Tiempo

El tiempo es mi mejor amigo y mi peor enemigo. El tiempo ambiguo del esquizofrénico, el tiempo que fumas, el tiempo que soñamos, el tiempo viajado, el tiempo obsesivo felizmente vivido por un servidor y otros más; el tiempo otorga el valor… valor para hablar de comics, de ideas, de “absurdos delirantes”, de parodia, de cine, de intentos, de música, del fin del mundo, de playas vírgenes ochenteras suicidas. En fin, el tiempo es quien definirá este rollo que hoy mismo inicia e incita a la banda a que lo visite, lo juzgue, lo ame, lo odie o las dos cosas. La pertenencia digital me quitaba el sueño.

martes, 25 de noviembre de 2014

Solaris según Nolan (Interestelar)





Se dice que el cine es la realización de un sueño, es aquello que percibes con un deseo enorme, deseas que todo lo que pasa en esas imágenes en movimiento fuera real, alcanzable. Te trastoca y juega todas las emociones, te evoca sentimientos varios, la mayoría de estos podríamos decir (en generalización: el miedo, la violencia,  el coraje y el amor); comparto sin duda esa idea, qué decir si esos sueños, esas imaginerías te explican –sin absolutos- los motivos de la vida.  Partiendo de ello, existe en nuestros tiempos un director que hace de esto una “realidad”,  me refiero al señor Cristopher Nolan y todo su grandioso equipo de trabajo, mención aparte la colaboración de su hermano  Jonathan Nolan en la guionización de todas sus películas,  me encanta decir que de profesión éste es psicólogo; en esas historias es evidente e increíblemente bien planteada dicha labor, porque da cabida a romper en lo planteado, del poder realizar y consumar que las incertidumbres se hagan realidades fílmicas, y ante todo, muy  humanas (en eso estriba la psicología, en lo irrealizable y no en lo condicionado). La filmografía de Nolan se caracteriza por pronunciar en una a una de sus películas la complejidad del ser humano, la complejidad de sus fantasías, de llaves que abren las puertas de lo oculto, de la magia y la ciencia como fusión para entender a las cada vez más complejas y desorganizadas sociedades, revisadas éstas en distintos tiempos, realidades y ahora en mundos, astronómicamente hablando. Sus personajes , y sin duda, sus protagonistas son individuos que viven atormentados ya sea por superar a un rival en la noble laboral de crear ilusiones; en hombres descompuestos en su reloj biológico y obsesionados en atrapar a un asesino que les permitirán eximir culpas;  del origen mismo del mito de los héroes, una tragedia, el doloroso y necesario camino del héroe y la fuerte necesidad de su presencia  en todos;  en el  saber que lo más valioso en el mundo es una idea, un pensamiento que es blindado en las profundidades del inconsciente, en los sueños, la –imperfecta- arquitectura del sueño.  
La premisa de interestelar parte y finaliza en la relación afectiva entre una hija y su padre, todo esto contextualizado en un planeta  que le queda poco tiempo de vida (la hambruna no es cosa de continentes), en donde las tecnologías dominantes ahora sólo pasean, vuelan  por terrenos infértiles. De la relación dicha, un padre que tiene sueños recurrentes en donde el desenlace es el estrellarse, lo inoperable de una nave que con el transcurso de la película –desde la analogía- nos permite entender que el conocimiento en ocasiones, o regularmente es condicionado por los intereses, y las necesidades, que en el caso de la película queda al descubierto sin incurrir en tramas políticas o gubernamentales; la necesidad propiamente empuja a los personajes a estrellarse frecuentemente para entender los motivos de la existencia, el afecto y la ciencia como interlocutor de la colonización no de otros mundos, sino de la multidimensionalidad de los pensamientos.
Entre los muchos aciertos del filme, está precisamente esa narrativa que no desestima en ningún momento el discurso científico, y miren que esto es un reto no correspondiente sólo a las películas de ciencia ficción, sino en cualquier producto que incluya o deseé versar sobre el tema. La relatividad del tiempo, el viaje interestelar,  las teorías sobre los agujeros negros son tratados de tal manera que se convierten en un componente, un protagonista –no secundario- más de la historia. El desprendimiento es otro de los temas, que desprendimiento más agravante que el de separarse de  lo que más amas, una hija, el mundo mismo; internarte en un mundo oscuro que del otro lado tendrá más preguntas que respuestas. Porque precisamente el pragmatismo ha sido una de los rasgos particulares de Nolan, la función del cuestionamiento en donde este director desplaza a la palabra para explicarnos por medio del simbolismo, sea puesto éste en el color (la fotografía), en la frialdad y el encierro de una nave compartida por apenas cuatro tripulantes y un robot (me recuerda a aquellos primeros e inmensos procesadores de información o a los martillos andantes de The Wall) al que puedes regularle el humor, la ironía ante la vida de sus creadores (eso me recuerda el presente). La “armonía” de los mundos a conquistar serán motivo subyacente de más símbolos: un mundo acuático (inundado), un mundo frío (congelado) y un mundo de piedra (rígido), el cuarto mundo es el elemento que parece ser el mensaje de Nolan, el amor, el cual se entrelaza en los sistemas biológicos y artificiales, en las teorías, en las leyes que dominan el universo.
Porque a veces podemos explicar el mundo y la vida magistralmente, y otras tantas ocasiones nos reducimos a la imposibilidad de sólo contemplarlo, en el polvo que gravita, que trata de decirnos algo que seguimos sin comprender, entender.


domingo, 17 de agosto de 2014

¿Por qué soñé eso?



