miércoles, 1 de enero de 2014
De nuevo año
El fin de año es un mito, necesario en consecuencia: el mito de seguir el próximo año que se irá y que con el viento correrá, se olvidará; prefiero adelantar mis propósitos a cinco, diez, veinte años venideros en el caso de no llegar, de no cumplirlos: incluyo mis deseos y obligaciones, mis pestes y mis dichas; sé que 2014 0 2019 traerán escenarios distintos, de eso siempre se ha tratado, de cambio inesperado, obligado, desapercibido. Tendré que sufrir, tendré a quien querer, acariciar, desear y odiar también. Habrá desesperación y gloria, angustia, trifulca, remedios, suspiros y pasiones.
Pondré mi fe en manos ajenas y propias, daré beneficios (a montones) a las dudas –comenzando con las propias-, pecaré (seguro) luego me revindicaré. Me asomaré al fondo del mar, veré mis pies y recordaré ese verano aún incierto aquella vez del año pasado en el que pensé que todo se derrumbaba o que todo regocijaba. En el bosque, entre las pineras enterraré la llave que aún no me das pero que seguro lo harás. Me despediré, se despedirán. Dolerá, sabrás que estoy mejor, que estamos mejor; sí porque es un año difícil este que viene ¿Cuál es? ¿Cuál de todos?, de mucha pobreza (como los otros), aunque la luz ha sido más brillante desde aquel 1980 en el que me imagino chupando un dedo de mi mano izquierda. En donde mi madre quizá dijo:
“Muchos años quedan por venir, te deseo lo mejor en cada uno. Deseo que estés en cada uno. Tu bendición será ser minúscula parte del tiempo; ahora vives y comienza el recorrido hasta no sé dónde hijo. Sólo no dejes de moverte, de andar. No pases inadvertido a los años”
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