de un árbol.
Los árboles se ven tan esplendorosos entre todo el pueblo, siempre sabios, viendo el pasar del tiempo, testigos de nuestras guerras, de nuestras celebraciones ¿Por qué ahora lo reflexiono? ¿Por qué no les di cabida? El viento corre sin susurrar nada, me queda al menos la esperanza de que aquí sigue, del que me cimbra en el hecho de seguir viendo ese lugar tan familiar conjugado en lo ajeno.
Veía ahora el edificio de mí adolecer, en donde la figuración es muestra de una personalidad inacabada, en construcción. Veo mi control atroz, está bien, no tanto, me jacto de tener en ese momento -y ahora- un corazón benevolente pero forrado en dientes y de mucho juicio estridente. Aquellas épocas. Me atrevía a pensarle en algunas tantas ocasiones como mi Valhala, mi paraíso –ahora lo pienso- instintivo, de hormona. Qué determinación aquella entre el piso 1 y 3, en el segundo, en los segundos de gloria, ahora a cuenta gota caen en mi cabeza tratando de enclavar un algo, un sentido que va más allá de mis llaneras reflexiones… busco mi espada en el horizonte y sólo hallo una funda vacía. La mano me tiembla,  quiero bajar corriendo y no irme, y el viento habla otra vez: “Enfrenta, sin armas, sin ventajas de arena”. Prosigo entonces en la contemplación.
Y ahora veo el éxtasis, la razón de mi confianza se convierte en confianza de otros. En el río y su correr de tantas vidas, pasando algunas lentamente, otras tan caprichosa y fugazmente, siempre dejando un algo; muchos secretos equiparan mi condición de ser viajero, de usar sus cuerpos como trajes de buzo, otras tantas también lo hicieron ellos: complicidad silenciosa. Me corté, me rebané tantas ocasionales veces, degollado y degollados fuimos y como si de hidras tratásemos nos creció de nuevo la extremidad. Qué bueno saberles personas, que bueno encontrarles, motivos tuvimos y direcciones –distintas- emprendimos.
El molino de agua: lugar de tiempo completo reconfortante, protector, de su sonido del agua recogida y vuelta a caer, hipnotizado en su –único- vaivén. ¿Cuánto tiempo pasé en contemplación? Imposible saberlo; de vez en cuando bebía de su agua y más fascinado me encontraba, me embriagaba de sirenas hechas liquido, en elevación de confianza. No les resto sus magnificas propiedades, me dieron carácter, temple, pero no consideré los relojes de arena que me insinuaban que el tiempo pasaba. Dormitaba no en laureles, sino en fincas de ellos.  
Y el último repaso fue el camino ese a lo lejos, el adoquinado, libre de edificios, de distractores, o de contemplaciones pasajeras. El camino que lleva algún lado, ese que viene o va pero que el final resolverá, de motivos distintos pero que mueve, que da un lugar. Hoy mismo le caminé y me trajo hasta aquí. Le había visto, me lo llegaron a describir, me decían también que tenía que vivirle, se volvía inenarrable a menos hasta que lo andará. No puedo decir que lo comprendo en totalidad, no sé ni a dónde me dirijo, nunca había estado en lo alto de la montaña, no pensé en realidad hacerlo. El viento deja de soplar, el deseo de contemplación se anula, doy vuelta. Del otro lado de la montaña una niebla no deja ver en lo absoluto, tendré que bajar a ese nuevo lugar aminorando el miedo más no extinguiéndolo, descubrirlo.
Me acompañaran únicamente dos efectos: mis errores y mi experiencia.

“He entrado en un nuevo reino, en el reino de las “formas” vivas, no de las “cosas” vivas. Ya no vivo en la realidad inmediata de las cosas sino en el ritmo de las formas espaciales, en la armonía y  contraste de los colores, en el equilibrio de  luz y de sombras.”
Ernst Cassirer