Me dice mi sobrina al oído esperando que su abuela no la escuche.
-Tío soñé con la muñeca esa que puso ahí mi abuela, y te quiero contar.
En efecto ahí estaba la muñeca en un juguetero. Esa muñeca se la regalé a mi mamá hace muchos años, ¿su cumpleaños?,  un día de las madres tal vez; de no verla de nueva cuenta no la hubiera recordado, aunque ahora es seguro que no la olvidaré.
Le dije a mi sobrina que me contara, me emocioné. Reconocía que había sido tan extraño en ella ese sueño, el ver la muñeca lo hizo más grave para su entendimiento, del mío igual, eso precisamente me emocionó más. Ella simplemente necesitaba saber qué fue lo que pasó. Le agradezco mucho que me lo haya contado, conocer el inconsciente en los primeros años de revelación en una niña, en mi sobrina, es invaluable, único. Le escuché.
-Soñé que estaba en un cuarto, no era el de la casa anterior, ni éste, ni donde vivo con mi mamá,  no lo conocía. Estaba pintado todo de color blanco, y la muñeca me veía…
-¿Había muebles, objetos que reconocieras? ¿Sólo estabas con ella, no había nadie más?- Le interrumpí y pregunté muy inquieto. Comenzaba a contagiarme de su sensación, de su sentir.
-No había cosas,  nada. Nosotras nada más. Y comenzó a caminar hacia la puerta. Al llegar a la puerta me volteó a ver y me sonrió, se fue. Después el cuarto se comenzaba a poner de color verde y mi mamá llegó, luego me desperté.
Ambos entramos en un breve silencio. 
-¿Por qué soñé eso tío? -No dejaba de ver la muñeca y me pidió que mejor ya no habláramos de esto.  La abracé y le dije que no se preocupara, que averiguaríamos por qué soñó eso. Le di un beso y a continuación fotografié la muñeca.
Al final le pregunté si le gustaría que lo escribiera, dudó. Respondió dándome su autorización.

Aquí está Layla. 

miércoles, 13 de agosto de 2014

El resumen de nuestros muros

El mundo repudia a Israel, muchos han decidido cambiar su actitud ante la extraña y dolorosa vida (la arrolladora y Coelho contribuyen), las coca colas personalizadas (aquí contribuyen todos en el quehacer de detractar o amar), comprar, el alargador de huesos para corregir y dirigir el encantador morbo, vídeo de un robo, el senado aprueba y las pruebas son ignoradas (lo tiene enfrente y no lo está viendo, o el ya clásico “estás viendo –México- y no ves”, se busca, se adopta, se ofrecerá recompensa, el desaparecido, la aparecida que pide números telefónicos dado que perdió su celular (Inbox eh?), la baja de más alto rango desde Afganistán, reseñas, viejas glorias de nuestros anhelos gloriosos, La Jornada, Feliz cumpleaños, te quiero mucho, Nop, Sip, Wiiii, Argh, Sssssssss, XD  , secuestran y torturan a una doctora del DIF en Michoacán por no lograr un parto, fulano actualizó su foto de perfil (¿otra selfie Jua…?), soy un ciudadano honesto, vídeo sexoso, padre de familia preocupado por las necesidades de mi estado… senador, diputado mentiroso un millón de veces, vídeo chusco, a sultana le gusta la foto de mengano, Honda Fit 2015, Marion Cotillard, antojos, problemas de insomnio, con el mundo mismo, fotos rucas palabras cuscas, homenajes, vídeo musical, ídolos, citas, citas que no se deberían citar, concretar, inconformidad, poesía buena y mala, opiniones buenas y malas, regulares los rostros del caníbal, Charlie Parker, los atletas al hotel y los centroamericanos a los clavados, Trailer, narco, Músicos en ruta, pleito legal la selfie de un mono, la mayoría parece que se quiere ir a la chingada y otros seguir en ella, fulanita compartió otras más, Aristegui Noticias, ¡Thor #16 a la venta ya!, motivación, más motivación, buenos días, buenos deseos, Motorola, motorolos, las prohibiciones de Rusia, nuestras prohibiciones, nuestras pasiones, nuestras sombras, nuestras vidas, nuestro espacio, nuestros vicios, nuestro narcisismo, nuestros miedos, nuestro voyerismo, nuestros gustos, nuestra conciencia, nuestro tiempo, cuánto tiempo…

