Vaya que Xalapa ha sido nota nacional e internacional (en
menos de un mes, un verano de escándalo
para algunos); y en esta ocasión no se
debe a la gobernabilidad defectuosa, provechosa, vergonzosa, endeudada, o a la
inundación, al desastre natural. Tampoco
a la criminalidad (ésa nos llega de manera individual y la comentamos entre
pasillos y amigos). No omitimos, ni negamos notas relevantes asociadas a estos
temas que se han dado –ahora con cierta naturalidad- durante el transcurso del año, dicen algunos
“este año va pasando muy rápido”. No,
nosotros vamos muy rápido. Se nos escurre, esfuma el tiempo entre las ganas, no sólo en el Estado ni en la Capital, el
mundo mismo y la materia de la que cuelga seguirá
otorgándonos sacudidas.
Bien, debemos detenernos en dos eventos en los que se ven
involucradas dos capitalinas, dos jóvenes, dos hijas, dos mujeres, dos
vidas. La primera de ellas acusada de
tráfico de cocaína, después se hablaría de un malentendido; no es nuestro papel
hacer juicios, creo que el de nadie, quien toma la batuta son las leyes
(prudente es verles como organismos, mayormente infectados) y en ocasiones éstas se desentienden de sí
mismas, vamos, que lo que aporta esta nota es que siempre exista un evento que faculte la milagrosidad. El objetivo de la chica, ahora
de muchos mexicanos, quizá en uno que otro extranjero, es el acto milagroso; al final ella es
liberada ahora su peregrinaje ha culminado: Brasil. El Papa latino en su
primera visita a Latinoamérica y en el país de mayor “progreso”, el país que se
“resuelve”; el acto milagroso de Latinoamérica nace, al llegar a pensarse convertido en
ese otro, en esa otra nación ajena a la falta, ahora de una tierra
prometida.
El otro caso nos lleva a España. Una joven mexicana
estudiante, desafortunadamente es una de
las varias víctimas (ajá, igual es xalapeña) del descarrilamiento de un tren en Santiago de
Compostela. La responsabilidad, la de un
sujeto que vivía apresuradamente (vivirá ahora lentamente), rebasando lo irrebasable.
Ambos casos invitan a dos actos puntuales en los que actualmente
vivimos: pensar que en el mejor lugar las cosas no son precisamente un jardín,
dándonos un respiro, ante el ya casi aforismo “Otros están peor, además de que
se engañan…”. Y efectivamente, se hace
en la forma en la que se presentan los eventos, la iglesia se atribuye sin
decirlo, sin construirlo de una idea compartida, la del milagro. El otro por
desgracia se construye de la pérdida, de la muerte,
de las víctimas, de lo que pudo evitarse. El responsable, una víctima de
su realidad en la que es mejor ir apresurado para no sentir el derrumbe que, al
final siempre te alcanza. Tendrá la oportunidad de reflexionar, ahora, sin
premuras aunque para su desdicha serán sólo posibilidades imposibles. Para
nosotros aún no.
Pero el mundo gira y otros eventos habrían de
salpicarnos: la incredulidad de una baja en la criminalidad nacional ha pasado
a ser desde hace algún tiempo acto
milagroso, olvidado o negado como la mayor parte de ocasiones se hace. Michoacán
“tierra caliente” arde literalmente y sus llamas, sus humos alcanzan a otros,
Guerrero tiene sus propias formas y que decir del resto de la nación que se
consume. Acto negado, transferido si quieren, la Selección Nacional de futbol,
negados como su patria al triunfo. Varios dan cuenta que ni ahí pueden situar
sus anhelos, mucho menos en las de su seguridad social, energética, laboral.
Sus hijos enfrentarán verdaderos retos
en conseguir empleos, vidas, y nosotros junto con éstos a privatizaciones que
no negamos, podrían traer cambios y en efecto los traerán, algunos serán los
que disfrutarán sus ganancias, el resto nos enfrentaremos a nuestras propias responsabilidades;
tanto de lo que pasa afuera como lo que pasa adentro -de nosotros-.
En la Z finaliza nuestro abecedario, pero reinicia, en
cualquier lugar y forma. Todo puede crecer en cualquier lugar. Definamos qué es
lo que crecerá entre la podredumbre, más podredumbre u otra (s) vida (s).