martes, 25 de septiembre de 2012

Botones




Mariano viene muy cerca de Aurora, ella puede sentir las ganas de él, las ganas de acercarse, de rebasar el verde trecho que les separa, de brincar los botones –desabrocharles- del asiento. Decirle en un beso -y los besos que le sigan- que le encanta, que moría, muere del hecho inmediato de besarla; mientras su amigo ahora chofer de la circunstancia sigue en esa avenida transitada en madrugada de azul y  de estrellas en luna reluciente, es una luna apocalíptica, roja.  Mientras en los cristales de las ventanas pega la luz destellante de anuncios de coacción ahora insensibles a la sublimación que Mariano pueda sentir al respecto de consumir o ir hacia el objeto que podría ser su necesidad secundaria, placer sólo haya en las piernas de esa mujer. Le sigue con la vista desde el pie (sic) hasta su cabello, se detiene en su rostro: sus delicados ojos paralizan su tiempo, se le hace ver en ellos y en su rasgada y linda fisonomía el ancho y groso modo del sentir, causa de ensoñaciones, de deseos, se halla en su boca de descubrimientos, de gloriosa nueva experiencia “sueño hecho” pensaba Mariano.
Aurora veía en dirección a la ventana, le temblaba el interior, el exterior como el espacio es sólo experiencia externa le confabula al tiempo (experiencia interna), el tiempo aminora, “debe hacerlo ahora, ya…” lucubra Aurora. Mariano aprieta el asiento en manos sudorosas que es imposible secarles, el nerviosismo le chorrea por todo poro; el copiloto mujer saca humo de su boca chocando contra el cristal su  aburrimiento, su desencanto, atrás otra historia se cuenta. La dirección parece ser recta, lineal en al andar de las llantas que corren.
Mariano no lo piensa más le aborda no de la forma más sutil, lo hace en pasión curtida, tiene la intención de que Aurora de cuenta de su alcance, que desde el principio le quede claro que no debe subestimarle. Confía en el calor de su cuerpo. Una de sus manos va a la rodilla de Aurora, la otra toca su rostro acariciándole delicadamente, su tacto le dice que no habrá manos que le toquen así, es como si de sus yemas saliesen estelitas que se conectan a las pulsiones de ella. La iniciativa del primer beso la tuvo Aurora, al sentir las manos de él la primera reacción fue besarle aproximando aquel delicado rostro, rostro que es –será- parte de la memoria autobiográfica de Mariano, éste siente la suavidad de aquellos pequeños labios, se permite abrir los ojos mientras le besa, adora ya el verle. Mientras las dos lenguas se reconocen, comienzan a tener la primera danza de los reconocimientos del acomodo, del agrado y  del placer reciproco,  ninguno de los piensa si lo están haciendo bien, si en realidad al otro le está gustando, se limitan a disfrutarlo, abandonarse en esa sensación. Es una pieza que bailaran por varios minutos, quizá por algún tiempo, ahora no importa, el auto se vuelve recipiente de un lugar mismo, el de ellos.
-Deja de besarme que me puedo enamorar.
-Yo tengo temor de que pueda no olvidarte.
-¿Qué hacemos entonces?
-Besarnos más despacio, medir nuestras vulnerabilidades…
-¿Y te parece que eso funcione? No me gusta limitarme, y creo menos ahora contigo hacerlo. Me gusta tomar riesgos.
-Es riesgo, es peligro presente, llámame consciente de los hechos, no puedo negarte que estoy enganchado, tampoco dejo a lado mi vida, priorizo, y carajo, en este instante te vas al alto de mis deberes.
-Me alarmas, pero no puedo negarte que me halaga saberlo. Presiento que eres de esos hombres que no repite halagos, es más, creo –ciegamente- en la originalidad de tus halagos y detalles aún sin conocerlos, la pregunta sería ¿Será suficiente?
-Te respondo con otra pregunta ¿Cuándo sería suficiente? Nuestra naturaleza individual nos dicta que nunca nada es suficiente. Pienso que en el devenir de las cosas, tan sólo cambiamos de lugar, de personas, son actos que se enriquecen, se experimentan, se desarman, pero siempre son inacabados. De ello nuestra obstinación y reiteración.
-Vaya, muchas palabras, mucha “profundidad” en esto que apenas es un beso. No consideras que vas… bueno, está bien, que vamos más rápido que este auto. Es más, me haces ya no sentirme tan halagada, sobre todo en eso de que las cosas cambian de lugar, entiendo entonces que tus afectos sólo, ahora conmigo, cambian de lugar, de persona. ¿Tendría entonces que sentirme afortunada?
-Creo que captas mal el sentido de lo que te dije, y atención, de cierta forma sí acompaña lo de ahora, lo de nosotros, pero trataba de generalizar un todo, el todo es inacabado, de no ser así la Tierra desde hace mucho hubiera parado. Sin embargo hay instantes en el que pareciera que las cosas van más lentas, una pausa. Al verte, aquí, eso siento, se paraliza desde mi realidad a mi irrealidad. Te diré un halago acotado: te vuelves sentido, ojo de mi huracán.