martes, 15 de julio de 2014

Cosas



Sé que tengo que hacer muchas cosas, esa misma presión me hace pensar a detalle en cada una de estas cosas, después llego a la desesperación de darle resolución  a cada una de estas cosas. Jerarquizar por relevancia, menester inmediato, mas resulta  que en esos menesteres hay más cosas que hacer. Vuelvo a pensarlas, reacomodarlas, son tantas como los pensamientos de toda una vida, la mía para el caso. Entro entonces en una disyuntiva: resolver tales cosas se vuelve el propósito o, hay la opción de desprenderse de tales cosas, olvidarlas sin olvidarlas, es decir la regulación de la preocupación, de que tales cosas volverán en formas, en episodios, en sucesos que yo seguiré asociando a esas cosas que juraba haber olvidado, de las que juraba ya no haberme preocupado.
Y entonces esas cosas me vuelven preso de planes para hallarlas o encontrarles respuesta-solución; encontrar en las cosas es motivo corriente de la condición humana, dar sentido a una cosa, a una epifanía que, para otros es simple naturaleza de la realidad, casualidad. Entonces me dedico entre recesos de la resolución de las cosas a ver, a husmear  las cosas de los otros, de sus mundos, de sus gustos, de sus miedos,  de su similitud en mí para acomodarse en otras cosas, así olvidando las propias hasta que el sol cae.

Y en cosa de segundos me hallo escribiendo de tales cosas, pensándolas pero condensándolas, resolviéndolas sin presiones, recordándolas sin aprensión. Noto hasta este momento que me engaño, no puedo dejar de pensar en el sinfín de cosas que me atan a este planeta de cosas; en donde las cosas son antes que uno, en donde las acciones de dichas cosas son inseparables del actuar de todos. En resumen, me parece que las cosas deben seguir su curso, hasta perder su brío, su angustia, su gusto por vernos a nosotros como la cosa que responderá  -de millones- de formas a las circunstancias otorgadas por ellas, las cosas. Nosotros en tanto (creo) podemos dejar de pensarlas con el riesgo –comprado- de no existir, de volver a la “paz” de una “conciencia cero”. La cosa sería cómo reiniciar esta nueva etapa que, de entre tantas reformulaciones parece partir y finalizar en los mismos hechos, los mismos escenarios, las mismas cosas.

martes, 1 de julio de 2014

El penúltimo del mes




El día, la mañana pintaba según para muchos el triunfo, el inicio de una semana que les cambiaría el ciclo de cada lunes. El resultado,  la historia ya la conocemos todos, aunque en este espacio no se dará pertinencia a ello, pronto habrá una opinión que distará y no.
Después del penalti el plan con la familia (tías, tíos, primos muy preciados) fue el de irse al mar, el tío Spider-Man siempre conoce las mejores costas y ríos del estado, habría entonces que aventurarse sin dudarlo. En la batea de la camioneta con los primos, los novios,  las novias de los primos y el sorprendente tío Araña, sintiendo el sol en la cara, en los brazos, con las toallas como islamitas, el resto en la doble cabina llevándonos al rumbo del que me dijeron era una playa apacible que, a nuestro  regreso bautizamos con las primas como una playa “medianamente virgen”. Durante el trayecto mencionaron que el camino lo pavimentaron hace poco, poco después de las inundaciones del año pasado; me relataron un episodio escatológico sobre intestinos gruesos y otras historias de unos borrachos adultos. Curioso, de igual manera a nuestra partida nos tocó ver a un borracho local a un costado de la carretera, sus amigos –debieron serlo- venían torpemente a su rescate, he de pensar que las fuerzas no les sobraban, así que optaron por apoyarse de una carretilla para trepar al amigo, igual ni a la cama llegó.
En efecto la playa era especial, especial en sus olas, en su arena compuesta en su mayoría de pequeñas piedritas, conchas, en su pequeño brazo que hacía de río, laguna. Justo ahí inició una de las muchas aventuras, pero todo a su tiempo, la regocijante dispersión no hará mella aquí. Con bermuda prestada y con la pata madreada me dirigí al agua, a las olas revoltosas presentadas por el cielo entre gris y gris, azul y purpura (percepción madre de la realidad). La arena se comía mis pies, supongo que fue la sutil advertencia del agua salada, dejándome claro que aquí no me podría sumergir  como en mis sueños, ni como en mis líquidos favoritos; hice caso y pise delicadamente, en la más espumosa de las olas me sumergí, mi intención no se acompañó de purificación alguna, la misma agua a veces no cree esto, pienso que llega a detestar que le vean como canal purificador ¿Qué culpa tiene el agua de nuestra suciedad?
Echando la torta, el sándwich, recargado en la batea, llegó un hombre pasado en tragos, pasado en panza a solicitar auxilio, me dijo: “mi camioneta se está hundiendo, podrías ayudarnos con tu camioneta para sacarla, está a la orilla del río…” Aclaro, evidentemente no era mi camioneta, ni manejar sé (ni nadar), le conté de inmediato a mi primo (el dueño y conductor),subió a la camioneta con el ebrio de copiloto, mi sorprendente tío y el novio de una prima se fueron en apoyo. Salí corriendo tras ellos, no me quería perder a la camioneta Tracker que ahora veíamos sumergida casi a la mitad; más borrachos dando una variedad de sugerencias para sacarla, una gorda parece que pareja, amante, familiar de quien pidió auxilio flotaba junto a la camioneta a manera de una supervisión ridícula. Otra de traje de baño negro de pelo corto sólo se cansaba al son de no ayudar en nada. Se amarró un nudo al chasis de la camioneta, el dueño que resultó que no era el dueño de la camioneta sino su hermano que, por cierto no iba, giraba el volante evitando más atasques. Entre chismosos, borrachos, estorbos y familiares comenzamos a jalar, la cuerda reventó y yo me fui de nalgas al suelo, disimulé dos, dos. Dejé que los profesionales se hicieran cargo y me uní a la gorda que ahora se encontraba fuera del agua, su traje de baño  era como un látex negro que contenía los reclamos, la pesada vociferación de decirle al torpe –conductor- de nueva cuenta la advertencia que le mencionó justo cuando acercó tanto la camioneta a la orilla “¡Te dije que se haría un desmadre!”. A lo lejos –ni tanto- una mujer tomaba vídeo, otros fotografías, opté por estar fuera de cuadro. Vino nuestra, su salvación de lo que parecía la resignación del ver la camioneta hundirse totalmente, esto fue un tractor  y una cadena que hizo  la tarea que ni once personas aproximadamente pudimos realizar. Regresamos y vimos  el abrir de la puerta del conductor, salía una encabronada chorrera de agua acumulada en su interior. Esa camioneta pasaría su noche en la playa. Seguimos con nuestro banquete en el que entre bocados nos indignamos y nos mofamos de los que casi nos hunden nuestra tarde.
Mi tío me señaló la ubicación de un hotel que se lo llevó la mar. Desde la llegada podías ver unas casas de playa a menos de un kilómetro de la costa ¿En serio, qué pensaban qué pasaría al construir casas en ese punto? Parecían ruinas de pirámides que exploré después de una sentada en la arena, luego de un partido de fútbol que tenía años no me aventaba, di lo mejor de mí saliendo lo peor en un 4-0 de medio tiempo, la familia firmó la derrota, el equipo del tío fue el ganador. En mi solitaria exploración vi una cama sin colchón y sí con mucha arena, no sé por qué no me adentré al resto de la casa, de las casas, quizá porque les tengo planes para un posible regreso.
No me llevé ni arena, ni conchas, ni peces como lo hacía con mi mamá o mi papá, en un vaso desechable revotando en el de segunda. En cambio nos llevamos tiempo compartido, experiencias distintas y momentos alterados pero de buen sabor,  como las gotas chocándonos a los mismos ocupantes de la batea; la gorra del amigable tío se la llevó una ráfaga de viento en la carretera  dejándonos su peripecia vista cuando nos cubrimos con una lona de la lluvia hasta nuestro regreso. Se me ocurrió entonces que sería una buena forma de regresar a describir algo, en atención al recordatorio que los distintos sucesos son irrepetibles, y por supuesto únicos.

