miércoles, 26 de diciembre de 2012
Sábado –de gloria- presidencial
Le decimos una vez más adiós a un presidente, de él millones de juicios luz se pueden –se deben hacer-, de sangre batidas no sólo las manos lleva, el cuerpo mismo y sus entrañas ya son uno con el dolor de este país (de muchos años atrás acumulado, nación adicta al drama, a la tragedia). País das la “bienvenida” dividida a un nuevo presidente, su carencia significa reflejo de un todo, de nosotros mismos; si del otro proyección de instinto, de guerra y carnicería, no fue más que los deseos mismos de este pueblo, no el distintivo de estar hasta la madre, de la queja o la justicia (ya vimos que de ello mucho oasis, mucho anhelo de sentido de pertenencia), lo colocaría mas en el distintivo de aniquilamiento: quebrarse desde el fondo, decapitarse y dejar la cabeza en un lado y el cuerpo a KM. Este nuevo presidente es el síntoma, más no enfermedad de una inhibición del pensamiento, carente de lógica, de sentido común, ¿Que así mismo no direccionan sus pasos la gran mayoría de habitantes de este país? Sería agresivo decir que tenemos lo que merecemos, me parece que en términos más objetivos es: lo que tenemos, lo que somos.
Seis años para evaluar no a éstos, sino para evaluar a estos otros, los que estamos en montones atorados en la carriola global, esperando permanentemente que venga una nana protectora que nos dé el empujoncito, que más que sabido es al arrecife.
El presidencialismo es símbolo, nosotros somos la substancia.
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