-Je, encantador, aunque en realidad no respondiste lo que pregunté, aunque creo que desde hace unos segundos eso dejó de importarme; si esto se va a tratar de hacerme olvidar -en el mejor de los sentidos- mis dudas, las más oscuras y lúgubres bienvenido eres.
-Te advierto, podría convertirme en tu Riddler particular, de tomarte la palabra nos transformamos más en acertijos que en repuestas, habremos de descifrarnos y de lo abstraído, de lo inferido no podremos garantizar que siempre sea placentero.
-Creo que en segundos también descubrí tu naturaleza dramática. Mira, hagamos esto, dame otro beso, pero te advierto, quiero que el mismo tenga la misma intensidad del primero, quiero que todos los besos que me des de aquí en adelante estén cargados de esa pasión, deseo que cada vez que me beses sea  siempre como la primera vez ¿Sale dramitas? Lo mejor, esta acción te desabrochara tu camisa de fuerza, verás, al besarme darás cuenta que ambos no estamos soñando, es real. Te reto a hacerlo.
Mariano sonríe y como la primera vez pone su mano en su rodilla, se acerca a su rostro colocando su otra mano en su rostro, sus labios chocan, siente el dulce sabor de la saliva de ella, la delicadeza en los labios y su suavidad en la danza de su lengua le hace perder la razón, lo inacabado se concreta en la boca Aurora. Esta vez decide no abrir los ojos quiere imaginarla desde adentro, ambas manos tocan su cabello, acaricia los mechones como si se tratasen de las venas de un ser único. Ella le jala hacia su cuerpo, él se aprieta a ese cuerpo delineado queriendo dar veracidad de que el acto es real, así parece, el total de su cuerpo responde. Siente que ella le está mirando, por un instante considera abrir los ojos para aseverar esa sensación, decide hacerlo.
Los ojos de una mujer le observan, ésta le arroja una bocanada de humo sobre la cara, no es Aurora, es la copiloto depresiva.
-¿Dónde está Aurora? –Pregunta desconcertado Mariano tragándose el humo arrojado por aquel detalle de mujer.
-Tiene como una hora que la dejamos en su casa, el mismo tiempo que hemos estado dando vueltas como imbéciles pues no despertabas, y al menos yo te puedo jurar que no iba a cargarte para meterte a tu departamento. –Respondió la mujer de voz y postura desencantada.
-… ¡Oye cabrón! ¿Por qué no me despertaste? Vale madre… Al menos recuerdas la dirección dónde la dejaste. –Dijo Mariano con la bilis a flor de poro e ignorando a la chica de humo.
-Te están diciendo que no reaccionabas. Te puedes quedar con esto, Aurora te dijo adiós mientras babeas mi asiento trasero. Y de la dirección sepa madres, ni siquiera sé cómo he podido conducir con todo lo que traigo adentro, igual mañana me viene la visión y me acuerdo. Velo de esta manera, todo tiene un porqué, igual hoy no te tocó, mañana tampoco, pasado ni madres JA. –Respondió el amigo sardónicamente recargado en la cabecera de su asiento.
- Ajhh, qué güevos los tuyos para tocar mi humor.
- Bueno, al diablo con tus dramas, nos largamos. Señorita haga el favor de dejar de echarle humo a este pendejo y suba… ¿A su casa verdad señor?
-Sí, sí, a la casa Perkins. Chinga tu madre.
-Jaja, bueno allá vamos pues principito dormilón.
Llegando a la dirección de Mariano éste se bajó sin despedirse. Al frente de su puerta se presentaba otra danza, no precisamente la de los besos sino la de las llaves. Las mentadas desbordas sin receptor se hacían una con el ritmo de las llaves que se golpeaban, seguía sin poder abrir su puerta mientras los otros le veían desde el carro estacionado. La mujer le gritó a la par que se encendía otro cigarro.
-¿Qué quieren? –Contestó, ladró Mariano en tono colérico.
-Acércate, si no fui capaz de llevarte a la puerta de tu choza muchos menos te daré explicaciones y recados a distancia. –Le decía la triste y ahora determinante mujer sentada en el asiento del copiloto, el amigo sólo bostezaba y miraba su reloj.
Mariano furioso caminó rápidamente hasta el auto para detenerse en la portezuela de humos. La mujer sacó de su bolsa una nota y se la entregó por la ventanilla.
-Ahí está escrito su número me pidió que te lo entregará. En principio lo pensé, yo no soy mensajera de nadie, sin embargo me fue inevitable, durante el trayecto cuando fuimos a dejarla no hacía otra cosa más que mirarte mientras roncabas, daba la impresión de saber qué es lo que estabas soñando. Llámame cursi y chismosa también, pero una mujer no mira con tanto detenimiento a cualquier hijo de puta y menos si éste duerme tan profundamente como tú, alguna historia tendrán que contar ustedes dos. –Al final ella le sonrió, gesticuló una felicidad compartida; Mariano dijo gracias entre una brotada y natural sonrisa de complicidad que ahora censuraba al amigo que estaba cabeceando sobre el volante.
Regresó a la puerta de su casa, el auto arrancaba y se perdía en la madrugada. La primera llave que metió abrió la puerta, el primer pensamiento, palabras que vinieron a la cabeza de Mariano antes de entrar fueron: Principio inacabado, principio en Aurora. Cerró la puerta.

