Tiempo

El tiempo es mi mejor amigo y mi peor enemigo. El tiempo ambiguo del esquizofrénico, el tiempo que fumas, el tiempo que soñamos, el tiempo viajado, el tiempo obsesivo felizmente vivido por un servidor y otros más; el tiempo otorga el valor… valor para hablar de comics, de ideas, de “absurdos delirantes”, de parodia, de cine, de intentos, de música, del fin del mundo, de playas vírgenes ochenteras suicidas. En fin, el tiempo es quien definirá este rollo que hoy mismo inicia e incita a la banda a que lo visite, lo juzgue, lo ame, lo odie o las dos cosas. La pertenencia digital me quitaba el sueño.

martes, 28 de agosto de 2012

Turbosina


Nancy Harkness Love 

En el experimento aquel en donde tenía que llenar con sustrato ferroso y activarle en magnesio todo se colapsó, qué demonios podría yo saber que el combinar estos elementos tendría un resultado fatídico. Siempre detesté la química, soy ajena –desde el tuétano- a los resultados que puedan comprobarse científicamente. Esto no quiere decir que viva en una realidad de ambigüedades y abstracciones benéficas a mis más ínfimos intereses. ¿Y por qué comienzo detallando estos aspectos de ingenuos accidentes de secundaria? Sencillo, es la primera imagen acústica que vino, y miren que traté de poner la mente en cero; estoy en mi sesión de meditación, ajá, adivinaron no puedo meditar, concentrarme. Llevo casi un mes practicando la meditación, sugerencia de la amiga de una amiga. Florecita me lo recomendó aquella tarde de jueves cuando irrumpió en la mesa de aquel café mientras yo hablaba en cause verborreico, me acompañaba Susana; resulta que Florecita es su mejor “amiguis” de la preparatoria, sí, ese adjetivo utilizó Susana para darme razón y presentación de la amiga aquella que cayó como bomba, las bombas por sentido de la más pura lógica caen inesperadamente, son de condición y naturaleza sorpresiva, creo entonces que ahí se sustenta la expresión cotidiana “Me cayó como bomba” o la otra “Soltó la bomba” y así… Y entonces el efecto de su llegada detuvo el torrente de mis palabras, iba en la parte en la que describía mi incapacidad de concentrarme en una sola cosa, segura estoy que Florecita le escuchó, lo supe por la sugerencia dada antes de despedirse acompañada del estallido del ¡Muac! “Oye linda, bueno a ambas, hay un centro de estos naturistas-budistas increíble, imagínense, tengo dos semanas apenas en él y me siento súper bien, deberían ir eh. Bueno, me voy, gusto, bye…”  Ay pinche Florecita me cortó la inspiración, allá en el café y ahora aquí en plena meditación. Sí, hice caso a la vaga recomendación, eso sí, busqué un horario en el que me fuera imposible toparla, no toleraría otro de sus consejos  New age de vanguardia, no señor. ¿En qué estaba? Ah sí, debo concentrarme, ir hasta mi interior. La ropa interior, confieso es mi debilidad, no me acusen de banal, soy mujer, y si bien no comulgo con la “filosofía” de la D'alessio (cruz, cruz) si me ocupa mucho mi comodidad y mi sensualidad, claro que sí. Ashh, aunque seguro es que llegar a mi interior en nada se relaciona en mi gusto por la lencería. Mujer concéntrate. Haré un poco de trampa, a ver, ¿Escena de concentración? ¿Relacionada con el mundo interno? Aparece un pingüino, se desliza por el hielo, me dice Slide! ¡Momento! Esa es la escena de una película, esa película que tanto le gustaba a Ramiro, ah Ramiro ¿Qué será de él? ¿Qué estará haciendo? ¿Pensando tal vez en mí? Ja, ¡Qué pinche loca!... El punto, el pingüino no podría ser mi referente animal, de ser nahuala es lo último en lo que podría transformarme, cuánta razón Tyler Durden. ¡Al diablo! Me largo de aquí, si he de encontrarme será en el tráfico incesante de allá afuera, entre las estrechas y apiladas calles repletas de rostros amontonados en gesticulaciones varías, me prenderé el alma con turbosina, me veré al espejo y me mentaré la madre para después darme un beso y chiquearme. Y al final me diré: calma mi niña, inmediato me responderé: ¿Verdad qué puedo? Contestándome:“claro, ahora concéntrate y piensa qué sigue…”



