¿Te salió lo guerrillero? siempre te dije que teníamos que hacer arder los escenarios, que dieran cuenta que no les temíamos, que somos –y fuimos- mejores (en mucho) que ellos, que saldrían huyendo en sus aviones (que llenamos de explosivos), corriendo entre los montes, montañas en donde está nuestro hogar, ahí les estaríamos esperando. Desde los cerros les vigilamos, esperábamos el momento, la alineación de nuestro nahual con la fertilidad de una tierra fría, caliente como la sangre que nos corre en las venas, que se impregna en nuestras morunas, machetes, que descongeló nuestras mentes.
Y les derrocamos, celebramos por días, les hicimos que nos pidieran perdón por tanta miseria, por tanta desconsideración, tanta atrocidad, tanto valemadrismo; algunos no reparamos hasta ese momento del cómo habíamos dado financiamiento a todo esto; entre el lodo fétido en la entrada del Congreso y los cerdos tras las rejas escuchamos una carcajada que elevaba su tono, burlesco. Corrimos allá pensando que algún sobreviviente de la llamada oligarquía se mofaba de nosotros, sólo vimos salir una sombra que se metió en una tumba olvidada del camposanto prometiendo volver, el eco de ráfagas de cuernos de chivo se escuchó a rededor.
Luego me vi salir de mí mismo mientras de mi panza salía humo. Vi mi cuerpo rodeado de hombres sonrientes, algunos eran mis amigos, mis aliados, una tremenda tristeza me invadió. Me elevé al cielo, y aunque el tiempo no existe en estos estados parecía interminable mi llegada, parece ser que nunca llegué. Se me hizo testigo de toda esta mierda en donde ahora me llaman de un descanso no eterno, de mi deambulación, para pedirme consejo.
¿Qué les puedo decir? Solamente que todo es cíclico, que todo esto pasará y en algunos años volverá. ¿No les satisface? La esperanza es algo que no se satisface jamás.
Sesión espiritista con Lucio Cabañas en el que describe un sueño
jueves, 23 de enero de 2014
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