martes, 28 de agosto de 2012

Turbosina


Nancy Harkness Love 

En el experimento aquel en donde tenía que llenar con sustrato ferroso y activarle en magnesio todo se colapsó, qué demonios podría yo saber que el combinar estos elementos tendría un resultado fatídico. Siempre detesté la química, soy ajena –desde el tuétano- a los resultados que puedan comprobarse científicamente. Esto no quiere decir que viva en una realidad de ambigüedades y abstracciones benéficas a mis más ínfimos intereses. ¿Y por qué comienzo detallando estos aspectos de ingenuos accidentes de secundaria? Sencillo, es la primera imagen acústica que vino, y miren que traté de poner la mente en cero; estoy en mi sesión de meditación, ajá, adivinaron no puedo meditar, concentrarme. Llevo casi un mes practicando la meditación, sugerencia de la amiga de una amiga. Florecita me lo recomendó aquella tarde de jueves cuando irrumpió en la mesa de aquel café mientras yo hablaba en cause verborreico, me acompañaba Susana; resulta que Florecita es su mejor “amiguis” de la preparatoria, sí, ese adjetivo utilizó Susana para darme razón y presentación de la amiga aquella que cayó como bomba, las bombas por sentido de la más pura lógica caen inesperadamente, son de condición y naturaleza sorpresiva, creo entonces que ahí se sustenta la expresión cotidiana “Me cayó como bomba” o la otra “Soltó la bomba” y así… Y entonces el efecto de su llegada detuvo el torrente de mis palabras, iba en la parte en la que describía mi incapacidad de concentrarme en una sola cosa, segura estoy que Florecita le escuchó, lo supe por la sugerencia dada antes de despedirse acompañada del estallido del ¡Muac! “Oye linda, bueno a ambas, hay un centro de estos naturistas-budistas increíble, imagínense, tengo dos semanas apenas en él y me siento súper bien, deberían ir eh. Bueno, me voy, gusto, bye…”  Ay pinche Florecita me cortó la inspiración, allá en el café y ahora aquí en plena meditación. Sí, hice caso a la vaga recomendación, eso sí, busqué un horario en el que me fuera imposible toparla, no toleraría otro de sus consejos  New age de vanguardia, no señor. ¿En qué estaba? Ah sí, debo concentrarme, ir hasta mi interior. La ropa interior, confieso es mi debilidad, no me acusen de banal, soy mujer, y si bien no comulgo con la “filosofía” de la D'alessio (cruz, cruz) si me ocupa mucho mi comodidad y mi sensualidad, claro que sí. Ashh, aunque seguro es que llegar a mi interior en nada se relaciona en mi gusto por la lencería. Mujer concéntrate. Haré un poco de trampa, a ver, ¿Escena de concentración? ¿Relacionada con el mundo interno? Aparece un pingüino, se desliza por el hielo, me dice Slide! ¡Momento! Esa es la escena de una película, esa película que tanto le gustaba a Ramiro, ah Ramiro ¿Qué será de él? ¿Qué estará haciendo? ¿Pensando tal vez en mí? Ja, ¡Qué pinche loca!... El punto, el pingüino no podría ser mi referente animal, de ser nahuala es lo último en lo que podría transformarme, cuánta razón Tyler Durden. ¡Al diablo! Me largo de aquí, si he de encontrarme será en el tráfico incesante de allá afuera, entre las estrechas y apiladas calles repletas de rostros amontonados en gesticulaciones varías, me prenderé el alma con turbosina, me veré al espejo y me mentaré la madre para después darme un beso y chiquearme. Y al final me diré: calma mi niña, inmediato me responderé: ¿Verdad qué puedo? Contestándome:“claro, ahora concéntrate y piensa qué sigue…”



