Tiempo

El tiempo es mi mejor amigo y mi peor enemigo. El tiempo ambiguo del esquizofrénico, el tiempo que fumas, el tiempo que soñamos, el tiempo viajado, el tiempo obsesivo felizmente vivido por un servidor y otros más; el tiempo otorga el valor… valor para hablar de comics, de ideas, de “absurdos delirantes”, de parodia, de cine, de intentos, de música, del fin del mundo, de playas vírgenes ochenteras suicidas. En fin, el tiempo es quien definirá este rollo que hoy mismo inicia e incita a la banda a que lo visite, lo juzgue, lo ame, lo odie o las dos cosas. La pertenencia digital me quitaba el sueño.

viernes, 5 de marzo de 2010

Pensamientos recurrentes


Y en ese momento Harris oyó.
Muy adentro, en las fisuras subterráneas del cuerpo, los ruidos minúsculos, inverosímiles: chasquidos leves, y torsiones, y frotamientos y hocicadas como si una ratita hambrienta allá abajo, en la oscuridad roja sangre, mordisqueara seriamente, hábilmente, algo que podía haber estado allí, pero no estaba… un leño sumergido…
Clarisse, alta la cabeza, iba por la acera directamente hacía su casa en Saint James Pleace. Llegó a la caza pensando en la Cruz Roja y casi tropezó con el hombrecito moreno que olía a yodo.
Clarisse no le hubiera prestado atención, pero en ese momento el hombrecito sacó de la chaqueta algo blanco, largo y curiosamente familiar, y se puso a masticarlo, como si fuese una barra de menta. Se comió la punta, y metió la lengua rarísima en la materia blanca, succionándola, satisfecho. Cuando Clarisse llegó a la puerta de sus casa, movió el pestillo y entró, el hombrecito estaba aún absorto en su golosina.
-¿Querido? –llamó Clarisse, sonriendo y mirando alrededor-. Querido, ¿dónde estás? –Cerró la puerta, cruzó el pasillo y entró al vestíbulo.- Querido…
Se quedo mirando el piso durante veinte segundos, tratando de entender.
De pronto se puso a gritar.
Afuera, a la sombra de los sicómoros, el hombrecito abrió unos agujeros intermitentes en el palo blanco y largo; luego dulcemente, suspirando, frunciendo los labios, tocó una melodía triste en el improvisado instrumento, acompañando el canto agudo y terrible de la voz de Clarisse dentro de la casa.
Muchas veces, en la niñez, Clarisse había corrido por las arenas de la playa, y había pisado una medusa de mar, y había chillado entonces. No es tan horrible encontrar una medusa de mar gelatinosa en tu propio vestíbulo. Puedes dar un paso atrás.
Es terrible cuando la medusa te llama por tu nombre…

Nota: 1947, 26 años de edad del autor: Ray Bradbury, y un sujeto que piensa que sus propios huesos confabulan contra él. Esqueleto, del libro de relatos “El país de octubre” de Ray Bradbury. Dejaré de contar árboles sin motivo alguno mientras viajo en carretera.

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