lunes, 20 de agosto de 2012

La biblioteca de Mr. Mxyzptlk

Seis libros –inexistentes- recomendados por Mr. Mxyzptlk (kltpzyxm) desde la dimensión Zrfff:
1. La guía Hansard del sueño refrescante (19 volúmenes) 
Una de las obras falsas que estaban en las estanterías de la casa de Charles Dickens en G
ad´s Hill. Los lomos de estos libros inexistentes fueron usados para ocultar unas tallas de madera que el gran novelista prefería cubrir.
2. El loco Trist, de Sir Launcelot Canning
Uno de los libros inexistentes mencionados para crear la atmósfera de misterio y peligro en el cuento “La caída de la casa de Usher”, de Edgar Allan Poe.
3. Necronomicon, de Abdul Alhazred (el árabe delirante)
Una obra “blasfema” y “prohibida” mencionada varías veces en los cuentos de terror de H.P. Lovecraft. Este libro inexistente fue descrito como “el ánima fantasmal y simbólica del culto prohibido de los comedores de cadáveres del inaccesible Leng en Asia central”.
4. Los siete minutos, de J.J. Jadway (París, Etoile Press)
Esta novela de 171 páginas, la más prohibida de la historia, fue un producto de la imaginación de Irving Wallace en su libro de verdad también llamado Los siete minutos. Los contenidos del libro inexistente, según Wallace, consistían en “los pensamientos de una mujer durante los siete minutos de cópula con un hombre anónimo”.
5. Sobre la distinción de las cenizas de los distintos tabacos, de Sherlock Holmes
Esta distinguida monografía del genial detective probablemente fue publicada entre 1880 y 1890. Su leal compañero, el doctor Watson, fue el primero en mencionarla.
6. Caminos flotantes, de Javier Rojas
Novela ficticia publicada en 1973. Se hace referencia de ella en el cuento “A riesgo de otoño” de un no sé quién (…); influencia directa en el protagonista de este breve relato el cual describe una autobiografía ficcional desde imaginarios y lugares tan dispares –y próximos- como: San Miguel de Allende, el Colegio de México, la Universidad de Delhi, los barrios bravos del DF, Bengala, para dar vida a guiones (El sueño de los otros) o a columnas periodísticas (A fuerza del olvido).