lunes, 20 de agosto de 2012

La biblioteca de Mr. Mxyzptlk

Seis libros –inexistentes- recomendados por Mr. Mxyzptlk (kltpzyxm) desde la dimensión Zrfff:
1. La guía Hansard del sueño refrescante (19 volúmenes) 
Una de las obras falsas que estaban en las estanterías de la casa de Charles Dickens en G
ad´s Hill. Los lomos de estos libros inexistentes fueron usados para ocultar unas tallas de madera que el gran novelista prefería cubrir.
2. El loco Trist, de Sir Launcelot Canning
Uno de los libros inexistentes mencionados para crear la atmósfera de misterio y peligro en el cuento “La caída de la casa de Usher”, de Edgar Allan Poe.
3. Necronomicon, de Abdul Alhazred (el árabe delirante)
Una obra “blasfema” y “prohibida” mencionada varías veces en los cuentos de terror de H.P. Lovecraft. Este libro inexistente fue descrito como “el ánima fantasmal y simbólica del culto prohibido de los comedores de cadáveres del inaccesible Leng en Asia central”.
4. Los siete minutos, de J.J. Jadway (París, Etoile Press)
Esta novela de 171 páginas, la más prohibida de la historia, fue un producto de la imaginación de Irving Wallace en su libro de verdad también llamado Los siete minutos. Los contenidos del libro inexistente, según Wallace, consistían en “los pensamientos de una mujer durante los siete minutos de cópula con un hombre anónimo”.
5. Sobre la distinción de las cenizas de los distintos tabacos, de Sherlock Holmes
Esta distinguida monografía del genial detective probablemente fue publicada entre 1880 y 1890. Su leal compañero, el doctor Watson, fue el primero en mencionarla.
6. Caminos flotantes, de Javier Rojas
Novela ficticia publicada en 1973. Se hace referencia de ella en el cuento “A riesgo de otoño” de un no sé quién (…); influencia directa en el protagonista de este breve relato el cual describe una autobiografía ficcional desde imaginarios y lugares tan dispares –y próximos- como: San Miguel de Allende, el Colegio de México, la Universidad de Delhi, los barrios bravos del DF, Bengala, para dar vida a guiones (El sueño de los otros) o a columnas periodísticas (A fuerza del olvido).

