Mucho siento por esta ciudad, es mi madre y la madre de muchos que desde aquí no les veo. Veo sus casas, sus calles, sus edificios, sus autos. Escucho sus voces; es de mañana, voces de niños, estudiantes que deben estar a las afueras de la Primaria, en el Centro, entre calles angostas y atestadas de autos. Veo edificios, algunos muy antiguos, casonas ahora convertidas en locales comerciales. En medio se ve un callejón, un trayecto entre jipis y vendimia, restaurantes, cafés. Éste luce muy bien por las noches como otros tantos callejones de la ciudad. Cerca, la Catedral de una sola torre, muy pocos dan cuenta de esto y de lo especial que es (dejando fuera todo carácter religioso). A lado, una pequeña plaza, apenas unas macetas con flores para darle vida al cemento en el que supongo no debe de haber oriundo nacido aquí que no le haya pisado. Se dice que hace muchos años fue un parque, algunas fotos lo atestiguan. Lo último sucedido ahí y a mí parecer ya del imaginario, fue aquel día en que un campesino se inmoló. No hay placa, está enfrente del palacio de gobierno (sí, así con minúsculas) de bella arquitectura. Algunos de sus balcones dan a un parque, repleto de árboles, algunos muy altos y más viejos que cualquier habitante. Fuentes, bancas, sobrio y a la vez popular lugar de diversos encuentros (tribus urbanas, novios, estudiantes, trabajadores de gobierno echándose "bola", homosexuales ligando en la noche). Bajando unas escaleras a la otra sección del parque está una sala de cine y galería conectada a una Pinacoteca, ésta antes fue un acuario, de igual forma lo atestigüé en fotografías sepias. Un excelente mirador es otro de los atractivos del parque. De día o de noche es gratificante, es personal, cada quien ha escrito ahí sus particulares historias. Ves los techos de teja de las antiguas casonas, verdes, más árboles, agua que transita entre cemento. Si miras hacia abajo observaras una peluquería que lleva más de veinte años en la ciudad. Gente tomando café escondidos entre grandes paraguas. Si miras al frente verás agua, un lago rodeado entre, ajá, más árboles. La zona donde se encuentra este lago es cercana a uno de los barrios más populares, sobre todo en las fiestas del 12 de diciembre y en los aquelarres pandilleriles de la década de los ochenta. Una zona de banquetas amplías, peleadas a muerte con las raíces de los árboles que desechan cualquier intención de infraestructura medianamente bien intencionada; una armonía es la singularidad de ese lugar. Cerca está la casa de Arte de la Universidad, es la parte trasera de la Facultad de Artes, por cierto, de las de mejores instalaciones y academias universitarias, se ubica en una de las casonas del Centro, ampliada, remodelada, pero sin perder su aspecto original, ese aspecto neurótico de me resisto a darle el paso al tiempo. La Casa de Arte tiene un escenario al aire libre, su público -permanente- son Los Lagos, son cuatro, de unas aguas muy verdes y sucias, sin que dejen de ser espíritu de esta ciudad (espíritu revolcado); cuando les recorres siempre se siente algo diferente, sobre todo si llegas al último lago, es el más seco, es su parte más desértica, más anecdótica y apacible, entre árboles de nuevo.
Regresando a las alturas, en donde el parque tiene al frente el palacio municipal vecino de uno de los viejos edificios de la ciudad, éste conserva sus paredes y pisos de un verde setentas. Muchos de los edificios de mi ciudad guardan sus correspondientes épocas entre sus pasillos, muros y pisos. Muy cerca está una de las calles más viejas de la ciudad, ésta guarda la época en su trayecto. Llena casi en su totalidad de casonas viejas, muchas remodeladas pero sin perder esencia, la misma esencia inyectada en las librerías de segunda mano (las mejores), en el bazar de antigüedades, en su iglesia casi escondida, en sus casas no tan viejas pero demarcadas en la sensación que irradia esa calle. Un mercado es el final, -los mercados de la ciudad son historia- cerca de allí venden discos de acetato de uso. Cercana a la tienda de discos se encuentra una terminal de autobuses foráneos, sus destinos, ciudades aledañas (encantadoras también). De nuevo otro parque, al lado del deportivo (ahí fue la vieja y primera estación del tren). En ese parque se cambia de época, es un momento de la ciudad ciclado, es un parque muy poco frecuentado, los carros que pasan a su alrededor quizás no favorecen el gusto de estar, aunque no importa, es un pedazo atemporal único. No lejos, puedes ver la gran avenida en donde unos lavaderos son testigos del pasar de una modernidad que cada vez extingue más el espíritu de esta ciudad; si deseas aferrarte, callejonea, sube a la Sexta, seguro encontraras estrechas calles que chocan entre sí; caminaras en banquetas altas de pasamanos oxidados. Si eres melancólico agradecerías vivir en esa zona, se respira mucha nostalgia entre el abandono y el grafiti de una alberca sin agua, entre las comisuras notas lo que fue tal vez un club, se aferra a irse entre lockers de lámina picada. Subes, deseas regresar a un momento de alegría, el manantial de arena es la opción, su profundidad es la intención de borrar lo público, he de decir que los domingos no tiene la misma quietud. Hoy sus caminos lucen entre hojas secas, al pisarles truenan, estallan recuerdos de pozas grandes y cuevas artificiales en las que nos introducíamos, del sonido de aves y de ardillas observantes. Y del parque donde rentas bicicletas , en donde es corazón y sinceridad de esta ciudad, de lo más emotivo y triste cuando la vieja neblina regresa; la niebla y el chipi-chipi empiezan a ser fenómenos irracionales para tanta gente "racional". No es el mismo ánimo de esta ciudad, es un ánimo distinto, parece que nosotros, los habitantes lo sabemos y dejó de importarnos. Los estacionamientos y las franquicias desde hace mucho desdibujaron nuestros recuerdos.
