Estábamos parados en el alto, mientras que dos extranjeros gavachos, para el caso dos “estrellas” del baloncesto capitalino cruzaban la calle inquietos; uno de ellos con un cierto brillo en su rostro oscuro. Pronunciaba un inglés vulgar por su tono y su mediático contenido. Decía algo a otro en la camioneta, al costado izquierdo. A la derecha, el joven y no tan joven grupo espectador rugía. Su indecorosa manía de ampliar su lenguaje arquetípico con leyendas tan flojas como: “el miércoles todavía es de ellas”.
Ya en avanzada y sobre la avenida le comento que, esos dos son como “pequeños extraterrestres” en un planeta de seres más pequeños que ellos; no son más que desechos del sur y en nuestras brújulas apuntan al norte. “Guerreros” carentes de anécdotas en relación a una honorable batalla, y quizás uno que otro ladino rijoso con una amplía y perturbada razón de seguir siendo reconocido, considerando que sus primeros destellos se hicieron presentes en la casualidad de un nuevo siglo que para su malestar intangible acabó desde hace mucho. Buscamos lo que encontramos, –le decía- Respeto y admiración es lo que les ofrece este “pedazo de planeta” a la dupla y al resto no presente. En sus duelas y espacios, impensable despertar euforias, y mucho menos reinventarse en lo que no siquiera fue creado. Son fugaces figuras, figuras públicas que no necesitan interpretar a los demás. Los conquistados por la cotidianidad celebran a sus héroes.
No se pueden exigir estandartes dignos a aquellos que buscan las estrellas en el suelo; en siluetas estereotipadas de pasiones que ni son las suyas. Simple sublimación del inconsciente colectivo hurtado.
Continuaba –“yo me convierto en lo que tú crees que necesitas y tú me ofreces lo que no entiendo pero que necesariamente creo merecer”- Si pudieran interpretarse y hablarse, algo así se dirían. No se angustien, hay una sola cosa que comparten indiscutiblemente. Su vacio.
Ya en avanzada y sobre la avenida le comento que, esos dos son como “pequeños extraterrestres” en un planeta de seres más pequeños que ellos; no son más que desechos del sur y en nuestras brújulas apuntan al norte. “Guerreros” carentes de anécdotas en relación a una honorable batalla, y quizás uno que otro ladino rijoso con una amplía y perturbada razón de seguir siendo reconocido, considerando que sus primeros destellos se hicieron presentes en la casualidad de un nuevo siglo que para su malestar intangible acabó desde hace mucho. Buscamos lo que encontramos, –le decía- Respeto y admiración es lo que les ofrece este “pedazo de planeta” a la dupla y al resto no presente. En sus duelas y espacios, impensable despertar euforias, y mucho menos reinventarse en lo que no siquiera fue creado. Son fugaces figuras, figuras públicas que no necesitan interpretar a los demás. Los conquistados por la cotidianidad celebran a sus héroes.
No se pueden exigir estandartes dignos a aquellos que buscan las estrellas en el suelo; en siluetas estereotipadas de pasiones que ni son las suyas. Simple sublimación del inconsciente colectivo hurtado.
Continuaba –“yo me convierto en lo que tú crees que necesitas y tú me ofreces lo que no entiendo pero que necesariamente creo merecer”- Si pudieran interpretarse y hablarse, algo así se dirían. No se angustien, hay una sola cosa que comparten indiscutiblemente. Su vacio.
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