miércoles, 15 de agosto de 2012

Inferencias marcianas



Y en verdad puedo decir que hay vida en Marte, se lo he dicho a la enfermera más de 100 veces; siempre desestimando mis argumentos, siempre llenándome de pastillas la boca, cada palabra distorsionada por la prescripción de ese hombre en bata blanca. Caray, su idea sobre la mente es tan primitiva, tan rudimentaria, qué podría esperar de un tipo que mientras me observa, me analiza, rebota una pelota de esponja en el muro blanco de su institución. En Marte los avances al respecto del comportamiento y la psique humana y ahora marciana, psique marciana -que tan vago y extraño suena eso- son extralimitadas. No quiero decir que no haya dementes en el planeta rojo, vamos, es tan egoísta considerarlo, como el considerar que no hay vida inteligente en otros planetas, precisamente en ello hayamos la respuesta: si hay vida inteligente en otros planetas, otros sistemas, por ende el ser inteligente devendrá en las interrogantes, en las inferencias, causa posible de inseguridad; soy pensante, en consecuencia me cuestiono y doy forma a millones de lucubraciones al respecto del otro, de los otros y de las cosas, los mundos incluidos.
Inclusivo uno de esos mundos en nuestras propias costas. Esa fue la primera vez que viajé, si es posible definirlo así, yo le defino así dado que literalmente viajé entre las aguas grises de una noche de noviembre 3. Valiente de mí, alcoholizado de mí y sobre todo harto de mí me adentré a la mar. Las aguas no cándidas rodeaban mi cuerpo, le succionaban. La experiencia comenzó a consolidarse al ver objetos flotando a mí alrededor: estaba ahí el hexágono de plástico de mi juguete de formas infantil, aquel que perdí dando – el primer- paso a mi inacabado ser. Flotaba el disecado cordón umbilical que mi mamá guardaba en un frasquito, contenido en el mismo recipiente, como carta embotellada de algún náufrago que para el instante era yo. Vi mis estampas mojadas sin embargo intactas del álbum que no llené; los dientes de leche, la muelita que perdí en aquel columpio que pensé me lanzaría a otra galaxia a otro instante. Revelación entonces pensé. Se acercó a mí en flote el vestido de mis delicias, aquél que no quité, ahora sin cuerpo flotando en las aguas propias, cuerpo de constitución líquida que por fin chocaba a la par del mío. En oscuridad palpitante mi reflejo se hizo un espejo, la imagen de mi sonrisa se formó, quise entonces adherírmele, clavé mi rostro, sumergí mi cabeza y en un santiamén llegué a la profundidad. Anulación de un único sentido, la vista, no me preocupó, alarma alguna no se hizo presente. Recordé a Wells y su Bogotá que recibía con beneplácito que retirasen esas cosas extrañas llamadas ojos, las que conllevan a suaves depresiones en parpadeos y estimulaciones inacabables; el fin de mis distracciones, el fin de mi estadía en este mundo. Después las arenas que sostenían mis pies me tragaron.
Desperté cerca de un mar azul, mi cuerpo descansaba en costas de piedras rojas. Seguía sin ver, el resto de mis sentidos me proporcionaba el gusto, el olor,  la tangibilidad y la razón de reconocer ese espacio, de verle, tan sorprendente e imposible pareciese (estamos tan condicionados al ver, que no logramos captar el mundo de otra forma sino es por los ojos), es como si uno de mis sentidos dormido por años despertará ahora en esta nueva atmosfera. Las leyes del hombre se derrumbaban, nada obedecía a las mismas, quizá lo más próximo era mi condición corpórea, me sabía parte, esencia de una cuerpo, pero no le sentía más como representación de mi yo; comprendía entonces que la función de mi cuerpo era la de un traje espacial, mi piel, mis músculos, mis tejidos, mis nervios y mis huesos eran recipiente, disfraz,  mi cabeza el casco. Lo que valía descansaba y fluía en su interior. Comencé mi andar por aquellas tierras desconocidas, no parecía haber nada más que yo, el mar atrás se alejaba, es como si fuera sólo un transporte el cual finiquitaba su función. No sentía incertidumbre, ni tampoco certidumbre, el efecto que experimentaba era contrario: mis emociones iban pues convirtiéndose en sensaciones, en hechos. Pensé en alguien  y se materializó a distancia, se comunicó, le pude escuchar dentro de mí, pedía pues que me acercase. Lo pensado había sido un amigo olvidado, y en efecto era él, le sentía y le reconocía. Cuando parecía que éste iba a enunciar una palabra tan sólo se limitó abrir la boca. Entendí entonces que tenía que entrar, el cuerpo sólo es recipiente. Comenzaba a comprender las leyes de este mundo, y eso es lo que hice, entré.
Un mundo maravilloso, de planicies obedientes a la arquitectura de mis sueños: reconocía la montaña de la que caí en aquel sueño húmedo; la casa en el bosque y el sol rojo que la cubre, allí dormí en un sueño inconcluso, de igual manera parecía no tener fin. Gente en andanza saltando de un instante a otro, de naturaleza humana pero a la intemperie de un nuevo mundo.  Tiempos –oníricos- combinados, locomotoras en vías comunicadas por un haz de luz, caballos salvajes corriendo cerca de aquel parque de atracciones en el cual sí el inconsciente me permitía recordar me les escapé. Los hombres gordos que me aplastaban en mis fiebres infantes comían con mis símbolos particulares en la misma mesa, les atendía el hombre funesto que asaltó mi casa con un ladrillo en mi pesadilla recurrente, aquella de mi adolescencia temprana. Los países que nunca conocí, en una sola tierra, en una Pangea. El frio de Siberia en un litoral caribeño, teatro Kabuki en el Partenón, audiencia de Malasia y magnates oriundos de Somalia bajando de Falcons rojos mate. Mis mascotas muertas en un gran jardín, siguiéndose, divirtiéndose, al saber de mi presencia se me abalanzan, todas me quieren trepar (en su mayoría son gatos), comienzan a incomodarme, me lastiman, siento la falta de aire, siento nauseas. Mi amigo me termina por vomitar.
Despierto ante figuras con rasgos muy afines a los viejos Pulps de ciencia ficción: seres delgados, de piel verdosa, de ojos y cabezas enormes. Otra vez puedo ver. Los entes hablan en un lenguaje indescifrable, hay también Reptilianos. Me encuentro sobre una plancha, estoy atado, uno de los reptilianos le acerca a uno de los entes verdes una bandeja, no logró ver su contenido, tan sólo se escucha el chocar de metales. Otro sujeto verde, el líder parece, asienta con la cabeza, el reptiliano balbucea algo y le entrega un artefacto que saca de la bandeja. Parece ser una diadema, su brillo me lastima los ojos. Dos tipos verdes sostienen mi cabeza, colocan el artefacto. Las descargas recorren todo mi cuerpo, deseó hundirme otra vez en la arena, irme a mi mundo. Un olor a cigarro se encierra en el lugar en donde me torturan, los seres comienzan a transformarse, las descargas han parado. Ahora los seres lucen como humanos ¿Médicos? ¿Enfermeras? No sé cómo lo han logrado pero me trajeron de vuelta. Un “enfermero” me quita los seguros  que me ataban, me coloca en una silla de ruedas mientras hilos de mi propia saliva me escurren por la boca,  me lleva con otros tipos que parece también trajeron de regreso, que les arrancaron de sus universos. Es una prisión. Inexpertos, no podrán arrancarme de Marte, Marte vive en mis pensamientos, yo soy el rojo Marte.
Enfermera, enfermera, me permite contarle algo…

