Tiempo

El tiempo es mi mejor amigo y mi peor enemigo. El tiempo ambiguo del esquizofrénico, el tiempo que fumas, el tiempo que soñamos, el tiempo viajado, el tiempo obsesivo felizmente vivido por un servidor y otros más; el tiempo otorga el valor… valor para hablar de comics, de ideas, de “absurdos delirantes”, de parodia, de cine, de intentos, de música, del fin del mundo, de playas vírgenes ochenteras suicidas. En fin, el tiempo es quien definirá este rollo que hoy mismo inicia e incita a la banda a que lo visite, lo juzgue, lo ame, lo odie o las dos cosas. La pertenencia digital me quitaba el sueño.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mitomanía




El mito es el conjunto de conciencias, de pensamientos e ideologías, es la antesala de la historia. Cualquier civilización está dotada de mitos, el precedente –en cualquiera- es una introyección que va solidificando nuestros más inconscientes deseos, aun extravagantes o extraños pudieran parecer; podemos hallarlos vaciados en nuestra cotidianidad (los medios de comunicación, nuestras relaciones sociales, en los conflictos, en la arquitectura, en la estética); en nuestra rutina (niveles de comunicación, en la publicidad, la tecnología, en las supersticiones); en nuestras deidades (dioses, figuras públicas, héroes, gobernantes, religiones, sectas, en los fetiches, en las celebraciones, en los viejos símbolos) y en nuestra realidad (el desencanto y la añoranza, el fin y el inicio). Muchas de estas imágenes son representaciones del mundo onírico del hombre moderno, la solidificación de dichos símbolos son primordiales como figuras sagradas en los sueños. De la interpretación de los sueños de un oráculo, pasando por un sacerdote, llegando a Freud y a los arquetipos o las llamadas ideas elementales. Estos pensamientos colectivos son muchos de lo que vemos en televisión o en cualquier discurso lúdico: ideales de familias, ideal de padre, ideal de vida, ideal de espiritualidad, etc.

El mito es variante, muta, la intención será permanentemente la misma, los mitos serán entendidos siempre de la misma forma aún dependiendo de las distinciones de sus tótems culturales; la propia desesperanza lleva al hombre a buscar de nuevo a sus viejos dioses, aquellos que están más allá de lo humano, dentro del marco de lo sobrenatural y del poder absoluto. El hombre necesita reconocer de nueva cuenta su espíritu, sus orígenes. Los inconvenientes, la tergiversación de lo que significa el mito y por consecuencia lo sagrado, un ejemplo es la concepción de lo espiritual, utilizada por algunos grupos dogmaticos como el sometimiento afectivo y de voluntad del hombre, el mito de la culpa como instrumento controlador.

Los mitos buscan objetos distintos, identificándose con la realidad (hombre moderno) y el pensamiento arcaico (hombre primitivo): la Santa Muerte, Malverde, disciplinas introspectivas, etc. También como productos y símbolos: celebridades, gobernantes, iluminados, milagrosos, desalmados, deshumanizados, fastidiados, indignados, radicales, anarquistas; expuestos en la rutina y decodificados en el arte, la música, las marcas, la información, etc. Los discursos, todos sin excepción, basados en símbolos mitificados o en proceso de mitificación. Tal vez la mitificación más importante de los últimos años es la representada en la tecnología, hay un gran tributo y reverencia a ésta, se presenta como un elemento inseparable de la –condición- comunicación humana, una simbiosis. Es la tecnología la visión para muchos de un nuevo mundo, el mundo proveedor, compensatorio de una realidad que nos tiene condenados al hartazgo pero que de igual forma se alimenta y satura de nuestra realidad, y en consecuencia nos aferramos a él.

Y entonces esta sociedad global que día a día se rompe más: economía desquebrajada, órdenes de mercados y gobiernos desmitificados, religiones desmitificadas, falta de voluntad, falta de motivos, de violencia, la incomunicación como vía –única- de comunicación, y de un posible reajuste muy sangriento y doloroso. Es sencillamente mítico vivir estos tiempos. Nos enfrentamos a una crisis de lo sagrado, esto nos lleva al resultado de una crisis psicológica y por ende existencial. Muchas de nuestras imágenes que por largo tiempo fungieron bajo una significación de orden han perdido su valía, han caducado (la iglesia católica, el capitalismo, el neoliberalismo, la izquierda, las instituciones, etc.), es necesario revalorar nuevos espacios, nuevos signos. Al parecer éstos han encontrado reconocimiento y aceptación en las imágenes rebeldes, atípicas y disidentes, reabriendo el espacio al mito de la figura rebelde, teniendo su mayor significación en la representación anarquista.

Eliade reconoce el mito del fin del mundo tanto en el pensamiento occidental como oriental, lo percibe en una función mítica primordial del hombre; es su posibilidad de reivindicación, la expiación de culpas (sociales, morales) dependiendo de su constructo cultural y teológico. Esta idea se expande, traspola en un ritual por demás común de ambas civilizaciones, quizá en distintas fechas pero siempre enmarcadas al mismo desenlace, este rito es el fin de año, el Año Nuevo. La oportunidad de ser otros, la culminación y la posibilidad de iniciar de nuevo, aniquilar el mal pasado. Año a año lo hacemos, nos damos otra oportunidad a sabiendas que podemos incurrir de nueva cuenta en esos actos de los que nos avergonzamos y queremos dejar atrás; esto ahora deja de ser un hecho individual, el 2012 no es sólo un margen profético, se orienta y predispone en un malestar generalizado, que comienza influyendo para después reiterarse y solidificarse, es la función del mito del fin del mundo, es la abolición y destrucción de ese mundo sin propósitos y esperanzas, la aniquilación del viejo mundo con la esperanza de ocupar un mundo nuevo alejado de toda infamia, alejado del mito del combate, y más próximo al mito del juicio, de la justicia.La notable reiteración de lo antes mencionado se sirve de la narrativa literaria y cinematográfica (lo fantástico, lo extraordinario), así como de cualquier sopeso comunicativo; del auge de sectas y pseudo religiones que reafirman sus convicciones equivocas, en la notoriedad del desequilibrio mental y del miedo como condicionante fáctico, el mito del miedo es uno de los más arcaicos y a su vez uno de los que propician la regeneración. La ciencia ficción ha sido una de los diversos géneros de la narrativa que se alimenta de trozos de mitos, de diversas culturas (mitos de otros mundos), mitos de figuras heroicas en tiempos conflictivos, caóticos Antecede el cuento infantil con historias que determinan miedos, complejos presentados en: licántropos, brujas, hechiceros, caníbales, figuras y símbolos colectivos que al final serán destruidos, figuras restauradas por héroes que vuelan por los aires, hijos de deidades. Sin embargo en esta época los antihéroes, los conflictuados por sus acciones, por su sola existencia son el ejemplo claro de lo que sí somos, hombres murciélagos enfrascados en la venganza, resultado del afecto y seguridad perdida, y la voluntad de hacer justicia, de vengar y resurgir desde las sombras.

Toda civilización tiene un fin de los tiempos, los mitos son propensos a individuos de cualquier sociedad, ya que están –estamos- conformadas por una conducta mítica; un Armagedón, una destrucción, un renacimiento, el actual presente es un conjunto de ésos, una profecía auto cumplida que ya dicta como hecho el regreso de nuestro más maduro pensamiento, los mitos.

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