A mi familia y a ese corto viaje que finalizó en una agradable noche de lluvia en domingo.  

lunes, 31 de marzo de 2014

Cenit


Y estábamos en reunión en la casa que no parecía a ninguna otra pero en la que todos no sentíamos tan cómodos; al frente estaban sentados ellos, una amiga cocinaba y servía, reíamos, en verdad que tu llegada fue inesperada. La naturaleza con la que hablabas, con la que hacías reír al resto, incluyéndome, estaba feliz de verte ahí. Me recordaba esos otros días en los que nos encontramos: el primero cerca del río, la otra ocasión comiendo manzanas a un lado de la carretera perdida, y el más cercano a este momento, el día, la noche, el lugar en el que convivíamos entre extraños y extrañeza, en donde fuiste tan real, tan dada a mi imaginaria y por supuesto a mis idealizaciones.
Discernir entre si estabas o era solamente otro de esos episodios en los que te has vuelto arquetipo de mis ilusiones fue difícil; vi el piso, los muebles, el día afuera se veía como cualquier día, sin alteración, sin lugar a lo irreal. El nerviosismo y mi latir eran naturaleza de mi imperfección y sinceridad, intolerante ante la crítica que ante tu presencia y en la presencia de mi error me permite corregir por ti. Evidentemente era real, me atreví entonces a pedirte que antes de irte me dejarás explicarte todas esas cosas que quedaron sin resolver, las acumuladas en el limbo. No andaría con rodeos, sería específico y en tanto concreto, accediste con esa sonrisa tan tuya, tan anhelada.
Comenzaste a despedirte, y entre el flirteo que conjugábamos supe que te despedirías hasta el final de mí, que recordarías que tenía que decirte algo antes de no volverte a ver (aquí te veo y somos –a fuerza- sinceros). Besaste mi mejilla y otra certeza vino: pegó tu cabello cerca de mi rostro, pude olerlo, olerte. No soñábamos, me obligaba a pensarlo. El nerviosismo me atrapó de nueva cuenta mientras caminabas a la puerta. Mis acompañantes me vieron, me exigían en sus miradas que te alcanzará, creo que al final de cuentas sabía que ahí podía romperse todo; entonces te seguí. Te dije que sólo soñábamos, que de mis obsesivas ilusiones eras triunfante, viéndote en el cenit, en el húmedo bosque, en las escaleras de mis secretos y ahora en la puerta de la realidad.
Mi declaración estribó en que eres un sueño, es entonces mi mejor forma de referirte lo inolvidable que eres por estos lares; lo inolvidable de lo no existente es de gran valor onírico, es el oculto del deseo más sincero, más interno. Atenta a cada palabra y atento yo a tu conmoción, no nos quedó más que regresar, tú entrando a la puerta de mi inconsciente y yo en la puerta de la certeza de que esto sólo pudo pasar en mis sueños.
Abrí los ojos.




viernes, 28 de febrero de 2014

Borrador 5

Iba recorriendo las salas vacías del supermercado, lucía más pequeño, me sentía demasiado sobrado; reconocía cada zona, en donde maniquís, juguetes y unas viejas escaleras eléctricas te llevaban a un segundo piso donde no hay venta de discos, en donde me escondía entre las mesas de los productos, en donde un niño murió cayendo por descuido. A pesar de esto algunas cajas registradoras funcionaban; por un instante los pasillos se hacían enormes. Temí desmayarme. Tarde pero desayuné ese día. Fue un ataque de pánico repentino, y repentinamente me pude librar de él. Me fui hasta el pasillo de artículos de limpieza bucal, sentía la garganta seca, necesitaba hidratarme.  Destapé un refrescante bucal, me tomé casi la mitad. El ardor en la garganta lo sentí hasta los ojos, pero me hizo volver casi entero. Me dirigí a la salida, la mirada del vigilante pegada; sentir incomodidad sabiéndose no deudor de nada, es de las angustias más letales, se padecen mayormente por no encontrarles una razón. Bajando la calle, débil, me senté a esperar que algo pasara. Realmente estaba mal.  
Me dormité unos minutos no quise ver la hora, suficiente con saberme mejor. Me levanté y caminé hasta el hombre que gritaba: “Ténganme lástima”. Lo siento pero no tenía nada para el viejo si en él ya no hay nada. Las cosas lucían desproporcionadas en un sentido natural del costumbrismo a la miseria. Iba mejor. En las escaleras de mármol cruzando ya el pasillo comercial recordé que mi mamá me contó que un hombre resbaló cerca de ella y mi papá -parece ser que yo aún no había nacido- levantó al hombre descalabrado. Terminaba de recordar cuando mi pie pisó una sustancia roja, un bote de pintura se le había caído al pintor que estaba  a tres metros de mí, en el suelo yacía con la cabeza abierta y encima una escalera. No pude emular a mi papá, me fui. Más vital. Caminé por la calle que rodea al botánico desértico. Alguien me enseñó a verlo por una ventana, además, me confesó que era uno de sus lugares favoritos de la ciudad. Me lo agencié en mi lista de lugares favoritos, estas listas nunca deben dejar de ser escritas, y por supuesto acompañadas con el recuerdo de  la persona con quien lo descubriste si el caso fuera así. Por suerte la banquita que tiene la sombra del árbol estaba desocupa, me ocupé entonces en la sombra. Esperando el nuevo suceso. Y vino.
No sé de dónde, podría jurar que salió de la parte baja de la banca, sigo sin estar seguro. No tuve opción, la verdad no tuve ganas de cuestionarme, sermonearme, le di la mano. La mitad de su cabello iluminado por el sol, la otra mitad haciendo parecer que su sombra cobraba vida, su movimiento continuaba invitándome. No noté nada fuera de lo normal, de lo que normal es la anormalidad de querer tener el control sobre las circunstancias, de la filosofía de cómo hacer para no entenderse, pararse. Me perdí, cuando di cuenta íbamos en el taxi abrazados como si de una vida sin días se tratara. Le dije al chofer que parara. Bajamos sin prisa, pero le advertí que algo nos venía siguiendo, que lo había olvidado, que lo quise olvidar, sin embargo desde que nos levantamos de la banca sentí que alguien nos escuchaba, nos seguía. No es nada dijo en el puente que tiene las plantas acuáticas, colillas de cigarros también, al menos dejan ver  tu reflejo; le veía reflejada mientras me contaba que Quetzalcóatl estaba atrapado en el cuerpo de un bebé, y que ese pequeño cuerpo ocupaba un espacio dentro de un bloque de la Pirámide de la luna. Me tuvo atentísimo. Después le hablé de las patrañas de los hombres, hablaba de mí en otros pero convencido de no quererlo hacerlo con ella y por tanto no limitándome a contarle a qué podía enfrentarse, hablábamos de un caso en particular (…). Me fui, vino Hemingway, le hablé de sus cacerías, de la luna que entraba justo cuando me abalancé –y aquél se suicidaba-, la besé como en otras ocasiones no lo hice. Creo que lo supo. Bajamos las escaleras brillantes entre tanta oscuridad, fue la luna, sin intención de querer ser romántica, fue una libre y hermosa acompañante de los hechos. Nos daba pie. Y lo hice, avancé.    
En un desenfrenado estado de sentirme, sentirnos más cerca, le dije que iríamos a un lugar en donde podríamos conocernos; el sentido podría parecer parcialmente sexual, empero que quizá, aunque una premonición le daba otros ecos: electrificando el deseo, la obstinación, la ternura libre de duda, el quehacer de mover emociones que no respondieran a la ansiedad, emoción que resulta ser la de mejor identificación de nuestros diversos planos: la angustia te hace moverte a espacios recónditos de tu ser, desestima lo “bueno” o lo “malo”, sólo incide en hacerte sentir en una acorralada idea (s) de vivir nuevas emociones con repercusiones diversas. La angustia empuja en consecuente a nuevas experiencias y aprendizajes volátiles. Ese panorama era circundante en el sudor de mis manos, en la cercanía de su cuerpo al buscar un lugar en donde pudiésemos colocarnos. La electricidad reinante fue el lugar elegido, en lo alto, como si de la Torre de Babel se tratara, transgredir el cielo acompañado con el excelso riesgo de quemarnos, electrocutarnos. El lugar, la colina en el que habitan los gigantes que dan luz en sus venas, cables en los que fluye la corriente, las pulsiones. Nos introducimos al pentagrama de cableados, controlando desde las alturas el no ser descubiertos, exponiendo motivos entre trincheras. Temió (bien le dije que alguien nos espiaba). Sin embargo no abortó la intención, emprendió al riesgo. Decidimos bajar y tomar rumbo al sur, allá vivía. Su mirada se centró en el piso, queriendo pasar desapercibida, su ritmo, el latir de su corazón era visible en el labio de un rosa pálido que le saltaba delicadamente (me emocionaba). Su casa fue el lugar, tomaba muy en serio el acto de transgredir, me asumo como un adicto de las transgresiones, así que no reparé aunque de testigos llena su casa estaba. Cerca del patio, en pasto verde, caminaban sus amigos, gente que me conocía, en cambio su mirada ahora estaba arriba, no había que ocultar. Di por sentado que algo sabían, de ello a saber qué pensaban existía un gran abismo. Huir, me dijo la conciencia. Al buscarle noté sólo el hilo de una sombra que se alejó, se incorporó a su realidad. Hice lo propio, no le dije nada y me salí, choqué con gente que seguía entrando a su hogar. Molesto en inicio, después muy expuesto al análisis. Los taxis iban ocupados, por fin uno paró, subí.
-¿Adónde joven?  –Dijo el chofer.
- Adonde no me sienta joven señor –Respondí.
-Bien, eso es por acá.