miércoles, 15 de agosto de 2012

Inferencias marcianas



Y en verdad puedo decir que hay vida en Marte, se lo he dicho a la enfermera más de 100 veces; siempre desestimando mis argumentos, siempre llenándome de pastillas la boca, cada palabra distorsionada por la prescripción de ese hombre en bata blanca. Caray, su idea sobre la mente es tan primitiva, tan rudimentaria, qué podría esperar de un tipo que mientras me observa, me analiza, rebota una pelota de esponja en el muro blanco de su institución. En Marte los avances al respecto del comportamiento y la psique humana y ahora marciana, psique marciana -que tan vago y extraño suena eso- son extralimitadas. No quiero decir que no haya dementes en el planeta rojo, vamos, es tan egoísta considerarlo, como el considerar que no hay vida inteligente en otros planetas, precisamente en ello hayamos la respuesta: si hay vida inteligente en otros planetas, otros sistemas, por ende el ser inteligente devendrá en las interrogantes, en las inferencias, causa posible de inseguridad; soy pensante, en consecuencia me cuestiono y doy forma a millones de lucubraciones al respecto del otro, de los otros y de las cosas, los mundos incluidos.
Inclusivo uno de esos mundos en nuestras propias costas. Esa fue la primera vez que viajé, si es posible definirlo así, yo le defino así dado que literalmente viajé entre las aguas grises de una noche de noviembre 3. Valiente de mí, alcoholizado de mí y sobre todo harto de mí me adentré a la mar. Las aguas no cándidas rodeaban mi cuerpo, le succionaban. La experiencia comenzó a consolidarse al ver objetos flotando a mí alrededor: estaba ahí el hexágono de plástico de mi juguete de formas infantil, aquel que perdí dando – el primer- paso a mi inacabado ser. Flotaba el disecado cordón umbilical que mi mamá guardaba en un frasquito, contenido en el mismo recipiente, como carta embotellada de algún náufrago que para el instante era yo. Vi mis estampas mojadas sin embargo intactas del álbum que no llené; los dientes de leche, la muelita que perdí en aquel columpio que pensé me lanzaría a otra galaxia a otro instante. Revelación entonces pensé. Se acercó a mí en flote el vestido de mis delicias, aquél que no quité, ahora sin cuerpo flotando en las aguas propias, cuerpo de constitución líquida que por fin chocaba a la par del mío. En oscuridad palpitante mi reflejo se hizo un espejo, la imagen de mi sonrisa se formó, quise entonces adherírmele, clavé mi rostro, sumergí mi cabeza y en un santiamén llegué a la profundidad. Anulación de un único sentido, la vista, no me preocupó, alarma alguna no se hizo presente. Recordé a Wells y su Bogotá que recibía con beneplácito que retirasen esas cosas extrañas llamadas ojos, las que conllevan a suaves depresiones en parpadeos y estimulaciones inacabables; el fin de mis distracciones, el fin de mi estadía en este mundo. Después las arenas que sostenían mis pies me tragaron.
Desperté cerca de un mar azul, mi cuerpo descansaba en costas de piedras rojas. Seguía sin ver, el resto de mis sentidos me proporcionaba el gusto, el olor,  la tangibilidad y la razón de reconocer ese espacio, de verle, tan sorprendente e imposible pareciese (estamos tan condicionados al ver, que no logramos captar el mundo de otra forma sino es por los ojos), es como si uno de mis sentidos dormido por años despertará ahora en esta nueva atmosfera. Las leyes del hombre se derrumbaban, nada obedecía a las mismas, quizá lo más próximo era mi condición corpórea, me sabía parte, esencia de una cuerpo, pero no le sentía más como representación de mi yo; comprendía entonces que la función de mi cuerpo era la de un traje espacial, mi piel, mis músculos, mis tejidos, mis nervios y mis huesos eran recipiente, disfraz,  mi cabeza el casco. Lo que valía descansaba y fluía en su interior. Comencé mi andar por aquellas tierras desconocidas, no parecía haber nada más que yo, el mar atrás se alejaba, es como si fuera sólo un transporte el cual finiquitaba su función. No sentía incertidumbre, ni tampoco certidumbre, el efecto que experimentaba era contrario: mis emociones iban pues convirtiéndose en sensaciones, en hechos. Pensé en alguien  y se materializó a distancia, se comunicó, le pude escuchar dentro de mí, pedía pues que me acercase. Lo pensado había sido un amigo olvidado, y en efecto era él, le sentía y le reconocía. Cuando parecía que éste iba a enunciar una palabra tan sólo se limitó abrir la boca. Entendí entonces que tenía que entrar, el cuerpo sólo es recipiente. Comenzaba a comprender las leyes de este mundo, y eso es lo que hice, entré.
Un mundo maravilloso, de planicies obedientes a la arquitectura de mis sueños: reconocía la montaña de la que caí en aquel sueño húmedo; la casa en el bosque y el sol rojo que la cubre, allí dormí en un sueño inconcluso, de igual manera parecía no tener fin. Gente en andanza saltando de un instante a otro, de naturaleza humana pero a la intemperie de un nuevo mundo.  Tiempos –oníricos- combinados, locomotoras en vías comunicadas por un haz de luz, caballos salvajes corriendo cerca de aquel parque de atracciones en el cual sí el inconsciente me permitía recordar me les escapé. Los hombres gordos que me aplastaban en mis fiebres infantes comían con mis símbolos particulares en la misma mesa, les atendía el hombre funesto que asaltó mi casa con un ladrillo en mi pesadilla recurrente, aquella de mi adolescencia temprana. Los países que nunca conocí, en una sola tierra, en una Pangea. El frio de Siberia en un litoral caribeño, teatro Kabuki en el Partenón, audiencia de Malasia y magnates oriundos de Somalia bajando de Falcons rojos mate. Mis mascotas muertas en un gran jardín, siguiéndose, divirtiéndose, al saber de mi presencia se me abalanzan, todas me quieren trepar (en su mayoría son gatos), comienzan a incomodarme, me lastiman, siento la falta de aire, siento nauseas. Mi amigo me termina por vomitar.
Despierto ante figuras con rasgos muy afines a los viejos Pulps de ciencia ficción: seres delgados, de piel verdosa, de ojos y cabezas enormes. Otra vez puedo ver. Los entes hablan en un lenguaje indescifrable, hay también Reptilianos. Me encuentro sobre una plancha, estoy atado, uno de los reptilianos le acerca a uno de los entes verdes una bandeja, no logró ver su contenido, tan sólo se escucha el chocar de metales. Otro sujeto verde, el líder parece, asienta con la cabeza, el reptiliano balbucea algo y le entrega un artefacto que saca de la bandeja. Parece ser una diadema, su brillo me lastima los ojos. Dos tipos verdes sostienen mi cabeza, colocan el artefacto. Las descargas recorren todo mi cuerpo, deseó hundirme otra vez en la arena, irme a mi mundo. Un olor a cigarro se encierra en el lugar en donde me torturan, los seres comienzan a transformarse, las descargas han parado. Ahora los seres lucen como humanos ¿Médicos? ¿Enfermeras? No sé cómo lo han logrado pero me trajeron de vuelta. Un “enfermero” me quita los seguros  que me ataban, me coloca en una silla de ruedas mientras hilos de mi propia saliva me escurren por la boca,  me lleva con otros tipos que parece también trajeron de regreso, que les arrancaron de sus universos. Es una prisión. Inexpertos, no podrán arrancarme de Marte, Marte vive en mis pensamientos, yo soy el rojo Marte.
Enfermera, enfermera, me permite contarle algo…

