Tiempo

El tiempo es mi mejor amigo y mi peor enemigo. El tiempo ambiguo del esquizofrénico, el tiempo que fumas, el tiempo que soñamos, el tiempo viajado, el tiempo obsesivo felizmente vivido por un servidor y otros más; el tiempo otorga el valor… valor para hablar de comics, de ideas, de “absurdos delirantes”, de parodia, de cine, de intentos, de música, del fin del mundo, de playas vírgenes ochenteras suicidas. En fin, el tiempo es quien definirá este rollo que hoy mismo inicia e incita a la banda a que lo visite, lo juzgue, lo ame, lo odie o las dos cosas. La pertenencia digital me quitaba el sueño.

martes, 15 de julio de 2014

Cosas



Sé que tengo que hacer muchas cosas, esa misma presión me hace pensar a detalle en cada una de estas cosas, después llego a la desesperación de darle resolución  a cada una de estas cosas. Jerarquizar por relevancia, menester inmediato, mas resulta  que en esos menesteres hay más cosas que hacer. Vuelvo a pensarlas, reacomodarlas, son tantas como los pensamientos de toda una vida, la mía para el caso. Entro entonces en una disyuntiva: resolver tales cosas se vuelve el propósito o, hay la opción de desprenderse de tales cosas, olvidarlas sin olvidarlas, es decir la regulación de la preocupación, de que tales cosas volverán en formas, en episodios, en sucesos que yo seguiré asociando a esas cosas que juraba haber olvidado, de las que juraba ya no haberme preocupado.
Y entonces esas cosas me vuelven preso de planes para hallarlas o encontrarles respuesta-solución; encontrar en las cosas es motivo corriente de la condición humana, dar sentido a una cosa, a una epifanía que, para otros es simple naturaleza de la realidad, casualidad. Entonces me dedico entre recesos de la resolución de las cosas a ver, a husmear  las cosas de los otros, de sus mundos, de sus gustos, de sus miedos,  de su similitud en mí para acomodarse en otras cosas, así olvidando las propias hasta que el sol cae.

Y en cosa de segundos me hallo escribiendo de tales cosas, pensándolas pero condensándolas, resolviéndolas sin presiones, recordándolas sin aprensión. Noto hasta este momento que me engaño, no puedo dejar de pensar en el sinfín de cosas que me atan a este planeta de cosas; en donde las cosas son antes que uno, en donde las acciones de dichas cosas son inseparables del actuar de todos. En resumen, me parece que las cosas deben seguir su curso, hasta perder su brío, su angustia, su gusto por vernos a nosotros como la cosa que responderá  -de millones- de formas a las circunstancias otorgadas por ellas, las cosas. Nosotros en tanto (creo) podemos dejar de pensarlas con el riesgo –comprado- de no existir, de volver a la “paz” de una “conciencia cero”. La cosa sería cómo reiniciar esta nueva etapa que, de entre tantas reformulaciones parece partir y finalizar en los mismos hechos, los mismos escenarios, las mismas cosas.

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