Spellbound (1945)
El gran inconveniente de los finales es que la mayor parte de ellos son pasados desmoronados, otros tantos se convierten en nostalgia, en anhelo. Son tan dolorosos los finales dicen muchos. Su lado amable, igual presente, es ser causa permanente en el individuo, en los hechos del hombre -no los del cosmos- hay un final en cualquier parte, cuestión de crearle o de encontrarle.
Mencionaré algunos finales insertos en la cotidianidad, de esos en los que nos escurrimos, en los que delicadamente nos vamos cerrando, el nacer de empezar:
El final de un día, es enteramente uno de esos finales que
nos dejan prendidos a su influencia y experiencia, tan quisiéramos se extendiera
o muriera de una buena vez. Borrarlo, rogarían otros ante un hecho que tuvo un final catastrófico
en sus vidas: un gris instante.
Los finales de un viaje. Llega
a tu destino, terminar una visita; el gran horror de volver, depositarse
una vez más. Llegar por fin, tal vez morir, sin la garantía de ser un fin, un
final. La muerte y la locura no necesariamente deben ser finales, y menos
refugios.
El final incierto, en lo que no sabemos si acabó o inició.
Esas muchas cosas que parecen estar vivas respirando de incógnitas. Aclaremos
que en algunos momentos son un “mal necesario”, dado que son creadoras de
expectativas, de imaginantes de desenlaces, de finales.
El final de una partida.
El peor de los sentires en ella se halla cuando el juego ha parecido
volverse eterno, aún tan divertido (pervertido) o doloroso sea de contenido. Al
final se topa uno con la ausencia de la emoción, de la estrategia, de la
inteligencia.
La ruptura de un amor. Otro de esos finales que pueden
perpetuarse, llevarte a otros finales. Un mismo fin pero en realidades
distintas. Y al final todo parece si terminar.
El final de una película. Dando por hecho que es una película
de las muchas interiorizadas; tierra fértil de utopías y distopías de
incontables inconscientes. Te aferras a tu butaca, pidiendo que siga, que se
escriba sobre tu posible fin, en donde mueres trágicamente pero mitificado o en
la crueldad psicótica del existir, en el paraíso –el de tus sueños- , en el
ideal deformado. El final prometido.
El fin de los tiempos. Final negado conscientemente, deseado
inconscientemente. Final estandarizado en el diario vivir (calendarizaciones, los
cumpleaños, las fechas, las efemérides,
los tiempos, las celebraciones, en los ritos). Pero ninguno
purifica como el fin de fines, la aniquilación de lo que existe. Considerar que
éste siempre es simbólico, esto no le resta poder solidificarse, eso sí, en formas no
correspondientes a lo planeado. La premonición, la profecía plasman, el hombre
legitima. Un cierre –periódico- escrito en sangre, la que al final permite
empezar otra vez, entre ruinas.
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