Anexo VIII “El honor es como el halcón… A veces debe usar capucha”
Es un artículo escrito por el editor del New Frontiersman (Godfrey); en él se describe la relevancia del héroe enmascarado para con el pueblo estadunidense, haciendo algunas
analogías bruscas, y sí porqué no, inverosímiles (el Álamo, el té de Boston, el Llanero solitario por mencionar algunas) para entender-comprender la presencia de éstos como símbolos de la identidad nacional.
Crítica la postura del Nova Express, describiéndolo como un periódico comunista, ya que éste desacredita la “resurrección” de las figuras heroicas. Godfrey culpa directamente al editor del Nova (Roth) sobre su responsabilidad directa en el exilio de Manhattan (el caso del cáncer y la difamación venidera), le relaciona también con el gobierno de la U.R.S.S.
Godfrey defiende –textualmente y ferozmente- la presencia de los enmascarados, ya que determina en ellos el compromiso de la justicia verdadera, aquella que no es ejecutada por los que crearon las leyes lánguidas e inútiles, sino por los hombres puros que apelan por la libertad. Toma una mención atrasada del Nova en donde comparan a los enmascarados con el Ku Klux Kan; Godfrey la desacredita defendiendo la postura de éstos, les justifica mencionando que ellos defendieron cierto territorio norteamericano del insulso mestizaje, llamando a las otras culturas: “culturas menos avanzadas moralmente”. Describe en totalidad al Nova como anti norteamericano.
Demanda al gobierno que investigue quién patrocina al Nova, acusando directamente a los “rojos” de dicho patrocinio. Cierra diciendo que lo que describe y dicta el Nova va en contra de las tradiciones y valores de su país.
Hay un cartón en donde se presenta a la figura del héroe en una emulación muy cercana del superhéroe anglosajón (Superman) el cual va uniformado con la bandera de Estados Unidos, el mismo se encuentra sobre un ring. A su espalda una figura satirizada de Roth le dice: “¡Vamos, quiero una pelea limpia! Le rodean una mujer negra exuberante que le acecha con drogas diversas, un mafioso regocijante de capital, una figura gansteril, atrás de ellos puede verse a un soviético con una bomba (en la que está dibujada la insignia de la hoz y el martillo) en la mano; un vándalo le apunta con una resortera, lleva puesto un mandil en el que se puede leer: Delincuencia Juvenil. Entre el público se ve a un hombre calvo dormitando, a su espalda puede leerse “público en general”, alguien más lleva un banderín el cual dice “Keene” haciendo referencia a la ley que censura a los héroes de cualquier actividad; una mujer con sus hijos miran con horror la escena mientras la estatua de la Libertad llora.
Todo lo mencionado nos da un claro punto de la presencia de los medios gráficos y la influencia directa que tienen sobre el pueblo estadunidense en su postura al respecto de la figura del héroe. Por un lado el New Frontiersman nos describe una visión ultraconservadora, xenofóbica y paranoica, determina en los enmascarados el símbolo más puro de su nación, la pone como el defensor neto de sus derechos; estigmatiza toda condición y atribución del mal asumiendo así la descomposición social a los comunistas, socialistas, a los drogadictos, a los atípicos, todos aquellos que manchan la identidad nacional, incluyendo otras razas; la sátira es más que clara, hace evidente en figuras estereotipadas dicho ataque y atribución maliciosa.
Por otro lado la postura del Nova Express vacía toda esa descomposición en la figura de los héroes, pues traslada su función y tarea en mero hecho gubernamental, héroes al servicio del gobierno que violentan los derechos civiles. Podemos entender que ambas posturas son equivocas y que sólo responden al miedo eminente de una posible guerra nuclear en puerta, dando pie –realmente- a una “guerra de medios y civil de una nación”. Queda entre dicho la verdadera intención de los enmascarados, en la que hasta ahora podemos dar cuenta que es relativa y sí, muy particular, dado que cada uno de los Watchmen responden dicha función a sus propios intereses particulares, son exclamación de sus propios miedos, reafirmaciones, lucubraciones , complejos e interpretaciones de una sociedad que ha perdido su identidad y rumbo, misma sociedad que en algún momento respondió a las hazañas de éstos, pero que ahora en un “mundo moderno” en descomposición no tienen ya cabida. Héroes “que no son necesarios”, pero que son requeridos como figuras mesiánicas, alejadas si del ideal –utópico- del consenso, más necesarias para salvarles no de una guerra sino de sí mismos. La intención de proyectar las responsabilidades que les han llevado al error tan grave ante el cual sucumben.