sábado, 11 de agosto de 2012

Nowhere Boy


Los hijos de posguerra siempre estarán sentenciados a un trauma, deben pues buscar el incentivo para sublimarle. En el puerto de Liverpool uno de esos aditivos fue la música, es interesante dar cuenta cómo la influencia del colonizado sope
sa sobre el colonizador en tal rubro (léase Elvis, escúchese Delta Cats, estremézcase en Wanda Jackson); del salto de un chico queriendo olvidar las heridas de un bombardeo en su alma, rompiendo la rigidez de la existencia, de la crianza Bachiana, Tchaikovskiana a la instintiva suerte de Wild One ¿Alguien dijo Brando? Tendrá que venir un detonante, una razón de amor, del primer amor, y allí está como un sueño (Mr. Sandman), detrás de los verdes pastos, entre el tráfico de discos de 45 revoluciones a orillas de los muelles: Jazz por Vudú Blues (Jay Hawkins) y mucho humo de cigarro. En la cintura de una pelirroja de nombre Julia el muchacho de gafas –incisiva tragedia en la pasta de los anteojos; origen: Buddy Holly- encontrará el sentido de su rebeldía y de su redención, potencialmente musical. Hallará en esa madre la - irresistible y dolosa- forma del sexo y el rock and roll, incestuosa y quizá única forma de entender las razones del amor de una madre (Mother, Lennon).
¿Y papá? Le dirán que al volver de la guerra les olvidó; desde Nueva Zelanda escucha Rockin´Daddy y tú en Hamburgo con tu banda de la cual no recuerdo el nombre, dispuesto a triunfar ¿Porqué Dios no te hizo más parecido a Elvis? Quizá Dios tenía planes para un tal John, tal vez el sarcasmo y la tragedia serán alimento de un Nowhere Boy como tú.