sábado, 11 de agosto de 2012

Nowhere Boy


Los hijos de posguerra siempre estarán sentenciados a un trauma, deben pues buscar el incentivo para sublimarle. En el puerto de Liverpool uno de esos aditivos fue la música, es interesante dar cuenta cómo la influencia del colonizado sope
sa sobre el colonizador en tal rubro (léase Elvis, escúchese Delta Cats, estremézcase en Wanda Jackson); del salto de un chico queriendo olvidar las heridas de un bombardeo en su alma, rompiendo la rigidez de la existencia, de la crianza Bachiana, Tchaikovskiana a la instintiva suerte de Wild One ¿Alguien dijo Brando? Tendrá que venir un detonante, una razón de amor, del primer amor, y allí está como un sueño (Mr. Sandman), detrás de los verdes pastos, entre el tráfico de discos de 45 revoluciones a orillas de los muelles: Jazz por Vudú Blues (Jay Hawkins) y mucho humo de cigarro. En la cintura de una pelirroja de nombre Julia el muchacho de gafas –incisiva tragedia en la pasta de los anteojos; origen: Buddy Holly- encontrará el sentido de su rebeldía y de su redención, potencialmente musical. Hallará en esa madre la - irresistible y dolosa- forma del sexo y el rock and roll, incestuosa y quizá única forma de entender las razones del amor de una madre (Mother, Lennon).
¿Y papá? Le dirán que al volver de la guerra les olvidó; desde Nueva Zelanda escucha Rockin´Daddy y tú en Hamburgo con tu banda de la cual no recuerdo el nombre, dispuesto a triunfar ¿Porqué Dios no te hizo más parecido a Elvis? Quizá Dios tenía planes para un tal John, tal vez el sarcasmo y la tragedia serán alimento de un Nowhere Boy como tú.