Cualquier similitud es –y no es- mera coincidencia… Porque la Guerra Fría se traspoló a nuestros corazones.
Crítica la postura del Nova Express, describiéndolo como un periódico comunista, ya que éste desacredita la “resurrección” de las figuras heroicas. Godfrey culpa directamente al editor del Nova (Roth) sobre su responsabilidad directa en el exilio de Manhattan (el caso del cáncer y la difamación venidera), le relaciona también con el gobierno de la U.R.S.S.
Godfrey defiende –textualmente y ferozmente- la presencia de los enmascarados, ya que determina en ellos el compromiso de la justicia verdadera, aquella que no es ejecutada por los que crearon las leyes lánguidas e inútiles, sino por los hombres puros que apelan por la libertad. Toma una mención atrasada del Nova en donde comparan a los enmascarados con el Ku Klux Kan; Godfrey la desacredita defendiendo la postura de éstos, les justifica mencionando que ellos defendieron cierto territorio norteamericano del insulso mestizaje, llamando a las otras culturas: “culturas menos avanzadas moralmente”. Describe en totalidad al Nova como anti norteamericano.
Demanda al gobierno que investigue quién patrocina al Nova, acusando directamente a los “rojos” de dicho patrocinio. Cierra diciendo que lo que describe y dicta el Nova va en contra de las tradiciones y valores de su país.
Hay un cartón en donde se presenta a la figura del héroe en una emulación muy cercana del superhéroe anglosajón (Superman) el cual va uniformado con la bandera de Estados Unidos, el mismo se encuentra sobre un ring. A su espalda una figura satirizada de Roth le dice: “¡Vamos, quiero una pelea limpia! Le rodean una mujer negra exuberante que le acecha con drogas diversas, un mafioso regocijante de capital, una figura gansteril, atrás de ellos puede verse a un soviético con una bomba (en la que está dibujada la insignia de la hoz y el martillo) en la mano; un vándalo le apunta con una resortera, lleva puesto un mandil en el que se puede leer: Delincuencia Juvenil. Entre el público se ve a un hombre calvo dormitando, a su espalda puede leerse “público en general”, alguien más lleva un banderín el cual dice “Keene” haciendo referencia a la ley que censura a los héroes de cualquier actividad; una mujer con sus hijos miran con horror la escena mientras la estatua de la Libertad llora.
Todo lo mencionado nos da un claro punto de la presencia de los medios gráficos y la influencia directa que tienen sobre el pueblo estadunidense en su postura al respecto de la figura del héroe. Por un lado el New Frontiersman nos describe una visión ultraconservadora, xenofóbica y paranoica, determina en los enmascarados el símbolo más puro de su nación, la pone como el defensor neto de sus derechos; estigmatiza toda condición y atribución del mal asumiendo así la descomposición social a los comunistas, socialistas, a los drogadictos, a los atípicos, todos aquellos que manchan la identidad nacional, incluyendo otras razas; la sátira es más que clara, hace evidente en figuras estereotipadas dicho ataque y atribución maliciosa.
Por otro lado la postura del Nova Express vacía toda esa descomposición en la figura de los héroes, pues traslada su función y tarea en mero hecho gubernamental, héroes al servicio del gobierno que violentan los derechos civiles. Podemos entender que ambas posturas son equivocas y que sólo responden al miedo eminente de una posible guerra nuclear en puerta, dando pie –realmente- a una “guerra de medios y civil de una nación”. Queda entre dicho la verdadera intención de los enmascarados, en la que hasta ahora podemos dar cuenta que es relativa y sí, muy particular, dado que cada uno de los Watchmen responden dicha función a sus propios intereses particulares, son exclamación de sus propios miedos, reafirmaciones, lucubraciones , complejos e interpretaciones de una sociedad que ha perdido su identidad y rumbo, misma sociedad que en algún momento respondió a las hazañas de éstos, pero que ahora en un “mundo moderno” en descomposición no tienen ya cabida. Héroes “que no son necesarios”, pero que son requeridos como figuras mesiánicas, alejadas si del ideal –utópico- del consenso, más necesarias para salvarles no de una guerra sino de sí mismos. La intención de proyectar las responsabilidades que les han llevado al error tan grave ante el cual sucumben.
Cualquier similitud es –y no es- mera coincidencia… Porque la Guerra Fría se traspoló a nuestros corazones.
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