El concierto de la noche anterior les dejó tiempo para hablarlo aun todos acostados y casi dormidos. Por la mañana desayunaron chilaquiles, huevos estrellados, pan dulce y café con crema; Ricardo sirvió, Ernesto calentó las tortillas (a ninguno les gustabas las tortillas calentadas en el horno de microondas-), ambos lavaron los platos. Gilberto permaneció sin hacer nada y Carolina ofreció galletas.
En la maleta sólo faltaba el cepillo de dientes y el desodorante de Ernesto; el resto metían las maletas al auto.
-A ver, Gilberto atrás. Ernesto tú vente acá, pones música y tienes platica… -Dijo Ricardo.
-¡Estas güey! El hecho de que manejes no te da autoridad de decidir adónde chingados iremos sentados, sino es transporte escolar y ni esos cabrón. –Dijo Ernesto.
Al final se acomodaron tal cual había dicho Ricardo. Se despidieron de Carolina y Eduardo (desde mañana hasta terminado el desayuno estuvo en el baño, cenó copiosamente) y emprendieron el retorno.
Ernesto puso la música, en general fue buena. Éste es parte del repertorio (variadísimo):
Coming home de Javier Batiz ,Mujer liviana de Real de Catorce, Dirt de Alice in Chains, Sleep de Nada Surf, Shelter of Your Arms de Liquid Smoke, Penelope de Robi Draco Rosa, Roll Your Moneymaker de Taylor Hound Dog and the Houserockers, Beatnik´s Wish de Patsy Raye y los Beatniks, Well Wonder de los Smith, Sometimes de My Bloody Valentine, Lounge Act de Nirvana, Queen Jane Approximately de Bob Dylan, Nights in White Satin de Moody Blues, A Conspiracy de los Black Crows, 3 libras de A Perfect Circle, Lifter de Deftones, Leit it loose de los Rolling Stones, Rain de Candlebox, Sleepwalk con Los Shadows, Jam Blues de Charlie Parker, Misread de King Of Convenience, Venita´s Dance de John Zorn, Desierto Yo de Escarbarme, Rats de Pearl Jam, Debeaser de los Pixies,Unlucky Girl de Big MamaThornton, I just dont know what to do whit my self con los White Stripes, Venus in Furs de Velvet Underground, Love My Way de Psychedelic Furs, China girl de David Bowie, The botton line de Depeche Mode, Rainy Day, Dream Away de The Jimi Hendrix Experience, Hey, Little Rich Girl de los Specials, Friendly Fire de Sean Lennon, Because de los Beatles, Hurdy Gurdy Man de Donovan, Death de los Will Lies, Walk de Pantera, No me falles de Los Tres, 1970 de los Stooges, Antes de tratar de Amorfos, White Room de Cream, Carnaval de Lucybell, Do you Remember The First time de Pulp, Lost My Self de Longpigs, Since I’ve Been Loving You de Led Zeppelin, Just like Honey de The Jesus and Mary Chain, How Blue Can You Get de B.B King…
Terminaba Territory de Sepultura y Gilberto -el cual no había hablado durante todo el viaje- algo dijo, algo sobre zombis. Ricardo acertó una segunda vez: Desde su salida hasta aquel pueblo de Tlaxcala Ernesto no paró de hablar; sus platicas –afortunadamente- fueron acompañamientos aceptables de lo que realmente se tenía que escuchar: la música. Así tuvo que ser, hasta el momento donde Gilberto volvió a mencionar lo de los zombis.
-Soldados zombis a 50 metros.
-jaja, Ya “soldados zombis”, qué madres sacas… -Ernesto hizo burlote de lo dicho. Calló al ver el reten.
-No se pongan nerviosos, igual no nos paran, casi siempre paran camionetas lujosas o gente muy sospechosa. Si nos llegaran a parar, hagan lo que les digan y no hagan… -Ricardo no terminaba de hablar; tenía la luz brillante de la lámpara en el rostro.
Uno de los militares le paró el alto. Adelante revisaban una camping, casi terminaban. Los tres se pusieron tensos, el disimulo aparentado entre uno y otro los hacía ver más preocupados. Eran pasadas las 9 de la noche.
-Jóvenes una revisión antiexplosivos, es por su seguridad. Hagan el favor de salir de la unidad. –Les dijo el militar desde la ventanilla de Ernesto.
Los tres bajaron al instante. Corría el viento frio y seco de esa zona. De los tres Ricardo no traía sudadera o chamarra. Ernesto pensó en fumarse un cigarro, imaginó “¿Si los militares notan que por el nerviosismo estoy fumando?... Igual, les puedo invitar uno y relajar las cosas. Mejor no fumo”. Gilberto parecía ser el menos nervioso.
-¿De dónde vienen y adónde se dirigen jóvenes?...
-Vamos a dar paso a revisar su unidad. Compañero revise los asientos traseros yo me hago cargo de los de adelante. Pues sí, ¿De dónde me dijeron que vienen y adónde van? –Preguntó una segunda vez el militar, mientras pasaba el haz de luz sobre la cara y el cuerpo de los tres.
Los tres esperaban a que uno de ellos respondiera. Tenían miedo de responder al mismo tiempo y contradecirse. Lo hicieron.
-Venimos de Pachuca y vamos para Chiapas –Dijo Ernesto. Éste fue el más inverosímil.
-Venimos del DF y vamos para Veracruz –Dijo Ricardo. Esto pudo ser cierto.
-Venimos de Acapulco y vamos a Huamantla –Dijo Gilberto. Lo más absurdo y burdo. Lo que terminó de desbordar a los militares; dejando claro que, las placas del automóvil no correspondía a ninguno de los lugares citados.
-¿Cómo? ¿No se ponen de acuerdo?... Me permiten los papeles del auto. Terminando de revisar aquí me hacen el favor de abrir su cajuela. - Ordenó el que parecía de mayor rango. El otro asentó en una sonrisita maliciosa.
Ricardo entregó los papeles al soldado, de los cuales estaba seguro se encontraban en orden. En la parte trasera el de la sonrisita metía sus manos curtidas entre los asientos. Sacudía los folders que allí estaban, alzo los tapetes, palmo el extremo trasero del asiento del conductor y del copiloto. Al final sacudió abruptamente – de madrazo, caray- tres ejemplares de Alarma, en el siguiente orden cronológico: 1966, 1967, 1968. El último número tenía en portada a las “Poquianchis” “A cuatro años de su captura”.
-Disculpe oficial,,, perdón soldado, bueno… Podría sacudir las revistas no tan fuerte. Sabe son muy antiguas y… -Pidió Ernesto, siendo intimidado bajo la mirada del soldado, y sacudiéndolas al punto de desprender las hojas.
El de mayor rango supervisó hasta terminada la revisión trasera a la vez revisó la documentación del coche. Ricardo apretaba sus dientes, el frio aire y lo dicho por Ernesto lo estaban venciendo. Gilberto se mantenía con las piernas abiertas y los brazos cruzados a la espalda, viendo hacía el frente, a ningún punto en particular (nadie se lo ordenó, adoptó esa postura habiendo bajado del auto).
En la parte delantera, el “mayor” no disminuyó la rudeza al golpear el tablero en diferentes partes, ayudado por lámpara. Trató de desprender el estéreo, palmo lo pisos, quitó los tapetes. Reviso minuciosamente los asientos, checó lo documentación existente en la guantera.
-Hagan el favor de abrir la cajuela. Terminada la revisión, me muestran una identificación cada uno. –Casi gritando y avanzando hacía la cajuela, ordenó el mayor.
Ricardo lo esperaba ya con la cajuela abierta; sacó su chamarra roja y se la puso. La primera maleta en revisar fue la de Ernesto; abrió el cierre. Sacó calcetines, ropa interior, un talco. Metió el brazo hasta el fondo de la maleta sin encontrar nada, al menos nada de lo que buscaba. Siguió con el resto de las maletas; aplicó la técnica del brazo, en cambio Ricardo y Gilberto no tuvieron que levantar su ropa interior de la gravilla del piso. El otro sardo apuntaba la luz de lámpara sobre cada una de las pertenencias.
Ernesto intentaba cerrar su maleta, el mayor le pidió que bajase todas las maletas y dio pasó a revisar la cajuela. No halló nada. Ricardo y Ernesto trataban de decirse algo a través de sus miradas; Gilberto volvió a la posición de “descanso” sin seguir viendo ningún punto.
-Muy bien, me permiten sus identificaciones jóvenes.
Entregaron sus credenciales electorales, ninguna renovada. No creían –ni creen- en la política dominguera. El mayor se cercioró de su veracidad, así mismo verificó de nueva cuentas las placas. Al parecer militares y amigos querían terminar esto de una vez.
- Parece todo estar en orden jóvenes, sólo algo no queda claro. Me podría decir uno de ustedes ¿de dónde vienen y adónde se dirigen? Y así dar esto por terminado. –Dijo el mayor en tono ya relajado.
Alguien respondió y convenció. Subieron al auto, el militar de menor rango algo le decía al mayor. Ricardo arrancaba el auto.
-Oiga joven… –Habló el mayor.
Ricardo apagó el motor y se tocó el pecho. Los otros se pusieron rígidos; Ernesto se llevó las manos a la cara. Los militares caminaron hasta la puerta del conductor.
-Jóvenes, no tendrán un cigarrito pal compañero y para mí. El frio ya sabe.
El nerviosismo persistía al interior del auto. Ernesto sacó la cajetilla del bolsillo del pantalón y la extendió a los sardos, encendió los cigarros a los dos.
200 metros después…
-¿Dónde está esa madre? La mierda, dónde cabrón está… -Dijo Ernesto.
Gilberto sacaba un disco de su mochila (es un empedernido de la nostalgia posmoderna, si es que eso existe)
-Dónde crees cabrón, aquí mero. –Dijo Ricardo mientras se tocaba el pecho, lado izquierdo costado del corazón en la bolsa superior al interior derecho de su chamarra roja.
-¡No chingues!, palamadre… Todo el tiempo la tuviste allí. Pinches sardos pendejos. Si nos pescan de menos 4 años. Igual fianza, pero la calentadita, la madriza, y no quiero pensar en que otra chingada atrocidad más…
-Saqué la chamarra en chinga de la cajuela, bajo el riesgo de ser cacheados. No hubo de otra, pero los chingamos, mira. –Dijo Ricardo mostrando el paquete que emulaba una caja de cereal de esas, pequeñas.
Ernesto le arrebató el paquete, abrió la ventana y lo arrojó hacía la carretera.
-No más riesgos innecesarios. Espero un buen hombre la encuentre y dé mejor uso de ella. Rieron. Gilberto encontraba el disco, el ambiente aun se tornaba tenso viajando de 60 a 70 km/hr.
-Me toca poner la música, éste es el bueno –Dijo Gilberto y entregaba el disco a Ernesto. Nada mencionó del altercado.
2 horas de éxitos de Charly Montana y el recibimiento de una ciudad lluviosa les hizo el olvidar a los zombis. Todos tenemos un militar en nuestros corazones.
Feliz sangriento “centenario y bicentenario”.
En la maleta sólo faltaba el cepillo de dientes y el desodorante de Ernesto; el resto metían las maletas al auto.
-A ver, Gilberto atrás. Ernesto tú vente acá, pones música y tienes platica… -Dijo Ricardo.
-¡Estas güey! El hecho de que manejes no te da autoridad de decidir adónde chingados iremos sentados, sino es transporte escolar y ni esos cabrón. –Dijo Ernesto.
Al final se acomodaron tal cual había dicho Ricardo. Se despidieron de Carolina y Eduardo (desde mañana hasta terminado el desayuno estuvo en el baño, cenó copiosamente) y emprendieron el retorno.
Ernesto puso la música, en general fue buena. Éste es parte del repertorio (variadísimo):
Coming home de Javier Batiz ,Mujer liviana de Real de Catorce, Dirt de Alice in Chains, Sleep de Nada Surf, Shelter of Your Arms de Liquid Smoke, Penelope de Robi Draco Rosa, Roll Your Moneymaker de Taylor Hound Dog and the Houserockers, Beatnik´s Wish de Patsy Raye y los Beatniks, Well Wonder de los Smith, Sometimes de My Bloody Valentine, Lounge Act de Nirvana, Queen Jane Approximately de Bob Dylan, Nights in White Satin de Moody Blues, A Conspiracy de los Black Crows, 3 libras de A Perfect Circle, Lifter de Deftones, Leit it loose de los Rolling Stones, Rain de Candlebox, Sleepwalk con Los Shadows, Jam Blues de Charlie Parker, Misread de King Of Convenience, Venita´s Dance de John Zorn, Desierto Yo de Escarbarme, Rats de Pearl Jam, Debeaser de los Pixies,Unlucky Girl de Big MamaThornton, I just dont know what to do whit my self con los White Stripes, Venus in Furs de Velvet Underground, Love My Way de Psychedelic Furs, China girl de David Bowie, The botton line de Depeche Mode, Rainy Day, Dream Away de The Jimi Hendrix Experience, Hey, Little Rich Girl de los Specials, Friendly Fire de Sean Lennon, Because de los Beatles, Hurdy Gurdy Man de Donovan, Death de los Will Lies, Walk de Pantera, No me falles de Los Tres, 1970 de los Stooges, Antes de tratar de Amorfos, White Room de Cream, Carnaval de Lucybell, Do you Remember The First time de Pulp, Lost My Self de Longpigs, Since I’ve Been Loving You de Led Zeppelin, Just like Honey de The Jesus and Mary Chain, How Blue Can You Get de B.B King…
Terminaba Territory de Sepultura y Gilberto -el cual no había hablado durante todo el viaje- algo dijo, algo sobre zombis. Ricardo acertó una segunda vez: Desde su salida hasta aquel pueblo de Tlaxcala Ernesto no paró de hablar; sus platicas –afortunadamente- fueron acompañamientos aceptables de lo que realmente se tenía que escuchar: la música. Así tuvo que ser, hasta el momento donde Gilberto volvió a mencionar lo de los zombis.
-Soldados zombis a 50 metros.
-jaja, Ya “soldados zombis”, qué madres sacas… -Ernesto hizo burlote de lo dicho. Calló al ver el reten.
-No se pongan nerviosos, igual no nos paran, casi siempre paran camionetas lujosas o gente muy sospechosa. Si nos llegaran a parar, hagan lo que les digan y no hagan… -Ricardo no terminaba de hablar; tenía la luz brillante de la lámpara en el rostro.
Uno de los militares le paró el alto. Adelante revisaban una camping, casi terminaban. Los tres se pusieron tensos, el disimulo aparentado entre uno y otro los hacía ver más preocupados. Eran pasadas las 9 de la noche.
-Jóvenes una revisión antiexplosivos, es por su seguridad. Hagan el favor de salir de la unidad. –Les dijo el militar desde la ventanilla de Ernesto.
Los tres bajaron al instante. Corría el viento frio y seco de esa zona. De los tres Ricardo no traía sudadera o chamarra. Ernesto pensó en fumarse un cigarro, imaginó “¿Si los militares notan que por el nerviosismo estoy fumando?... Igual, les puedo invitar uno y relajar las cosas. Mejor no fumo”. Gilberto parecía ser el menos nervioso.
-¿De dónde vienen y adónde se dirigen jóvenes?...
-Vamos a dar paso a revisar su unidad. Compañero revise los asientos traseros yo me hago cargo de los de adelante. Pues sí, ¿De dónde me dijeron que vienen y adónde van? –Preguntó una segunda vez el militar, mientras pasaba el haz de luz sobre la cara y el cuerpo de los tres.
Los tres esperaban a que uno de ellos respondiera. Tenían miedo de responder al mismo tiempo y contradecirse. Lo hicieron.
-Venimos de Pachuca y vamos para Chiapas –Dijo Ernesto. Éste fue el más inverosímil.
-Venimos del DF y vamos para Veracruz –Dijo Ricardo. Esto pudo ser cierto.
-Venimos de Acapulco y vamos a Huamantla –Dijo Gilberto. Lo más absurdo y burdo. Lo que terminó de desbordar a los militares; dejando claro que, las placas del automóvil no correspondía a ninguno de los lugares citados.
-¿Cómo? ¿No se ponen de acuerdo?... Me permiten los papeles del auto. Terminando de revisar aquí me hacen el favor de abrir su cajuela. - Ordenó el que parecía de mayor rango. El otro asentó en una sonrisita maliciosa.
Ricardo entregó los papeles al soldado, de los cuales estaba seguro se encontraban en orden. En la parte trasera el de la sonrisita metía sus manos curtidas entre los asientos. Sacudía los folders que allí estaban, alzo los tapetes, palmo el extremo trasero del asiento del conductor y del copiloto. Al final sacudió abruptamente – de madrazo, caray- tres ejemplares de Alarma, en el siguiente orden cronológico: 1966, 1967, 1968. El último número tenía en portada a las “Poquianchis” “A cuatro años de su captura”.
-Disculpe oficial,,, perdón soldado, bueno… Podría sacudir las revistas no tan fuerte. Sabe son muy antiguas y… -Pidió Ernesto, siendo intimidado bajo la mirada del soldado, y sacudiéndolas al punto de desprender las hojas.