Diez razones para leer Irredeemable de Mark Waid:




1. Un “dios” que sólo busca aceptación. Teme desde lo más profundo de su ser el rechazo, teme no ser amado. Y entonces un día se enfurece tanto porque él hace todo por su gente, los salvaguarda, los protege sin tener retribución alguna; la gente parece no entender la manera en cómo deberían retribuirle todo ese esfuerzo, esa preocupación, así que dicho dios decide masacrar a millones de ciudadanos y de paso se encargará también de sus excompañeros de equipo (Paradigma). Este dios tiene su propia Samsara, no está en los cielos, se encuentra sin recuerdos bajo la tierra.
2. Muchas muertes se pudieron evitar pero una integrante del equipo decide anteponer en su frágil fidelidad, su moral quebrantada sobre la sangre derramada de millones. Al final es descubierta,  de nada sirvió mantener el secreto, es una Magdalena armada.
3. Un “Ángel” tiene una epifanía en una prisión. Su compañero de celda es Alejandro de Macedonia y está dispuesto a ayudarle, liberarle. Antes tendrá que pasar por una prueba:  comerse una rata, Alejandro ha comido  la mitad del roedor, el ángel toma la otra mitad, come. Son sus propias alas las que come, los huesos se convierten ahora en “llaves” de su liberación.
4. Los poderes de una chica son el recordar, narrar historias de fantasmas. Espectros de leyendas del Sol Naciente. Materializa guerreros, samuráis, Yüreis. Su poder es su imaginario, su cultura. Es amada por unos gemelos, uno extrovertido el otro introvertido, en realidad desestima al tímido. No subestimes algo que no conoces.
5. Los supervillanos son más cosas que personas, son más problemas que nombres. Desaparece la línea entre los némesis. Mucha perversión, fetichismo, mentiras y obsesiones. Al final todos somos –muy- humanos.
6. Gobiernos sumisos, rebasados por hechos que están fuera de su entendimiento, control. Su manera de contrarrestar como otras tantas veces es la jerga bélica o la sumisión. No les funciona ninguna.
7. Qubit, el “genio”, el inventor del equipo descubre un virus extraterrestre que ataca específicamente a los niños. Deteriora los músculos y la piel, al quedar los tejidos destruidos el esqueleto se reanima. Un virus en forma de onda sonora se propaga a través de los gritos. Pone en evidencia a la comunidad científica sin escrúpulos, además de la siempre ovacionada lucha de egos.
8. Citas y propuestas en el subespacio (entre bits electromagnéticos y magia). Un demonio cazador interdimensional  regresa a partir de una palabra, el cuerpo de quien la dijo es el medio por el cual vuelve saliendo por su boca, el resto del cuerpo estalla. Exploraciones psíquicas a súper criminales sádicos por parte de un villano telépata “redimido”.
9. Un esquizofrénico alienígena que escucha voces que no precisamente vienen de su cabeza; son pequeñas bocas, un buen número en su espalda que susurran, gritan. Todas hablan al mismo tiempo. Paciente de un manicomio intergaláctico en el corazón de un sol.
10. Un archienemigo que encuentra en su rival a su alma gemela. Su motivación –descubrirá- es el amor, apreciado en todo lo que no consideramos parte de él, al menos en algún momento: curiosidad, identificación, obsesión, emociones transformadas en sentimientos no siempre sanos, no siempre correctos.