Tiempo

El tiempo es mi mejor amigo y mi peor enemigo. El tiempo ambiguo del esquizofrénico, el tiempo que fumas, el tiempo que soñamos, el tiempo viajado, el tiempo obsesivo felizmente vivido por un servidor y otros más; el tiempo otorga el valor… valor para hablar de comics, de ideas, de “absurdos delirantes”, de parodia, de cine, de intentos, de música, del fin del mundo, de playas vírgenes ochenteras suicidas. En fin, el tiempo es quien definirá este rollo que hoy mismo inicia e incita a la banda a que lo visite, lo juzgue, lo ame, lo odie o las dos cosas. La pertenencia digital me quitaba el sueño.

martes, 25 de septiembre de 2012

Botones




Mariano viene muy cerca de Aurora, ella puede sentir las ganas de él, las ganas de acercarse, de rebasar el verde trecho que les separa, de brincar los botones –desabrocharles- del asiento. Decirle en un beso -y los besos que le sigan- que le encanta, que moría, muere del hecho inmediato de besarla; mientras su amigo ahora chofer de la circunstancia sigue en esa avenida transitada en madrugada de azul y  de estrellas en luna reluciente, es una luna apocalíptica, roja.  Mientras en los cristales de las ventanas pega la luz destellante de anuncios de coacción ahora insensibles a la sublimación que Mariano pueda sentir al respecto de consumir o ir hacia el objeto que podría ser su necesidad secundaria, placer sólo haya en las piernas de esa mujer. Le sigue con la vista desde el pie (sic) hasta su cabello, se detiene en su rostro: sus delicados ojos paralizan su tiempo, se le hace ver en ellos y en su rasgada y linda fisonomía el ancho y groso modo del sentir, causa de ensoñaciones, de deseos, se halla en su boca de descubrimientos, de gloriosa nueva experiencia “sueño hecho” pensaba Mariano.
Aurora veía en dirección a la ventana, le temblaba el interior, el exterior como el espacio es sólo experiencia externa le confabula al tiempo (experiencia interna), el tiempo aminora, “debe hacerlo ahora, ya…” lucubra Aurora. Mariano aprieta el asiento en manos sudorosas que es imposible secarles, el nerviosismo le chorrea por todo poro; el copiloto mujer saca humo de su boca chocando contra el cristal su  aburrimiento, su desencanto, atrás otra historia se cuenta. La dirección parece ser recta, lineal en al andar de las llantas que corren.
Mariano no lo piensa más le aborda no de la forma más sutil, lo hace en pasión curtida, tiene la intención de que Aurora de cuenta de su alcance, que desde el principio le quede claro que no debe subestimarle. Confía en el calor de su cuerpo. Una de sus manos va a la rodilla de Aurora, la otra toca su rostro acariciándole delicadamente, su tacto le dice que no habrá manos que le toquen así, es como si de sus yemas saliesen estelitas que se conectan a las pulsiones de ella. La iniciativa del primer beso la tuvo Aurora, al sentir las manos de él la primera reacción fue besarle aproximando aquel delicado rostro, rostro que es –será- parte de la memoria autobiográfica de Mariano, éste siente la suavidad de aquellos pequeños labios, se permite abrir los ojos mientras le besa, adora ya el verle. Mientras las dos lenguas se reconocen, comienzan a tener la primera danza de los reconocimientos del acomodo, del agrado y  del placer reciproco,  ninguno de los piensa si lo están haciendo bien, si en realidad al otro le está gustando, se limitan a disfrutarlo, abandonarse en esa sensación. Es una pieza que bailaran por varios minutos, quizá por algún tiempo, ahora no importa, el auto se vuelve recipiente de un lugar mismo, el de ellos.
-Deja de besarme que me puedo enamorar.
-Yo tengo temor de que pueda no olvidarte.
-¿Qué hacemos entonces?
-Besarnos más despacio, medir nuestras vulnerabilidades…
-¿Y te parece que eso funcione? No me gusta limitarme, y creo menos ahora contigo hacerlo. Me gusta tomar riesgos.
-Es riesgo, es peligro presente, llámame consciente de los hechos, no puedo negarte que estoy enganchado, tampoco dejo a lado mi vida, priorizo, y carajo, en este instante te vas al alto de mis deberes.
-Me alarmas, pero no puedo negarte que me halaga saberlo. Presiento que eres de esos hombres que no repite halagos, es más, creo –ciegamente- en la originalidad de tus halagos y detalles aún sin conocerlos, la pregunta sería ¿Será suficiente?
-Te respondo con otra pregunta ¿Cuándo sería suficiente? Nuestra naturaleza individual nos dicta que nunca nada es suficiente. Pienso que en el devenir de las cosas, tan sólo cambiamos de lugar, de personas, son actos que se enriquecen, se experimentan, se desarman, pero siempre son inacabados. De ello nuestra obstinación y reiteración.
-Vaya, muchas palabras, mucha “profundidad” en esto que apenas es un beso. No consideras que vas… bueno, está bien, que vamos más rápido que este auto. Es más, me haces ya no sentirme tan halagada, sobre todo en eso de que las cosas cambian de lugar, entiendo entonces que tus afectos sólo, ahora conmigo, cambian de lugar, de persona. ¿Tendría entonces que sentirme afortunada?
-Creo que captas mal el sentido de lo que te dije, y atención, de cierta forma sí acompaña lo de ahora, lo de nosotros, pero trataba de generalizar un todo, el todo es inacabado, de no ser así la Tierra desde hace mucho hubiera parado. Sin embargo hay instantes en el que pareciera que las cosas van más lentas, una pausa. Al verte, aquí, eso siento, se paraliza desde mi realidad a mi irrealidad. Te diré un halago acotado: te vuelves sentido, ojo de mi huracán.