Llegamos. El nombre de la calle era Despertar. 


martes, 25 de febrero de 2014

Notidisparates:

Mientras el sol radiante de un día de febrero entra por nuestras ventanas en la otra ventana vemos la “recaptura” –después de 13 años- del enemigo público del mundo,´a los otros pueden verlos en la lista de Forbes. Al estar demasiado cargados de hazañas, persecuciones y operaciones mediáticas se nos hace imposible creer que uno de los hombres más buscados sea aprendido “limpiamente” en un hotel de Mazatlán (tierra de Infante, de balas y mujeres hermosas); piensen, es como la cacería del que no quieres cazar, no, hasta el momento indicado, hasta que el perseguido diga “ahora sí”. La señal, una reunión de marco financiero en un lugar tan lejos de ser odisea de un chorizo verde, puro rojo ahora. El premio Nobel de la Paz juega golf, mientras que el otro hace evidente su sapiencia de Mercado: “millones en español, trillones en inglés…”, un coleccionista implacable de pifias. Lo que no es una pifia, ni broma es la ingobernabilidad, el Estado fallido que ahora es Michoacán. Ese pueblo que inherentemente trae en la sangre el levantamiento, la resistencia, la cuestión es que, para armar conflicto es primordial el financiarlo ¿Quién inyecta el financiamiento? ¿Es otra novela revolucionaria como en la que se convirtió el EZLN? El tiempo, mejor dicho el olvido lo dirá.
Es difícil, complejísimo diferenciar entre lo real y lo irreal en esta sociedad-holograma en la que vivimos, ahí yace el asunto. Parece ser que quienes habitamos este cuerpo celeste vivimos en diferentes mundos, cada uno a conveniencia o refugio; yendo de Ucrania a la Olimpiada, de Colombia a Venezuela: el pajarito ya no le habla a Maduro y sí las cadenas televisivas como CNN, sí, el perfecto momento para entrar en una nación que colapsa entre el circo de un Bolívar de cuarta y una Derecha que le urge, le mata mover su petróleo con el país del norte (se tardó mucho Irán, Rusia, hasta el mitopoyético Chávez se les murió). Total, el pueblo, o la mitad de éste está hasta la madre, echarle sal a la herida traerá beneficios jugosos para algunos.
Y el cártel, no el de Sinaloa ni el crítico Templario ni el del zorro, sino el cártel del Estado haciendo reacomodos, capturando al más malo de los malos, redactando las últimas líneas de una historia que terminará como deben acabar las buenas historias, atrapando al malo. Hay una veintena de familias que les recuerdan que sería bueno capturar a aquellos que abrieron fuego en una comunidad guerrerense masacrando a más de veinte personas entre los que había mujeres y niños (vaya nota que no es nota).
Y el sol radiante permanece, en disimulo ante tanta vuelta de tuerca, ante tanta circunstancia que es difícil de cartografiar. El sol decide entonces seguir con un su milenaria tarea, dar luz. No se le puede tapar con un dedo, no se puede callar el bullicio si es tierra que se alimenta de lamentos –y de mentiras-, no se puede ocultar entre tanta luz que te da respuestas que por lo regular te van quemando o, mejor, que te deslumbran y entonces, pierdes la capacidad de diferenciar entre la verdad y la supra-verdad.



