Tiempo

El tiempo es mi mejor amigo y mi peor enemigo. El tiempo ambiguo del esquizofrénico, el tiempo que fumas, el tiempo que soñamos, el tiempo viajado, el tiempo obsesivo felizmente vivido por un servidor y otros más; el tiempo otorga el valor… valor para hablar de comics, de ideas, de “absurdos delirantes”, de parodia, de cine, de intentos, de música, del fin del mundo, de playas vírgenes ochenteras suicidas. En fin, el tiempo es quien definirá este rollo que hoy mismo inicia e incita a la banda a que lo visite, lo juzgue, lo ame, lo odie o las dos cosas. La pertenencia digital me quitaba el sueño.

martes, 25 de noviembre de 2014

Solaris según Nolan (Interestelar)





Se dice que el cine es la realización de un sueño, es aquello que percibes con un deseo enorme, deseas que todo lo que pasa en esas imágenes en movimiento fuera real, alcanzable. Te trastoca y juega todas las emociones, te evoca sentimientos varios, la mayoría de estos podríamos decir (en generalización: el miedo, la violencia,  el coraje y el amor); comparto sin duda esa idea, qué decir si esos sueños, esas imaginerías te explican –sin absolutos- los motivos de la vida.  Partiendo de ello, existe en nuestros tiempos un director que hace de esto una “realidad”,  me refiero al señor Cristopher Nolan y todo su grandioso equipo de trabajo, mención aparte la colaboración de su hermano  Jonathan Nolan en la guionización de todas sus películas,  me encanta decir que de profesión éste es psicólogo; en esas historias es evidente e increíblemente bien planteada dicha labor, porque da cabida a romper en lo planteado, del poder realizar y consumar que las incertidumbres se hagan realidades fílmicas, y ante todo, muy  humanas (en eso estriba la psicología, en lo irrealizable y no en lo condicionado). La filmografía de Nolan se caracteriza por pronunciar en una a una de sus películas la complejidad del ser humano, la complejidad de sus fantasías, de llaves que abren las puertas de lo oculto, de la magia y la ciencia como fusión para entender a las cada vez más complejas y desorganizadas sociedades, revisadas éstas en distintos tiempos, realidades y ahora en mundos, astronómicamente hablando. Sus personajes , y sin duda, sus protagonistas son individuos que viven atormentados ya sea por superar a un rival en la noble laboral de crear ilusiones; en hombres descompuestos en su reloj biológico y obsesionados en atrapar a un asesino que les permitirán eximir culpas;  del origen mismo del mito de los héroes, una tragedia, el doloroso y necesario camino del héroe y la fuerte necesidad de su presencia  en todos;  en el  saber que lo más valioso en el mundo es una idea, un pensamiento que es blindado en las profundidades del inconsciente, en los sueños, la –imperfecta- arquitectura del sueño.  
La premisa de interestelar parte y finaliza en la relación afectiva entre una hija y su padre, todo esto contextualizado en un planeta  que le queda poco tiempo de vida (la hambruna no es cosa de continentes), en donde las tecnologías dominantes ahora sólo pasean, vuelan  por terrenos infértiles. De la relación dicha, un padre que tiene sueños recurrentes en donde el desenlace es el estrellarse, lo inoperable de una nave que con el transcurso de la película –desde la analogía- nos permite entender que el conocimiento en ocasiones, o regularmente es condicionado por los intereses, y las necesidades, que en el caso de la película queda al descubierto sin incurrir en tramas políticas o gubernamentales; la necesidad propiamente empuja a los personajes a estrellarse frecuentemente para entender los motivos de la existencia, el afecto y la ciencia como interlocutor de la colonización no de otros mundos, sino de la multidimensionalidad de los pensamientos.
Entre los muchos aciertos del filme, está precisamente esa narrativa que no desestima en ningún momento el discurso científico, y miren que esto es un reto no correspondiente sólo a las películas de ciencia ficción, sino en cualquier producto que incluya o deseé versar sobre el tema. La relatividad del tiempo, el viaje interestelar,  las teorías sobre los agujeros negros son tratados de tal manera que se convierten en un componente, un protagonista –no secundario- más de la historia. El desprendimiento es otro de los temas, que desprendimiento más agravante que el de separarse de  lo que más amas, una hija, el mundo mismo; internarte en un mundo oscuro que del otro lado tendrá más preguntas que respuestas. Porque precisamente el pragmatismo ha sido una de los rasgos particulares de Nolan, la función del cuestionamiento en donde este director desplaza a la palabra para explicarnos por medio del simbolismo, sea puesto éste en el color (la fotografía), en la frialdad y el encierro de una nave compartida por apenas cuatro tripulantes y un robot (me recuerda a aquellos primeros e inmensos procesadores de información o a los martillos andantes de The Wall) al que puedes regularle el humor, la ironía ante la vida de sus creadores (eso me recuerda el presente). La “armonía” de los mundos a conquistar serán motivo subyacente de más símbolos: un mundo acuático (inundado), un mundo frío (congelado) y un mundo de piedra (rígido), el cuarto mundo es el elemento que parece ser el mensaje de Nolan, el amor, el cual se entrelaza en los sistemas biológicos y artificiales, en las teorías, en las leyes que dominan el universo.
Porque a veces podemos explicar el mundo y la vida magistralmente, y otras tantas ocasiones nos reducimos a la imposibilidad de sólo contemplarlo, en el polvo que gravita, que trata de decirnos algo que seguimos sin comprender, entender.


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