...Tienes la oportunidad de visitar antiguas represas, una de ellas fue el motor de una maquiladora de los veintes, se ven sus ventanas rotas, el bullicio terminó, nuevos ruidos ocupan su lugar. De vez en cuando el agua de un río (ahora sucio) cobra venganza y pone a raya a los habitantes, se desborda y los desborda. Hay otro río que lucha mesurado, entre heces sigue corriendo a lado de las casas, el olor es "tolerable", así que sin inconveniente rodeas esa parte de la ciudad, caminando entre sus calles de piedra, terminas en verdes, dejando atrás el estiércol. El verde es apaleado por el cemento de una avenida conocida y entendida en zona roja, la oportunidad de caminarle en madrugadas o amaneceres es única y desoladora al mismo tiempo. Si quieres de nuevo huir, da vuelta a tu izquierda baja por la avenida del viejo presidente, llegarás a lo que fue la segunda estación del tren, ahora demolida -ni así me la quitaran- la tengo ya atrapada en muchas fotografías. En mi memoria aún ceno en el restaurante de barra inmensa; espero la próxima salida con destino no sé a dónde, sólo espero que me traiga de regreso aquí, en donde entre las vías y piedras sigue naciendo el verde.Regresando a las alturas, en donde el parque tiene al frente el palacio municipal vecino de uno de los viejos edificios de la ciudad, éste conserva sus paredes y pisos de un verde setentas. Muchos de los edificios de mi ciudad guardan sus correspondientes épocas entre sus pasillos, muros y pisos. Muy cerca está una de las calles más viejas de la ciudad, ésta guarda la época en su trayecto. Llena casi en su totalidad de casonas viejas, muchas remodeladas pero sin perder esencia, la misma esencia inyectada en las librerías de segunda mano (las mejores), en el bazar de antigüedades, en su iglesia casi escondida, en sus casas no tan viejas pero demarcadas en la sensación que irradia esa calle. Un mercado es el final, -los mercados de la ciudad son historia- cerca de allí venden discos de acetato de uso. Cercana a la tienda de discos se encuentra una terminal de autobuses foráneos, sus destinos, ciudades aledañas (encantadoras también). De nuevo otro parque, al lado del deportivo (ahí fue la vieja y primera estación del tren). En ese parque se cambia de época, es un momento de la ciudad ciclado, es un parque muy poco frecuentado, los carros que pasan a su alrededor quizás no favorecen el gusto de estar, aunque no importa, es un pedazo atemporal único. No lejos, puedes ver la gran avenida en donde unos lavaderos son testigos del pasar de una modernidad que cada vez extingue más el espíritu de esta ciudad; si deseas aferrarte, callejonea, sube a la Sexta, seguro encontraras estrechas calles que chocan entre sí; caminaras en banquetas altas de pasamanos oxidados. Si eres melancólico agradecerías vivir en esa zona, se respira mucha nostalgia entre el abandono y el grafiti de una alberca sin agua, entre las comisuras notas lo que fue tal vez un club, se aferra a irse entre lockers de lámina picada. Subes, deseas regresar a un momento de alegría, el manantial de arena es la opción, su profundidad es la intención de borrar lo público, he de decir que los domingos no tiene la misma quietud. Hoy sus caminos lucen entre hojas secas, al pisarles truenan, estallan recuerdos de pozas grandes y cuevas artificiales en las que nos introducíamos, del sonido de aves y de ardillas observantes. Y del parque donde rentas bicicletas , en donde es corazón y sinceridad de esta ciudad, de lo más emotivo y triste cuando la vieja neblina regresa; la niebla y el chipi-chipi empiezan a ser fenómenos irracionales para tanta gente "racional". No es el mismo ánimo de esta ciudad, es un ánimo distinto, parece que nosotros, los habitantes lo sabemos y dejó de importarnos. Los estacionamientos y las franquicias desde hace mucho desdibujaron nuestros recuerdos.
En donde se halla el descanso, se halla autenticidad, los panteones de mi ciudad son auténticos, vivos estando llenos de muertos. Uno a uno, desde el más antiguo y sus tumbas de masones y aristócratas; aquél de donde se roban las flores y en donde los topos, las ratas, los tlacuaches, las serpientes e indigentes comparten entre yerbas, y está el que te despide al salir al sur, sus tumbas entre montes y un pasto alto te dicen: adiós.
Mi ciudad desde hace mucho no es la misma, un avaro le pintó de rojo (es fácil fincar responsabilidades cuando éstas son compartidas), ha sido difícil quitarle ese color, y los verdes que prosiguen. En este momento tienen competencia de otros verdes, no en árboles o vegetación, sino en cascos y uniformes. La periferia de la ciudad es símil a cualquier ciudad en “desarrollo”: circuitos, avenidas, puentes, plazas, casinos, etc. Asuntos y cosas que terminan por darle legitimidad a las nuevas generaciones, a las nuevas sensaciones y estimulaciones.
Mientras tanto yo esperaré que el Águila, inamovible venga a bajarme del mirador de este cerro que un día como esta ciudad fue un volcán. Es seguro que algún día hará erupción.
Un puente cruza la ciudad, entre sus arcos yace un moho, verdad de nuestra humedad.
Por fin...y sin duda fue genial, la espera valió la pena. Uno más a tu lista de los mejores.
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