domingo, 23 de febrero de 2014

Breves de Dios, el hombre y la máquina

Y el hombre creó a Dios a su imagen y semejanza (y no al contrario), mientras que Dios -sin saberlo- antes creó la imperfección llamada hombre para luego el hombre crear a la –“perfecta”- máquina que terminaría por desplazarlo haciéndole creer que Dios en realidad no existe (“el hombre es Dios”), no dando cuenta que la imperfección de esa creencia hizo que convirtiera a la máquinas en su único Dios: Deus ex machina 


viernes, 24 de enero de 2014

Borrador 4 (Las rosas son rojas, los secretos son ausentes de color)


Me llevó al límite, en cuestión de segundos me exasperó. Salimos de la casa, esperamos que tomara su rumbo pero no lo hizo, nos siguió. No ayudó en nada que mi amigo le dijera que si quería podía acompañarnos a la casa de su hermano. El cielo ese miércoles estaba muy nublado, seguro habría relámpagos pensé. Este tipo no dejaba de hostigar, y pensar que en un momento de mi vida fue eterno acompañante, cómo no pude dar cuenta desde aquellas fechas que sólo era un sujeto rústico. Me conmiseré de ambos eso fue, sólo éramos unos adolescentes que habíamos perdido mucho en apenas 14 años, la vida nos tenía sendas sorpresas y las primeras de éstas eran los arrebatos de seres entrañables, quién diría que la resolución (si así se puede llamar) se daría de esta manera, las resoluciones que pedían las mismas acciones.
Vociferaba sin dar tregua, oírlo hablar de cómo logró ser una mejor persona sin tener asomo alguno de lo que significa ser mejor en algo, que contradictorio y fastidioso se escuchaba. Además de que hablaba demasiado su lenguaje era microscópicamente limitado, por no decir que muchas de sus oraciones se componían en su mayoría por muletillas, verbos mal empleados y groserías que en su boca lucían como trapos de cocina incoloros de limpiar tanto cochambre. Intenté no escucharle, mas mi amigo  no sé si en tono de fastidiarme o de divertirse con la avalancha de insensateces de ese imbécil le preguntaba cosas mientras avanzábamos, cosas como: “¿Y en verdad encontraste la paz en ese lugar? ¿Cómo dices qué era eso que sentías por tu mamá y que te llevaba a hacer cosas aberrantes contra ti y contra otras personas? ¿En serio que Dios se te manifestó, de qué forma, cómo es?”
Por fin llegábamos a la casa del hermano. No era muy diferente a la última vez que vine, lo digo puesto que me había dicho un día en su jardín que los muebles por la mañana habían cambiado de lugar: el sofá individual de color café estaba ahora cerca del comedor con el resto de la sala negra, mientras que el sofá individual de color negro estaba cerca del jardín con el resto de la sala café. Le creí, es un tipo que no suele mentir, quizá olvida las cosas frecuentemente más nunca miente; no dudé ni un instante, minutos antes le pregunté que si en su casa no había espectros. La anécdota de  las salas fue mi respuesta, sí, como lo anunciado que desea ser descubierto, total, dar sentido a lo subjetivo. Vendría.
Y ahí esta alma reprobable proseguía en el fastidio, cuestionó mi calidad moral, lo odié por tanta razón, lo odié doblemente porque venía del él; sabía demasiado de mí, mal argumentado pero sabía. No recuerdo a ciencia cierta qué fue lo que me detonó, lo que me hizo ir a la cocina, abrir un cajón y sacar de ahí un cuchillo de mango de madera. Oía su voz, sus carcajadas, su pendejez olía hasta acá. Caminé en pasos largos, el cuchillo rozó el mueble individual café. Fui un cobarde, le ataqué por la espalda mientras hablaba con mi amigo, la hoja entró en su nuca, me sorprendió lo forma tan fácil que atravesó esa nuca gorda, esos bordes, pliegues que se abrían chorreándome la cara de sangre, el piso era un estanque rojo. Esto iba en serio, tan en serio que mi amigo me dijo “Me limpias este desmadre ya mismo”. Limpié mi moral, mi indignidad, esa sangre apestaba tanto como la que la salió de su mano ese año 13 compartido con este cadáver cuando quiso probarme su gallardía pasando un exacto en la palma de su mano, todo en mi casa, en la puerta en la que en otro día un sujeto salía huyendo dando paso a otro lugar… la sangre salía de su mano, el olor tan penetrante, esa misma sangre pero ahora abundante que limpiaba con la jerga que la absorbía como mis mentiras, como mis secretos. Debíamos ocultar el cuerpo, mi amigo ahora cómplice marcaba en su teléfono, decidió llamar a la policía, diría que esto había sido un trágico accidente. Me explicó que sobornaría al forense para que apoyará nuestra versión, eso sí, tendría que pagarle cada peso. Angustia, un secreto terrible que se incluiría a mi lista de despropósitos, siendo éste su corona ¿Sería capaz de vivir a sabiendas de que asesiné a alguien?  ¿Esto en algún momento se pondría al descubierto? ¿Regresaría a la cárcel ahora en el otro bando, el real? No pude decir mucho, continué limpiando la sangre. Juro que en el algún momento el cuerpo inerte me guiñó el ojo; aproveché un descuido de mi amigo para asestar una cuchillada más, tenía que asegurarme que esto jamás se supiera. Nadie imaginaria que las lindas rosas del jardín del hermano de mi amigo fueron abonadas por la culpa de dos extintos amigos. 
Las rosas rojas me ocultan, son cómplices, de querer decir algo las arrancaré y me las tragaré. Amanece.





jueves, 23 de enero de 2014

Sesión espiritista

¿Te salió lo guerrillero? siempre te dije que teníamos que hacer arder los escenarios, que dieran cuenta que no les temíamos, que somos –y fuimos- mejores (en mucho) que ellos, que saldrían huyendo en sus aviones (que llenamos de explosivos), corriendo entre los montes, montañas en donde está nuestro hogar, ahí les estaríamos esperando. Desde los cerros les vigilamos, esperábamos el momento, la alineación de nuestro nahual con la fertilidad de una tierra fría, caliente como la sangre que nos corre en las venas, que se impregna en nuestras morunas, machetes, que descongeló nuestras mentes.
Y les derrocamos, celebramos por días, les hicimos que nos pidieran perdón por tanta miseria, por tanta desconsideración, tanta atrocidad, tanto valemadrismo; algunos no reparamos hasta ese momento del cómo habíamos dado financiamiento a todo esto; entre el lodo fétido en la entrada del Congreso y los cerdos tras las rejas escuchamos una carcajada que elevaba su tono, burlesco. Corrimos allá pensando que algún sobreviviente de la llamada oligarquía se mofaba de nosotros, sólo vimos salir una sombra que se metió en una tumba olvidada del camposanto prometiendo volver, el eco de ráfagas de cuernos de chivo se escuchó a rededor.
Luego me vi salir de mí mismo mientras de mi panza salía humo. Vi mi cuerpo rodeado de hombres sonrientes, algunos eran mis amigos, mis aliados, una tremenda tristeza me invadió. Me elevé al cielo, y aunque el tiempo no existe en estos estados parecía interminable mi llegada, parece ser que nunca llegué. Se me hizo testigo de toda esta mierda en donde ahora me llaman de un descanso no eterno, de mi deambulación, para pedirme consejo.
¿Qué les puedo decir? Solamente que todo es cíclico, que todo esto pasará y en algunos años volverá. ¿No les satisface? La esperanza es algo que no se satisface jamás.
Sesión espiritista con Lucio Cabañas en el que describe un sueño




miércoles, 1 de enero de 2014

De nuevo año




El fin de año es un mito, necesario en consecuencia: el mito de seguir el próximo año que se irá y que con el viento correrá, se olvidará; prefiero adelantar mis propósitos a cinco, diez, veinte años venideros en el caso de no llegar, de no cumplirlos: incluyo mis deseos y obligaciones, mis pestes y mis dichas; sé que 2014 0 2019 traerán escenarios distintos, de eso siempre se ha tratado, de cambio inesperado, obligado, desapercibido. Tendré que sufrir, tendré a quien querer, acariciar, desear y odiar también. Habrá desesperación y gloria, angustia, trifulca, remedios, suspiros y pasiones.
Pondré mi fe en manos ajenas y propias, daré beneficios (a montones) a las dudas –comenzando con las propias-, pecaré (seguro) luego me revindicaré. Me asomaré al fondo del mar, veré mis pies y recordaré ese verano aún incierto aquella vez del año pasado en el que pensé que todo se derrumbaba o que todo regocijaba. En el bosque, entre las pineras enterraré la llave que aún no me das pero que seguro lo harás. Me despediré, se despedirán. Dolerá, sabrás que estoy mejor, que estamos mejor; sí porque es un año difícil este que viene ¿Cuál es? ¿Cuál de todos?, de mucha pobreza (como los otros), aunque la luz ha sido más brillante desde aquel 1980 en el que me imagino chupando un dedo de mi mano izquierda. En donde mi madre quizá dijo:
“Muchos años quedan por venir, te deseo lo mejor en cada uno. Deseo que estés en cada uno. Tu bendición será ser minúscula parte del tiempo; ahora vives y comienza el recorrido hasta no sé dónde hijo. Sólo no dejes de moverte, de andar. No pases inadvertido a los años”