Tiempo

El tiempo es mi mejor amigo y mi peor enemigo. El tiempo ambiguo del esquizofrénico, el tiempo que fumas, el tiempo que soñamos, el tiempo viajado, el tiempo obsesivo felizmente vivido por un servidor y otros más; el tiempo otorga el valor… valor para hablar de comics, de ideas, de “absurdos delirantes”, de parodia, de cine, de intentos, de música, del fin del mundo, de playas vírgenes ochenteras suicidas. En fin, el tiempo es quien definirá este rollo que hoy mismo inicia e incita a la banda a que lo visite, lo juzgue, lo ame, lo odie o las dos cosas. La pertenencia digital me quitaba el sueño.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Difuntas promesas




Tú no quieres volar entre cisnes deseas hacerlo entre cuervos, volando a la idea misma de lo que explicas y narras como noche. Volar a tu garaje y estacionarte en reversa; parte de tu plan es meterme a la cajuela, arrancar (me) y volver a subir quemando neumático. Escuchando tus cintas estupendas, manejas antes de nacer sentada en forma de niña que va creciendo, yo aquí atrás como un niño envejeciendo a fuerza de ir.
Escucho que te detienes, no sé en qué nube o lugar estamos. Tus zapatillas se escuchan andar, le dices a alguien que traes un hombre en la cajuela, que le cazaste en una cocina entre una colección de cuchillos y frascos de especieros: “le atrapé mientras estornudaba”. Escuché risas al terminar tú esa frase. Subiste al auto, pegaste tres veces con tu puño sobre el tablero, fue tu forma perversa de saludarme. Escuché  la llave girar. Las rocosas calles que tomaste hicieron que mi cuerpo saltara y pegara repetidas veces ¿Hasta dónde iríamos? ¿No puedes escucharme? Cómo vas a hacerlo con la radio tan alta. Fantaseo, juego en la idea de ver amarrase al auto, pierdes el control y el auto se derrapa, no tiene estabilidad, emprendemos al aire ahora deliberado; tu zapatilla sale disparada mientras tu cuerpo es jalado por el cinturón de seguridad. El auto gira. Mis giros son claustrofóbicos, giro en un espacio pequeño. No puedo ver cómo estás girando pero por los ruidos y los choques en la lámina sé donde podrías estar golpeándote ¿Te preguntarás entonces cómo supe lo de la zapatilla? Recuerda cariño que conozco muy bien el sonido de tus pasos, eso fue fácil. Al final el auto deja de girar.
Parece que no tengo ninguna fractura, no hay lesión considerable. Contigo las lesiones siempre deben ser consideradas. La portezuela se abre, comienzas a caminar, puedo escuchar que tambaleas y que llevas un pie descalzo. El tacón truena los vidrios sueltos en el asfalto, otros tantos se clavan en la planta de tu pie (parece que el dolor ya no significa nada para ti).  Paras, al fin abres la cajuela. Estás despeinada, parece que se te cayeron dos dientes y tienes la frente abierta, aún así sonríes. Me das la mano invitándome a salir, impulsivamente iba ha cederte la mía, me detengo, mejor te pido que vengas aquí, que entres conmigo, hay suficiente espacio para los dos; hay que descansar las heridas, hay que dormir. Al final te convencí, te zafaste la zapatilla y te metiste, te acomodaste, tu cuerpo cerquita de mí. Podría asegurarte que mis brazos y mis manos se hicieron para abrazarte, acariciarte,  jamás podría hacerte daño ¿Me escuchas? ¿Contéstame por favor?...
Te lo juro que no quería golpearte, bueno al menos no tan fuerte… ¿Verdad que estás fingiendo? ¿Verdad que estás dormida? Júrame que mañana iremos al panteón sólo de visita, en plan de vivos.
Prométemelo.

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