-Je, encantador, aunque en realidad no respondiste lo que pregunté, aunque creo que desde hace unos segundos eso dejó de importarme; si esto se va a tratar de hacerme olvidar -en el mejor de los sentidos- mis dudas, las más oscuras y lúgubres bienvenido eres.
-Te advierto, podría convertirme en tu Riddler particular, de tomarte la palabra nos transformamos más en acertijos que en repuestas, habremos de descifrarnos y de lo abstraído, de lo inferido no podremos garantizar que siempre sea placentero.
-Creo que en segundos también descubrí tu naturaleza dramática. Mira, hagamos esto, dame otro beso, pero te advierto, quiero que el mismo tenga la misma intensidad del primero, quiero que todos los besos que me des de aquí en adelante estén cargados de esa pasión, deseo que cada vez que me beses sea  siempre como la primera vez ¿Sale dramitas? Lo mejor, esta acción te desabrochara tu camisa de fuerza, verás, al besarme darás cuenta que ambos no estamos soñando, es real. Te reto a hacerlo.
Mariano sonríe y como la primera vez pone su mano en su rodilla, se acerca a su rostro colocando su otra mano en su rostro, sus labios chocan, siente el dulce sabor de la saliva de ella, la delicadeza en los labios y su suavidad en la danza de su lengua le hace perder la razón, lo inacabado se concreta en la boca Aurora. Esta vez decide no abrir los ojos quiere imaginarla desde adentro, ambas manos tocan su cabello, acaricia los mechones como si se tratasen de las venas de un ser único. Ella le jala hacia su cuerpo, él se aprieta a ese cuerpo delineado queriendo dar veracidad de que el acto es real, así parece, el total de su cuerpo responde. Siente que ella le está mirando, por un instante considera abrir los ojos para aseverar esa sensación, decide hacerlo.
Los ojos de una mujer le observan, ésta le arroja una bocanada de humo sobre la cara, no es Aurora, es la copiloto depresiva.
-¿Dónde está Aurora? –Pregunta desconcertado Mariano tragándose el humo arrojado por aquel detalle de mujer.
-Tiene como una hora que la dejamos en su casa, el mismo tiempo que hemos estado dando vueltas como imbéciles pues no despertabas, y al menos yo te puedo jurar que no iba a cargarte para meterte a tu departamento. –Respondió la mujer de voz y postura desencantada.
-… ¡Oye cabrón! ¿Por qué no me despertaste? Vale madre… Al menos recuerdas la dirección dónde la dejaste. –Dijo Mariano con la bilis a flor de poro e ignorando a la chica de humo.
-Te están diciendo que no reaccionabas. Te puedes quedar con esto, Aurora te dijo adiós mientras babeas mi asiento trasero. Y de la dirección sepa madres, ni siquiera sé cómo he podido conducir con todo lo que traigo adentro, igual mañana me viene la visión y me acuerdo. Velo de esta manera, todo tiene un porqué, igual hoy no te tocó, mañana tampoco, pasado ni madres JA. –Respondió el amigo sardónicamente recargado en la cabecera de su asiento.
- Ajhh, qué güevos los tuyos para tocar mi humor.
- Bueno, al diablo con tus dramas, nos largamos. Señorita haga el favor de dejar de echarle humo a este pendejo y suba… ¿A su casa verdad señor?
-Sí, sí, a la casa Perkins. Chinga tu madre.
-Jaja, bueno allá vamos pues principito dormilón.
Llegando a la dirección de Mariano éste se bajó sin despedirse. Al frente de su puerta se presentaba otra danza, no precisamente la de los besos sino la de las llaves. Las mentadas desbordas sin receptor se hacían una con el ritmo de las llaves que se golpeaban, seguía sin poder abrir su puerta mientras los otros le veían desde el carro estacionado. La mujer le gritó a la par que se encendía otro cigarro.
-¿Qué quieren? –Contestó, ladró Mariano en tono colérico.
-Acércate, si no fui capaz de llevarte a la puerta de tu choza muchos menos te daré explicaciones y recados a distancia. –Le decía la triste y ahora determinante mujer sentada en el asiento del copiloto, el amigo sólo bostezaba y miraba su reloj.
Mariano furioso caminó rápidamente hasta el auto para detenerse en la portezuela de humos. La mujer sacó de su bolsa una nota y se la entregó por la ventanilla.
-Ahí está escrito su número me pidió que te lo entregará. En principio lo pensé, yo no soy mensajera de nadie, sin embargo me fue inevitable, durante el trayecto cuando fuimos a dejarla no hacía otra cosa más que mirarte mientras roncabas, daba la impresión de saber qué es lo que estabas soñando. Llámame cursi y chismosa también, pero una mujer no mira con tanto detenimiento a cualquier hijo de puta y menos si éste duerme tan profundamente como tú, alguna historia tendrán que contar ustedes dos. –Al final ella le sonrió, gesticuló una felicidad compartida; Mariano dijo gracias entre una brotada y natural sonrisa de complicidad que ahora censuraba al amigo que estaba cabeceando sobre el volante.
Regresó a la puerta de su casa, el auto arrancaba y se perdía en la madrugada. La primera llave que metió abrió la puerta, el primer pensamiento, palabras que vinieron a la cabeza de Mariano antes de entrar fueron: Principio inacabado, principio en Aurora. Cerró la puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario