Tiempo

El tiempo es mi mejor amigo y mi peor enemigo. El tiempo ambiguo del esquizofrénico, el tiempo que fumas, el tiempo que soñamos, el tiempo viajado, el tiempo obsesivo felizmente vivido por un servidor y otros más; el tiempo otorga el valor… valor para hablar de comics, de ideas, de “absurdos delirantes”, de parodia, de cine, de intentos, de música, del fin del mundo, de playas vírgenes ochenteras suicidas. En fin, el tiempo es quien definirá este rollo que hoy mismo inicia e incita a la banda a que lo visite, lo juzgue, lo ame, lo odie o las dos cosas. La pertenencia digital me quitaba el sueño.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Cayendo hacía adentro


Cambiaba los canales del televisor; demasiado temprano para dormir, demasiado tarde para no hacerlo. Un decálogo de la felicidad es citado en la pantalla. Se vale tener dinero, ser un bestia y gastarlo en lo que se quiera. No se vale, engañar a la gente. Sentía haber dormido dos minutos. Me llamaba mi papá, un quejido es lo que escuché. No me pareció extraño, mi papá a veces se comunica así. Quise abrir la cortina y constatar si había amanecido. Llegué a moverla un poco. Mi brazo se pegó a la cama, quise mover mi cuerpo y no respondió; muy pesado, fijo. No respondía nada. Mis ojos es lo único que movía.
Recordé que esto es sólo un falló neurológico interrumpiendo un ciclo del sueño. La cobija me empezaba a aplastar, todo me empezaba a aplastar. Cerré los ojos y me decía: “es sólo un sueño”. Abrí los ojos, me encontraba de nuevo asfixiado en la recamara. Intenté gritar, que alguien me moviera; que alguien me sacara de ahí. Apenas sentía la lengua, imposible emitir alguna palabra, algún sonido. Cerré otra vez los ojos. Mi postura había cambiado, si bien seguía acostado, mis manos, las yemas de mis dedos sostenían la cobija, y el espacio encima de ella. Dos veces repetido constataba que estaba soñando, seguía adentro. Rescaté mi fe y pedí me llevará fuera. No paso. Mis brazos estaban pegados a mis piernas. Acostado. Alguien o algo encima de mí, sosteniendo las cobijas de lado a lado. Un pecho sobre el mío. Un cuerpo entero sobre mí, que no puedo ver. Aunque sé que está; puedo escucharlo respirar. Me desvanezco.
Despierto. Puedo mover ambos brazos, en si el resto de mi cuerpo también responde. Comienzo a sentirme tranquilo, decido hacer a un lado las sabanas. Muevo ambos brazos. Mis manos no logran alzar las sabanas, ni siquiera las tocan. Empiezo a sentir el peso de la habitación, va cayendo sobre mí, Muevo las piernas, mis torso se flexiona al instante para sentarme, destaparme. Quitar las sabanas antes de ser imposible hacerlo. Además, quiero ver mis manos. No siento mis manos. Se yace una a una sobre la cama, se me habían desprendido. Cerré los ojos. Al abrirlos, estaba tapado hasta el cuello. La televisión estaba al frente mío. No estaba seguro. El televisor ha estado durante años a mi derecha. Inmóvil. El televisor se encendía. En la pantalla un hombre acostado, tapado hasta el cuello. Parecía no poder moverse, angustiado, desesperado. Se parecía a mí. Era yo. Me veía atrapado, detenido, reventando de pánico hacía mí adentro. No me movía, no podía hablar y parecía siempre iba hacer así. No sé si desperté.

3 comentarios:

  1. Ahora se vuelve más impactante. Es una representación del "todo" y sólo creo que DEBES despertar...

    ResponderEliminar
  2. Alguna vez habremos despertado? el padre payán ha gozado con las imágenes que me ha dejado esta locura...

    ResponderEliminar
  3. Y podriamos recordar esos conceptos metafísicos acerca de lso desplazamientos corporales, de los viajes astrales... aunque en un punto no caben explicacsiones lógicas cuando uno se encuentra cautivo en un punto de quiebre del sueño, ese maravillosa y rutilante palabra.. solo sueño... sueño que se dobla y al abrir los ojos la sensacionde que aun sucecede sin ser visto... buen relato master Juanz, saludos.

    ResponderEliminar