El de mayor rango supervisó hasta terminada la revisión trasera a la vez revisó la documentación del coche. Ricardo apretaba sus dientes, el frio aire y lo dicho por Ernesto lo estaban venciendo. Gilberto se mantenía con las piernas abiertas y los brazos cruzados a la espalda, viendo hacía el frente, a ningún punto en particular (nadie se lo ordenó, adoptó esa postura habiendo bajado del auto).
En la parte delantera, el “mayor” no disminuyó la rudeza al golpear el tablero en diferentes partes, ayudado por lámpara. Trató de desprender el estéreo, palmo lo pisos, quitó los tapetes. Reviso minuciosamente los asientos, checó lo documentación existente en la guantera.
-Hagan el favor de abrir la cajuela. Terminada la revisión, me muestran una identificación cada uno. –Casi gritando y avanzando hacía la cajuela, ordenó el mayor.
Ricardo lo esperaba ya con la cajuela abierta; sacó su chamarra roja y se la puso. La primera maleta en revisar fue la de Ernesto; abrió el cierre. Sacó calcetines, ropa interior, un talco. Metió el brazo hasta el fondo de la maleta sin encontrar nada, al menos nada de lo que buscaba. Siguió con el resto de las maletas; aplicó la técnica del brazo, en cambio Ricardo y Gilberto no tuvieron que levantar su ropa interior de la gravilla del piso. El otro sardo apuntaba la luz de lámpara sobre cada una de las pertenencias.
Ernesto intentaba cerrar su maleta, el mayor le pidió que bajase todas las maletas y dio pasó a revisar la cajuela. No halló nada. Ricardo y Ernesto trataban de decirse algo a través de sus miradas; Gilberto volvió a la posición de “descanso” sin seguir viendo ningún punto.
-Muy bien, me permiten sus identificaciones jóvenes.
Entregaron sus credenciales electorales, ninguna renovada. No creían –ni creen- en la política dominguera. El mayor se cercioró de su veracidad, así mismo verificó de nueva cuentas las placas. Al parecer militares y amigos querían terminar esto de una vez.
- Parece todo estar en orden jóvenes, sólo algo no queda claro. Me podría decir uno de ustedes ¿de dónde vienen y adónde se dirigen? Y así dar esto por terminado. –Dijo el mayor en tono ya relajado.
Alguien respondió y convenció. Subieron al auto, el militar de menor rango algo le decía al mayor. Ricardo arrancaba el auto.
-Oiga joven… –Habló el mayor.
Ricardo apagó el motor y se tocó el pecho. Los otros se pusieron rígidos; Ernesto se llevó las manos a la cara. Los militares caminaron hasta la puerta del conductor.
-Jóvenes, no tendrán un cigarrito pal compañero y para mí. El frio ya sabe.
El nerviosismo persistía al interior del auto. Ernesto sacó la cajetilla del bolsillo del pantalón y la extendió a los sardos, encendió los cigarros a los dos.
200 metros después…
-¿Dónde está esa madre? La mierda, dónde cabrón está… -Dijo Ernesto.
Gilberto sacaba un disco de su mochila (es un empedernido de la nostalgia posmoderna, si es que eso existe)
-Dónde crees cabrón, aquí mero. –Dijo Ricardo mientras se tocaba el pecho, lado izquierdo costado del corazón en la bolsa superior al interior derecho de su chamarra roja.
-¡No chingues!, palamadre… Todo el tiempo la tuviste allí. Pinches sardos pendejos. Si nos pescan de menos 4 años. Igual fianza, pero la calentadita, la madriza, y no quiero pensar en que otra chingada atrocidad más…
-Saqué la chamarra en chinga de la cajuela, bajo el riesgo de ser cacheados. No hubo de otra, pero los chingamos, mira. –Dijo Ricardo mostrando el paquete que emulaba una caja de cereal de esas, pequeñas.
Ernesto le arrebató el paquete, abrió la ventana y lo arrojó hacía la carretera.
-No más riesgos innecesarios. Espero un buen hombre la encuentre y dé mejor uso de ella. Rieron. Gilberto encontraba el disco, el ambiente aun se tornaba tenso viajando de 60 a 70 km/hr.
-Me toca poner la música, éste es el bueno –Dijo Gilberto y entregaba el disco a Ernesto. Nada mencionó del altercado.
2 horas de éxitos de Charly Montana y el recibimiento de una ciudad lluviosa les hizo el olvidar a los zombis. Todos tenemos un militar en nuestros corazones.
Feliz sangriento “centenario y bicentenario”.
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